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Silhouette — Aquilo♪


Abril y su primo, Marcus, salieron del curso de baile tras ducharse. Llevaban dos semanas practicando bailes latinos. La joven no pasaba por una buena etapa emocional tras descubrir que era estéril. Eso sin mencionar su trastorno de la alimentación. Marcus quería alegrarla y, para ello, la había inscrito a ese curso. Conocía muy bien sus temores e inseguridades y, por ende, se dispuso a ayudarla para bajar de peso. Aunque, para él, ella era simplemente perfecta.

—Te quiero tanto, Marcus —se abrazó a él con fuerza—, no sé qué sería de mí sin ti, primo.

Aquella afirmación pellizcó con saña el corazón del alemán. Besó la cabeza de su prima con mucho afecto y la apretujó contra su cuerpo al tiempo.

«No te quiero del mismo modo, aunque soy consciente de nuestro lazo» pensó él con tristeza.

Abril era su talón de Aquiles, era la mujer de sus sueños, su todo. Pero era un amor imposible. Ella nunca podría amarlo del mismo modo. Para ella era un hermano más.

—Y yo a ti, pequeña.

Abril parpadeó varias veces y con cierto nerviosismo. Siempre lo hacía cuando se ponía algo inquieta.

—Eres muy alto.

Él sonrió con una expresión muy ladina en los ojos.

—Tú eres muy pequeñita.

Frunció el entrecejo.

—Mido metro sesenta —le recordó—. Bueno, metro cincuenta y nueve y medio.

Marcus enarcó una ceja en señal de complicidad.

—Mido un poco más de dos metros, cielo —le recordó con una preciosa sonrisa de lado.

Eran muchos centímetros de diferencia y se notaba mucho.

—Mmm —ronroneó ella tras darle un golpecito en el abdomen—. Fanfarrón...

Las chicas del curso salieron del edificio y le echaron el ojo al apuesto joven, que tenía a más de una embobada en el curso.

—¡Eres demasiado alto!

La cogió en brazos y la besó en la mejilla.

—¡Te amo! —chilló sin pensarlo—. Mucho —Abril se sonrojó al evocar lo que Matt dijo el otro día sin percibir su presencia.

«Marcus está enamorado de Abril, Engel».

—Yo también —la bajó en el suelo con suma delicadeza.

«Pero no del mismo modo».

Como eran primos, él sabía que aquel sentimiento que cargaba, desde siempre en su corazón, era imposible. El amor era tan indomable que no conocía límites, simplemente se metía dentro de uno y no había manera de sacarlo de allí.

—José vendrá a buscarme —anunció él, al visualizar su reloj—, ¿puedo dejar mis cosas en tu coche?

Abril asintió con un leve cabeceo.

—Claro que sí.

Marcus metió su mochila con su ropa en el maletero, lapso en que José, su mejor amigo, apareció en una moto de velocidad de color negra junto con Engel, Ian y Matt, hermanos de Abril y compañeros de trabajo de Marcus.

—¡Hola! —les saludó ella de puntillas—. Increíble, de los seis, soy el único duende del jardín —se puso pensativa—. Como mi madre, aunque, nueve centímetros más alta —sonrió con diversión.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora