capítulo 6

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Todo mi ser se quedó inmóvil, como si yo fuera una libre asustada y él un lobo hambriento, pero era demasiado orgullosa y no acepté el papel de victima. Respiré hondo, intenté calmar mi ritmo cardíaco y luego relajé el semblante.

En ningún momento dejé de contemplarlo. ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué no me atacaba? Tenía el machete que tanto lo caracterizaba bien asido en la mano derecha que, por cierto, no estaba ensangrentado ni nada. ¿Acaso no había ido a Packanack a matar al grupillo aquel?

-Jason, has vuelto a casa. Sabía que lo harías.

Volví a mentir para salvarme el pellejo. De todas formas, me estremecí ante el placer que me proporcionaba hablarle de esa forma, con tal cercanía. Joder, era un puto asesino, un multihomicida más bien, y yo estaba disfrutando de aquella compañía enfermiza y siniestra.

-Ven, acércate.

Por increíble que pudiera parecer, lo hizo. Se colocó frente a mi y ladeó la cabeza hacia un lado. Sus ojos... había algo mal en ellos. No estaban alineados en absoluto y el de la izquierda parecía tener algún tipo de problema. ¿Vago? ¿Le serviría?

Dado que continué sentada en la cama, me vi forzada a reclinarme para observarle como era debido. De nuevo la diferencia entre su altura, de más de dos metros y la mía, me ponía las cosas un poco difíciles, pero debí de hacer algo mal, puede que invadiese su preciado espacio personal. De un segundo para otro, Jason se rebeló y me atrapó por el cuello. Sus dedos se hundieron en mi garganta como un cepo.

Desesperada por liberarme, puse mis dos manos encima de su brazo y tiré con todas mis fuerzas hacia atrás. No logré moverlo ni un centímetro y, para poner peor las cosas, apretó con más poderío mi gaznate. Comencé a emitir sonidos guturales. A asfixiarme.

-J...so...

Le golpeé a la altura del codo con la falsa expectativa de dislocárselo, pero no logré mi cometido. ¡Más quisiera! Para cuando se me empezó a nublar la vista, lo único que atiné fue a darme palmadas en mi propio pecho, justo donde hice que me tocara.

Entonces Jason me liberó y caí hacia atrás en la cama. El oxígeno invadió mis pulmones con tanta vehemencia que me puse a toser. El cuerpo me temblaba como un flan y ya no sabía si había hecho bien al quedarme en Crystal Lake. Tal vez debí marcharme cuando tuve la oportunidad.

Lo siguiente que percibí fue a aquel monstruo levantar su arma en alto. En esta ocasión no pude gritar porque, entre otras cosas, me había aplastado tanto las cuerdas vocales que estuve segura de que pasaría las próximas semanas, si sobrevivía, afónica. El machete descendió con violencia y se clavó en el colchón, justo en la abertura que se formaba entre mis piernas.

Me quedé quieta y acepté mi papel en todo aquello. El del conejo.

-Soy Natt. Vine para estar contigo.

Mi voz salió desgarrada y sin fuerzas. Apenas un murmullo ahogado por el chaparrón que estaba cayendo fuera.

-Me llamo Natasha... La de antes.

Como lo de llevarme la palma al corazón funcionó, lo hice de nuevo. Tenía la ropa mojada a más no poder y la camiseta se me pegaba a la piel justo como lo haría la licra. Tragué en seco y permanecí acostada, forzada a mantener los muslos separados. Tiritaba sin cesar.

Fui incapaz de apartar la mirada de su máscara. Jason no hizo nada durante unos instantes, pero luego extendió la diestra en mi dirección. Su mano abarcó la mía y presionó para tocar mi figura. No reaccioné. No me moví. No dije nada. Ni siquiera pestañeé. Justo después hizo lo propio con la zurda y me aplastó el torso, encima de la teta.

Veintisiete veces 13 [ Jason Voorhees - Friday The 13th ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora