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Inner Demonds – Julia Brennan♪

A

bril arrancó el coche y se marchó a su pizzería favorita. Gabriel se sentía raro a su lado, sentía cosas distintas. ¿Era normal? La miró de reojo con cautela y cierto temor. Posó las manos en sus rodillas, que chocaban con la guantera. Sus piernas eran demasiado largas y el coche muy pequeño. Abril le dijo que le pasaba lo mismo a su primo. Le sonrió y una dulce sensación se apoderó de él en el centro mismo de su vientre. No era hambre, ni miedo y tampoco sorpresa. No, era algo raro, algo que despertaba en él sensaciones distintas e indefinidas.

—Te gustará mucho el sitio —le comentó, entusiasmada—. ¿Te encuentras bien?

Gabriel asintió sin mucha convicción. Estaba bien, pero bien confundido.

—Creo que sí.

La canción: Silhouette de Aquilo, una de las favoritas de Abril, empezó a sonar en la radio y Gabriel no pudo evitar prestar atención en la letra.

—Es una canción muy vieja —declaró ella con una dulce sonrisa en los labios.

Él la miró de reojo.

—Es un poco triste.

Ella asintió con una expresión que rayaba la sorpresa y la curiosidad.

—¿Hablas inglés?

El arcángel la miró con mucha intensidad.

—Entiendo todos los idiomas —soltó en un acto reflejo—, los principales.

Los ojos de la joven brillaron con magnitud.

—¿En serio?

Azrael apareció en el asiento trasero. Gabriel y él se miraron a través del espejo retrovisor con atención y cierta jovialidad. Llevaban tiempo sin verse.

«Está coladita por ti —resaltó Azrael—, mmm, mal te conoce y ya tiene pensamientos lujuriosos contigo».

El arcángel resopló sin querer y Abril lo miró con ojos interrogantes.

—¿Te pasa algo?

Las mejillas del arcángel se sonrojaron como dos amapolas.

—No, nada.

Abril aparcó el coche frente a la pizzería. Azrael bajó del vehículo sin la necesidad de abrir la puerta y observó ceñudo el local.

«¿No come carne? —preguntó con el entrecejo fruncido—, me encanta la carne —rodeó el hombro del arcángel con el brazo y lo atrajo hacia sí—, en todos los sentidos».

Clavó los ojos en el trasero de la joven. Gabriel le dio un empellón nada sutil, pero Azrael no se apartó de él. ¡Era peor que una garrapata!

«Te eché de menos, Ricitos —le dio un beso en la mejilla—, ¿tú me echaste de menos también?».

Gabriel no le replicó, lo conocía muy bien y sabía que una respuesta suya serviría para aumentar sus ansias de fastidiarle la existencia.

―Es un sitio muy bonito.

Gabriel se sentó a la mesa.

«Es un sitio muy corriente».

―Me gusta.

«A mí no».

—Pediré dos pizzas —anunció Abril—, ¿cuál te gustaría comer?

«Vete, Azrael».

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora