La parte más difícil de regresar a casa con Confi en beazos fue abrir la puerta de la casa, llevaba las llaves en el bolsillo por lo que tuvo que practicamente maniobras para sacarlas y después abrir la puerta. Cuando lo consiguió, depositó sin mucho cuidado al oji-azul en el sofa donde había estado durmiendo.
"Magullado" quedaba corto para describir su aspecto, toda la cara la tenia amoratada y cubierta de sangre seca y mugre. Era un espectaculo grotesco y el creador del mismo solo alejó la mirada y empezó a rebuscar en los cajones, armarios y carpetas fotos.
Sacó todas las que pudo encontrar que tuvieran una cosa en común, el oji-azul.
Las depositó en la barra de la cocina y después prendió la estufa y así, una por una, empezó a quemarlas.
Las brazas consumian aquellos pedazos de recuerdos de la vida de Confi. Según Huevay, esto era su luto.
Después de los sucesos de esta noche le había quedado algo claro, su Confi ya no existía. Se esfumó, desapareció tragado por el fuego igual que las fotos, el único rastro de aquella sonriente figura que en su momento lo cautivo.
Ya hace mucho que amaba a Confi, desde que lo conoció tal vez. Desde que lo vió relucir y llamar la atención de todos. Era brillante, un tesoro y que él le hubiera prestado atención fue un regalo.
Pero ahora se fue, y en su lugar quedó aquella maltrecha persona que ahora dormia en un mueble con la cara lastimada.
Que pena.
Siguió observando como las fotos se quemaban, quedaban reducidas a un montoncito diminuto de cenizas y entonces Huevay metia otra y el ciclo continuaba.
Hasta que notó algo curioso.
Una foto, claramente de las que guardaba Confi, donde aparecian ellos juntos. Un brazo del oji-azul salia del marco y el otro pasaba por detrás del cuello de Huevay y lo empujaba hacía sí, haciendo que sus mejillas quddaran pegadas. El rostro de su novio sonreia y los ojos le brillaban, Huevay por su lado parecia confundido, seguramente aquella foto lo tomó por sorpresa.
Dejó la foto a un lado y después empezó a buscar las tijeras en los cajones de la cocina y en cuanto los encontró empezó a recortarse a sí mismo. Una vez que ambas fotos estuvieron separadas, lanzó la parte del oji-azul a las llamas y la suya se quedó en la mesa.
Pronto encontró más en las que él aparecia por lo que se creó una montañita en la mesa mientras que las demás iban desapareciendo. Cuando finalmente terminó, fue a revisar las que recortó.
Si, efectivamente en todas aparecia, pero había algo que no le agradaba. Se veia... diferente. No se veia en aquellas fotos como él se ve en el espejo.
Tomó su silueta recortada y la analizó un buen rato, comparandolas entre ellas y con su reflejo; no lo entendía.
Entre las fotos si se veia el mismo sujeto pero cuando intentaba encontrar alguna similitud consigo mismo simplemente no las encontraba.