capítulo 18

542 46 2
                                    

Mis manos descendieron en linea recta por su anatomía. Se detuvieron en la cintura del pantalón y luego procedí a quitárselos.

Jason no solía desnudarse cuando manteníamos relaciones. Simplemente liberaba lo que tenía que liberar y se dejaba todo puesto. En esta ocasión quería que fuera diferente. Poder disfrutar del malvado asesino a mi completo antojo porque, entre otras cosas, quizás no le vería en un tiempo. Si... antes le dije que visitaría al campamento cada fin de semana, pero en eso en caso de que tuviera trabajo y dinero para pagar las idas y venidas. Desde hacía algún tiempo que el precio del combustible se había disparado. Amén de lo que chupaba mi jodida auto-caravana. Era un monstruo come dólares.

Dejando eso a un lado, abrí su cinturón y antes de bajarle los tejanos, me agaché y le ayudé a quitarse los zapatos. Retirados estos, si que le desvestí, yendo después a por la parte superior. No tuve mucho problema con la cazadora que solía portar, pero el resto se lo sacó él mismo. Lo único que permaneció fue la máscara.

La visión gloriosa que se presentó ante mi me dejó con la boca abierta. Su anatomía era fibrada y consistente. Aunque no llegaba a tener un gran alarde de músculos, la corpulencia de estos era más que reseñable, con un torso varonil y fortachón. También podías atisbar restos de vello en sus brazos y pectorales, pero eran bastante pobres. Quizás, debido a sus malformaciones, Jason sufriera de algún otro tipo de complicación congénita, como alopecia.

Me mordí el labio inferior y me acerqué lo suficiente como para dejar un beso sobre su esternón. Que su piel fuera negruzca, igual que la de un cadáver en pleno proceso de descomposición, no me echaba en absoluto para atrás. Sabía que estaba vivito y coleando, más que muchos, y pronto lo iba a demostrar.

-Te ves fenomenal.- Lo halagué. Sabía que le gustaba. No estaba acostumbrado a recibir ningún piropo, solo gritos de terror y tener una palabra de ánimo suponía un mundo para alguien como Voorhees.

A continuación fui dejando un auténtico reguero de picos por su pecho, pectorales, vientre e ingle, notando como se tensaba de a poco y se iba excitando. Solo me bastó un lametón desde sus testículos hasta su glande para tenerlo comiendo de la palma de mi mano, duro y mojado en preseminal.

Él quiso hacer lo propio conmigo, así que dejé que me arrebatase la sudadera que me había traído antes, sin embargo le detuve ahí. Debido al chapuzón, todavía estaba un poco destemplada y preferí continuar con mi ropa. Después de todo, debajo solo tenía un vestido veraniego.

Dado que en esta ocasión quería probar algo diferente, le dije que se apoyase en la barandilla del muelle, de pie, que me subiría encima y así podríamos re-inventarnos. Tiré las bragas por ahí y cumplí con lo dicho.

Lo cierto es que había que hacer malabares para poder llegar hasta aquellas caderas, no obstante lo logré. Quedé acuclillada sobre su anatomía, hincando los talones encima de sus muslos.

-No te muevas.- Le pedí porque estaba haciendo equilibrio para no caerme. Entonces gateé a duras penas y me clavé sobre su virilidad, dándole la espalda.

De acuerdo, admito que esa posición era un poco extraña, sacada de las últimas páginas del kamasutra, aún así

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


De acuerdo, admito que esa posición era un poco extraña, sacada de las últimas páginas del kamasutra, aún así... ¿Qué demonios? Yo hacía lo que me daba la gana y estaba harta del misionero o montarme encima. La única vez que modificamos el asunto fue para hacerlo de perrito, otro clásico que, a decir verdad, ni los propios perros querrían tener que utilizar.

Solté un jadeo y mecí la cintura hacia delante y hacia atrás, consiguiendo penetraciones más profundas que me obligaban a reprimir algún que otro quejido. No había quien se acostumbrase a semejante miembro, y eso que apenas se movía lo que, en parte, agradecía. No quería tener que acabar usando muletas para caminar.

Presa de varios estremecimientos, tragué saliva y opté por un vaivén lento y tortuoso. Mi vista se centró en la inmensidad de la laguna que teníamos enfrente. Cómo salía el sol. El canto de los pájaros que se levantaban con la primera luz del alba.

No sé... había algo en Cristal Lake que te hacía sentir cosquillas en el estómago. Era un lugar que podía inspirar pavor, pero también embeleso. Seducía.

-No me olvidaré de ti.- Susurré y eché el brazo hacia atrás para  sujetarme del cuello de Jason. Él, por su parte, me estrechó y me hizo más llevadero el acto, pues dejé de hacer fuerza para sostenerme.

Sin proferir sonido alguno, comenzó a embestirme, aumentando la velocidad a tiempo que respiraba con mayor vigor. Se me puso la mente en blanco y me dejé hacer, zambulléndome en un mar de intensidad donde cada estocada significaba una corriente eléctrica. ¿Y si no me largaba? ¿Y si me quedaba a su lado? Muchos pensamientos dieron vueltas entorno a mi cabeza mientas teníamos sexo.

Cada vez que mis nalgas rebotaban contra las piernas del mayor, una y otra vez, una y otra vez, el choque producía un ruido característico. El lago se llenó de aplausos y pronto mis gemidos acompañaron ese compás.

Fue de aquel modo hasta que Voorhees se detuvo. Sin venir a cuento de nada, me volteó, me puso de frente y retomó el asunto donde lo había dejado, quedando su rostro y el mío a escasos centímetros.

Podía ver como sus ojos se achicaban, llevados por el placer.  Los agujeros de la máscara dejaban escapar un hálito ardiente que impactaba de lleno contra mis labios. Se la hubiera quitado y le hubiera besado, pero no estuve segura de querer hacerlo con la boca que vi en las películas, esa de los dientes todos torcidos y extraños.

Rápido, aparté esa imagen de mi mente y me centré solo en el bamboleo tan febril de nuestras intimidades. La manera en la que mi interior se acoplaba a su pene y este, a su vez, no tenía piedad en salir y entrar, reclamando la cavidad y haciéndola suya.

-No me olvidaré...- Repetí a duras penas, con los ojos empañados.

Se sentía bien, mucho, y echaría de menos aquellos polvos cuando me fuese.

Me abracé al zombi, enterré la cara en su cuello y permití que se cebase. No chilllé ni cuando los empellones fueron tan rudos que me dejaban temblando, pues la sacaba del todo, hasta la punta, para volverla a enterrar de una sacudida. Mi peso jugaba en mi contra y aceptaba aquel falo descomunal, abriéndose y recibiéndolo para después apretarlo con desesperación. Luchaba por retenerlo dentro.

-¡Jason!

Para cuando terminó conmigo, ya no sabía ni cómo diablos me llamaba.

Veintisiete veces 13 [ Jason Voorhees - Friday The 13th ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora