Capítulo #2

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Las 8:30 de la mañana. Abro los ojos y me froto la cara con ganas tratando de despejarme. La verdad es que no tengo ni puta idea de qué estoy haciendo despierta a estas horas. No cuando, en un día como hoy, no tengo nada importante que hacer. Pero hay alguna inquietud que se remueve en mi interior y no me deja seguir durmiendo.

Me quedo pensativa mirando al techo. Hoy no tengo ganas de nada, ni siquiera de continuar con mi querida historia. Total, ya he perdido la inspiración por completo, ¿para qué esforzarme en encontrarla? Eso viene solo, no puedo hacer demasiado.

Cierro los ojos, tratando de volver a dormirme. Me concentro en sentir el peso de mi cuerpo sobre la cama, dejando volar mi imaginación de nuevo hacia el país de los sueños. Misión imposible. Estoy completamente despejada. Así que muy a mi pesar me levanto de la cama, no sabiendo muy bien qué cojones voy a hacer a las 8:30 de la mañana.

—¿Sarah? —la voz de mi madre retumba en el baño.

—¿Qué?

Ella abre la puerta y asoma la cabeza.

—Ah, nada. He escuchado un ruido y no sabía si eras tú. ¿Qué haces despierta a estas horas? —pregunta sorprendida. Le parece extraño que esté vagando por la casa tan temprano porque yo soy lo que viene siendo... una marmota.

—Me he despertado y no podía seguir durmiendo —explico en un hilo de voz frotándome los ojos. No quiero ni mirarme al espejo, mi cara tiene que ser de risa.

—Hazme un café, anda —suplica antes de cerrar la puerta.

La palabra café hace que mi cerebro recuerde el dulce perfume de aquella mujer de la cafetería. La amiga de Alex. Incluso siento que soy capaz de volver a olerlo. Me encuentro sonriendo en medio del pasillo con la mirada fija en el suelo. Tardo unos segundos en despertar de este extraño ensueño y miro la puerta del baño. Menos mal que mi madre no me ha visto sonreír a la nada como una idiota, habría pensado que estoy perdiendo la cabeza.

Meto una cápsula de moca en la cafetera y tras esperar unos segundos a que esta esté caliente, activo el botón. Quedo embobada observando cómo cae el café en el vaso y vuelvo a sonreír sin saber muy bien por qué.

¿Qué mierda me está pasando?

Mi madre no tarda en aparecer por la cocina. Pongo su café en la encimera y un sobre de azúcar al lado. Ella me mira extrañada.

—¿Tú no te haces uno?

Niego lentamente con la cabeza.

—No, yo... creo que... voy a ir a desayunar con la tía Alex. —respondo finalmente.

—¿Otra vez? ¿No fuiste ayer?

—Sí pero...

"Quiero ver de nuevo a esa mujer tan extrañamente atractiva", pienso.

—... ya sabes que me echa de menos si no voy —concluyo.

—Sarah, deberías de ahorrar. Pagar todos los días un desayuno al final es un gasto que podrías omitir.

Realmente tiene razón, pero necesito ir. Se hacen las 9:15 de la mañana mientras me preparo en el baño. Me tomo mi tiempo ya que he estado dudando bastante sobre qué ponerme, y decido echarme una base de maquillaje para tapar los casi invisibles granitos que me han salido en la mejilla.

Mi madre ya no está, cosa que agradezco porque olería a larga distancia lo nerviosa que me estoy poniendo solo de pensar que puedo volver a verla. Me miro en el espejo una última vez antes de salir a la calle.

—Ala, venga... ya está la pesada aquí otra vez —el agradable saludo de mi tía no se hace esperar.

—Buenos días, ¿qué tal estás esta mañana?

Llámalo DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora