Capítulo 2

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Cuando era más joven solía ir de acampada con amigos y familiares. No siempre nos quedábamos a dormir a la intemperie, a veces solo dabamos largas caminatas, comíamos frente al río, quizás jugábamos a algo, nos bañábamos y regresábamos antes de que se pusiese el sol, asi que estaba acostumbrada, de cierta forma, a moverme dentro del bosque.

Lo único que se necesitaba para sobrevivir eran un par de cosas, pero no estaba allí para eso, sino para desconectar y evadirme de los problemas de la ciudad.

Me agencié una mochila ligera con un par de utensilios y salí con la mascarilla y el GPS del móvil activado. No me había alejado demasiado de donde encontré a aquel grupo de chavales, tal vez dos o tres kilómetros siguiendo la ruta, lo que se traducía a tan solo media hora caminando. Esperaba que no me molestasen con sus tonterías, como querer darme sustos de nuevo o esta vez se meterían en problemas.

A pesar de que llevaba los auriculares en el bolsillo, no me puse música durante todo el trayecto. Necesitaba estar concentrada en dónde iba y cómo debería volver después, porque mi Android era una porquería y a veces se apagaba sin ton ni son.

No tardé mucho en llegar al campamento en cuestión, tal vez una hora, lo que ya era toda una proeza teniendo en cuenta que no conocía el camino más directo a aquel lugar. Lo primero que advertí entre la maleza fue un poste y más allá, la valla con un cartel que conocía de memoria.

Parpadeé un par de veces, creyendo estar viendo mal, no obstante cuando me acerque al trote, me di cuenta de que era lo que creía. El letrero de Crystal Lake, el mismo que salía en las películas, amarillo, con la estampa del lago al fondo.

-Que alucine.

Estaba segura de que encontraría el típico rótulo de Welcome to Camp Nobebosco, más no fue así.

Cerré por un momento la app que había estado usando para sacar una foto. Un segundo más tarde me bajé la mascarilla, hice un selfie y se lo envié a Damaris.

Impaciente por explorar el lugar, me apresuré a zambullirme dentro de la propiedad a sabiendas de que, por muy famoso que hubiera sido el emplazamiento, ya no habría nadie andando en derredor. Aun con todo, me dejé el dichoso "bozal" no vayáse a cruzarme con un guarda forestal y encima me pusiesen una multa.

El enfado por tener que seguir con la boca cubierta se disipó minutos después, cuando empecé a vislumbrar las cabañas o lo que quedaban de ellas. Algunas se conservaban bien, pero otras estaban llenas de enredaderas, como el set de una serie de misterio y ciencia ficción. A pesar de ello, pude darme cuenta de una cosa. ¡Estaba en Packanack! El mapa de Packanack, justó como aparecía en Viernes 13 o los consecutivos videojuegos que sacaron a la venta.

La casa grande fue lo segundo que me impactó. Tenía dos pisos y a su falda reposaban las mesas de madera que habrían servido, antaño, para reunirse y almorzar. Subí las escaleras y contemplé la inmensidad del campamento asomada desde el porche. Las sillas estaban llenas de hojarasca seca, sucias, y aunque la pintura se había descascarillado, respirabas la magia de la saga.

-No puedo creerlo.- Susurré. Me había emocionado y mi cerebro bombeaba serotonina a todos los rincones de mi cuerpo.

Muchas veces había soñado con estar donde me encontraba. No me hacía a la idea de que sería tan absolutamente genial.

 No me hacía a la idea de que sería tan absolutamente genial

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La ilusión del principio no aminoró con el transcurrir de las horas.

Me metí en algunas casuchas, reconociendo los lugares donde Jason Voorhees había asesinado a algunos de los monitores. Por descontado, reí para mis adentros al recordar la cutrez de algunos efectos especiales, como ese tipo al que mató estrujándole la cabeza, al que le saltó un ojo, que se notaba a leguas que era un muñeco, lo que hizo que estuviera de un humor de perlas.

Abrí cajones, cotilleé y me embebí de la energía de la localización sin sentir el menor miedo o mal rollo. No iba a negar que todo estaba medio destrozado y parecían las típicas cabañas donde filmaban programas de fantasmas, sin embargo yo había estado incluso en hospitales psiquiátricos abandonados, y nada de eso me hacía vacilar.

Para que me asustara se necesitaba algo diabólico, sacado del mismo infierno. Crystal Lake era una guardería llena de niños bonitos a mis ojos.

Por la tarde saqué una mecedora de la casa grande y la arrastré hasta el muelle. La coloqué en el mejor ángulo, desde donde tenías una perspectiva completa de las aguas, y luego me acomodé sobre ella para poner la mente en blanco.

Tiré la mochila a mis pies, los subí encima y aprovechando que había traído una libreta y unos cuantos bolígrafos, me puse a dibujar lo que tenía delante. Las barcas se balanceaban con el ligero oleaje, atadas a los cabos de amarre, creando un sonido que me relajaba a niveles insospechados.

Como bien dije, lo primero que esbocé fue la inmensa planicie acuática en la que, según la historia, Jason se había ahogado. Chasqueé la lengua, disgustada por la trama en si, en la que sus cuidadores no hicieron nada por salvarlo. ¿En qué demonios pensaban? Se supone que les estaban pagando por vigilar a los niños. ¿O no? Yo no habría permitido semejante abuso, y menos a un pequeño como él, que estaba enfermo.

Asimismo, siguiendo esos pensamientos, pasé la pagina e intenté retratar el rostro de Jason, pero nunca se me había dado bien dibujar críos. Lo hice mayor y llené el folio de diferentes expresiones y bosquejos. Su cara de frente, de costado, con la máscara, sin ella. Hasta que me fui motivando y me puse música.

Con el volumen de los cascos a tope, me recliné hacia atrás y comencé a añadir luces y sombras a aquel semblante ciertamente grotesco. La hidrocefalia era una anomalía extraña que conllevaba un montón de efectos dañinos para el cerebro. Tuve la desgracia de tener un hermano que murió de eso cuando era tan solo un infante, y no me gustaba que la gente los rechazara con tanta vehemencia. ¿Que culpa tenían ellos de haber nacido con tal cuadro clínico?

Lo que no sabía, de lo que no tenía ni la menor idea, era de que ya había llamado la atención del espectro que pernoctaba aquel lugar, quien se había percatado de mi presencia apenas me introduje en sus dominios.

Pronto me toparía con él y averiguaría de primera mano porqué los pueblerinos habían aprendido a temer y respetar las ruinas de Packanack.

Pronto me toparía con él y averiguaría de primera mano porqué los pueblerinos habían aprendido a temer y respetar las ruinas de Packanack

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Veintisiete veces 13 [ Jason Voorhees - Friday The 13th ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora