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Demons – Magic dragons♪

A

bril limpió la herida de Gabriel, con un poco de algodón y alcohol. El arcángel no conseguía apartar la vista de ella un solo segundo, en especial, cuando le sopló el dedo y le erizó todo el vello de la nuca. ¿Qué era aquello que sentía cada vez que le tocaba? ¿Era normal? No le pasó lo mismo el día que conoció a su hermana, Antonella. Por ella no experimentó aquella descarga eléctrica que despertaba cada terminación nerviosa de su cuerpo humano. No podía controlarlo como al hambre o a la sed. Era como si tuviera vida propia dentro de sí.

«Sentirás deseo» recordó lo que Azrael le dijo días atrás.

La noche anterior, mientras veían una película infantil, con unos seres que ella llamaba Minions, sus brazos se rozaron y su corazón le latió tan fuerte que temió sufrir un infarto. Aquellas emociones le eran muy extrañas.

«Necesito hablar con Azrael para que me explique este tema».

«Sientes atracción por ella» le contestó el ángel de la muerte.

Gabriel levantó la vista y se encontró con él, que comía una manzana bajo el umbral de la puerta.

«¿Atracción? ¿Cómo pasa con el imán y el metal?».

En los ojos del mensajero se reflejaron mil emociones a la vez.

«Algo así».

Azrael miró a la alemana con ojos curiosos.

«Ella te gusta».

Las mejillas de Gabriel se sonrojaron cuando sus ojos se clavaron en el escote de la camiseta de Abril, que dejaba a la vista los montículos de sus senos, ligeramente bronceados. Azrael enarcó ambas cejas al pillarlo.

«¿Y cómo calmo esto que siento? ¿Comiendo? ¿Bebiendo? ¿Volando?».

Era demasiado complicado, mucho más que el hambre, la sed o el frío. No sabía cómo explicarle lo que ni siquiera él era capaz de comprender muy bien.

«Debes ejercitarte mucho, Gabriel, hasta perder el aliento».

Una de las cejas cobrizas del arcángel se levantó en un gesto de duda. ¿Y eso en qué lo ayudaría? Azrael también enarcó una ceja al analizar mejor su consejo.

«Estarás tan exhausto que no pensarás en nada inapropiado» le explicó el ángel de la muerte en tono paternal.

Por fortuna, aquella joven veía series y películas que no despertarían el lado más humano de Gabriel. Aquel lado oscuro que no siempre era fácil de domar cuando se apoderaba de uno.

«Volaré varias veces alrededor de la tierra antes de que el sol emerja por estos lados, Azrael».

Cogió un bombón de la bombonera de cristal.

«Come estos chocolates cuando... —las palabras exactas brillaron por su ausencia—, tengas un ataque de ansiedad mortal».

¿Un qué? ¿Un ataque de qué? El lenguaje del ángel de la muerte era extraño, un enigma y cansado de escucharlos, Lucifer decidió intervenir.

«Llena tu tripa de chocolates para no meter tu polla en ella» soltó el demonio por detrás de Azrael, en un tono bastante severo.

El ángel de la muerte resopló con hastío.

«¿Y por qué la metería en ella?» quiso saber el arcángel y el demonio lo miró como si le acabaran de salir unos cuernos.

Contó hasta diez, antes de ensuciar la mente y el alma de su inocente hermano. Aunque debía ser muy gráfico para tal logro. Y si fuera necesario, lo haría en vivo y en directo sin tapujos ni rodeos.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora