Caminó con paso firme por los pasillos blancos del hospital, escuchaba el eco que se creaba por sus zapatos chocando con el piso y constantemente tenia que recordarse a sí mismo a regular su respiración para no caer en la histeria.
Llegó hasta la habitación que le había guiado pero por el rabillo del ojo diviso a un grupo de policias hablando entre sí, después del balazo internaron casi al instante a Bibi en el mismo hospital donde secuestraron a Confi con la única excusa de que la castaña-pelirroja fue atacada exactamente a unos pasos de este. Sin embargo, la vibra que se sentia en el lugar no era muy amigable que digamos.
Todos estaban tensos, como si estar en un espacio donde a cada minuto puede estarse muriendo alguien no pusiera incómodo a cualquiera, la ida y venida de policias armados recordando que ni un lugar como este se está seguro era un bamboleo que la mente de Pascua no disfrutaba en absoluto.
Unos minutos antes del accidente vino a visitar a su hermano y ahora venia a visitar a su amiga en el mismo piso. Necesitó unos minutos para calmarse y no vomitar antes de entrar a la habitación.
El cuarto de la de ojos avellana era exactamente igual a la que le habían asignado al oji-azul en su momento, solo con la leve diferencia de que en el mueble de al lado de la camilla habían flores, cartas, globos, chocolates e incluso un peluche.
–¿Visitas recientes?– Preguntó el de rastras intentando sonar lo más relajado posible.
–De mis hermanos y mi novio, espero que no traigas otro regalo más porque no tengo fuerzas suficientes para forzar más sonrisas– Respondió la acróbata, arrastrando ligeramente la lengua. Seguramente le habían administrado morfina.
–Soy más de palabras y acciones que de objetos– Respondió el mayor, le agradaba mucho Bibi. Era un poco raro que un evento tan horrible en común haya ayudado a florecer esa ridícula amistad llena de comentarios agridulces–Tenemos que hablar de Ya sabes qué.
La cansada sonrisa de Bibi se borró al instante, claro que sabia de qué.
–¿Qué hay de noticias hasta ahora?–La mujer presionó uno de los botones de la camilla y el respaldo empezó a erguirse, ayudandola a sentarse.
–No más de lo que ya sabiamos. Bibi, sé que ustedes conocen a ese hijo de puta mejor que yo, pero tengo una idea de donde puede estar y sobre todo, donde tiene a mi hermano.
Bibi escuchó con completa atención las palabras del mayor, desde el ataque de ira contra el tablero de la información hasta la llamada al número de Huevay, cuado terminó Bibi tuvo que llevarse una mano a la sien para mitigar un dolor de cabeza que todavía no empezaba, pero no tardaba en aparecer.
–Si todavía no tenia nada contra tí acabas de meterte en su "juego"– Bibi hizo las comillas con sus dedos de forma poco seria. No le gustaba como Pascua se había referido a todo esto con esa palabra, como si sus vidas en ese instante no fueran más que una partida de un juego de tablero y que cuando alguién llegara a la meta todo se reiniciaría como si nunca hubiera existido.