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Angel — The Weeknd♪

G

abriel compró una taza desechable de café de Starbucks y se encaminó hacia la torre en honor a Bismarck, en el bosque de la ciudad. Miró hacia los lados al llegar y al no ver a nadie, subió de un salto a la cima de la torre. Se sentó en la barandilla de piedras y colgó las piernas en el aire mientras observaba el crepúsculo de aquella primorosa tarde. Bebió un sorbo de la bebida del diablo, como solía llamarla Abril.

―Es tan adictiva ―musitó tras soltar un gemido de placer―. Como los churros con chocolate caliente, la pizza, los macarrones y todo lo comestible existente en la faz de la tierra ―torció los labios―. Glotón.

Levantó la vista y contempló el lugar con ojos ensombrecidos. La última noche, tras ver una película de los noventa, Abril y él se abrazaron bajo el edredón. Encendieron una linterna y se miraron fijo por varios segundos. Aquella joven comenzaba a entrar en un órgano vital, comenzaba a ser vital para ese órgano, en realidad.

—¿Qué me está pasando contigo, Abril?

Lucifer apareció de la nada con una bolsa de papel entre las manos. Gabriel lo miró con el ceño fruncido. Quería estar solo en aquel momento, pero su hermano, como de costumbre, no lo dejó.

―¡Salve, Gabriel!

Y solo con él era amable.

―Que me salven de ti, Lucifer.

El demonio sonrió satisfecho, el hecho de fastidiar a su hermano, le endulzaba el alma renegrida.

―¿Por qué eres tan malévolo con tu hermano favorito?

Se sentó a su lado y su penetrante perfume carísimo asaltó las fosas nasales del arcángel. Todo en él era extremadamente caro y ostentoso.

—No eres ni de lejos mi hermano favorito ―puntualizó Gabriel con expresión divertida.

Lucifer enarcó una ceja.

―Lo soy ―afirmó con rotundidad―, tú también eres mi favorito.

Un jadeo de indignación se le escapó al arcángel.

―¿Y por eso me haces la vida imposible?

Lucifer se echó una mirada y tras ello, cambió de atuendos con un chasquido de dedos. Su anterior ropa se convirtió en unos pantalones vaqueros negros y un suéter de algodón del mismo tono en cuello V.

—Hay amores que matan, Gaby.

―Gabriel.

―Gaby.

―Gabriel.

―Gaby.

―¡Gabriel!

―Podemos estar así toda la eternidad.

Una exclamación parecida a un gruñido se le escapó al arcángel, que miró ceñudo a su hermano.

―¿Qué haces aquí, Satanás?

Gabriel lo llamaba así solo cuando estaba enfadado y, en ese momento, lo estaba. Lucifer le ofreció una rosca de chocolate.

―Tentarte.

Gabriel se resistió al inicio, pero terminó cediendo a la tentación. Llevaba días sin probar un dulce, ya que estaba a dieta para ayudar a Abril a vencer su enfermedad.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora