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Angels or Devils — Dishwalla♪

G

abriel se aproximó a la puerta del cuarto de baño y pegó la oreja a la madera para comprobar sus sospechas de días atrás. Abril, una vez más, había corrido al baño tras comer. ¿Por qué vomitaba tanto? ¿Acaso tenía algo grave? ¿O estaba embarazada? Pero al atravesar la puerta, comprobó que no era involuntario, sino provocado por ella misma. ¿Por qué hacía aquello? Sus cejas se fruncieron en un gesto de duda. ¿Qué la llevaba a lastimarse de aquel modo?

—¿Qué te estás haciendo?

Abril metió la mano hasta lo más hondo de su garganta. La movió sin parar hasta que la comida que había ingerido saliera de su estómago. Gabriel desvió la mirada.

—Maldita cerda —se insultó tras desechar todo lo que había comido—-. Gorda asquerosa...

Una mueca de dolor apareció en la cara del arcángel al escucharla. Aquellas palabras tan duras se clavaron en su corazón como cristales rotos. Abril se limpió la boca mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas sonrojadas. Se sentía tan miserable tras aquel castigo autoimpuesto por ella misma desde sus quince años.

«¿Por qué te insultas así, cielo?».

Cuando Abril salió y se encontró con él, toda la sangre abandonó su cara. El arcángel no sabía cómo mirarla, si con lástima o con aprehensión.

—¿Por qué te haces daño, Abril?

Los ojos de la joven se enrojecieron aún más.

―Yo... ―la tristeza la embargó―. Es que...

Gabriel la miró apenado.

—Por odio.

Su afirmación lo obligó a fruncir el entrecejo.

—¿Por odio?

Abril se secó las lágrimas con el dorso de la mano sin mirarlo a la cara.

—Sí.

El corazón le latió con fuerza en el pecho.

—Me odio, Gabriel —afirmó a la vez que se apretaba la tripa—. Odio ser como soy.

Era una joven muy hermosa, lista, cariñosa, divertida y llena de vida. ¿Por qué se maltrataba de aquel modo?

—Estoy gorda —aseveró con la voz ronca—, si no vomito, engordaré aún más.

Gabriel la miró de pies a cabeza con perplejidad y suspicacia. ¡Aquella joven era preciosa tal cual estaba!

—Tú no estás gorda —le aseguró en tono serio—, no entiendo de dónde has sacado eso, Abril.

«De los medios de comunicación, de las revistas, de las redes sociales y de todos los insultos que le hicieron a lo largo de su vida» resonó la molesta voz de Lucifer en su cabeza.

«Esto no te incumbe» le replicó Gabriel.

«Lo sé, pero como eres lento para descifrar ciertas cosas, quise darte una mano, para no darte una bofetada y despabilarte a mi modo, Gaby».

«Gabriel» le corrigió.

«Gaby. Gaby. Gaby».

Meneó la cabeza y se acercó a Abril, que tenía la cabeza gacha. Las lágrimas caían sin parar de sus ojos, se sentía avergonzada y también culpable. Meses atrás, le había prometido a Antonella que ya no lo haría, pero al final de una comida, las ansias de autoflagelarse eran mayores que cualquier promesa hecha.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora