Un nuevo taxi, me llevó al puerto. Inicié la búsqueda de alguien que me quisiera o pudiera llevarme la isla. Estuve preguntado aquí y allí, durante una hora, que finalmente fue toda la mañana. No hubo suerte.
Nadie, no había ni un solo marino que quisiera llevarme a Poveglia. Con tanta pregunta descubrí que algunas de las cosas que ponen en Internet son datos erróneos. Por ejemplo, dicen que los marineros no se acercan a la isla a pescar por temor a pillar huesos humanos en sus redes. No es cierto, bueno si es cierto que no se acercan a pescar, pero el rumor que corre es otro, dicen que el alma de los muertos ahogados espantan a los peces, por lo tanto no hay nada que pescar en aquella zona, por lo que ir allí sería perder el día. También dicen que los pocos peces que habitan por la isla vienen del reino de las sombras para velar que ningún alma se escape del fondo del mar. La gente de esta zona era muy aprensiva con respecto a este tema. Sin lugar a dudas ese islote tenía una fama más que justificada.
De nuevo, en más de una ocasión tuve esa sensación, algo que cada vez me sucedía con mayor frecuencia. Tenía la sensación que varios ojos me seguían allá por donde fuera.
Al final entré a tomar un refresco en un local público. Estaba sentada en esa taberna, con la esperanza perdida y la cabeza gacha. Un leve sonido hizo que me incorporara. Ahogué un grito. A un metro de mi se había sentado un hombre, por la pinta era un marinero de piel curtida por el sol, el pelo entre cano, delgado y su mirada... ausente. Me habló sin mirarme. Al principio observé a ambos lados, derecha e izquierda creyendo que hablaba con otra persona. No, Era a mí a quien hablaba.
-Srta., no debería preguntar por esa isla. ¡Está maldita! –dijo el hombre sin mirarme.
-Pero necesito ir allí, Tengo dinero. ¿Me podría llevar usted?
-¡por tu bien! Aléjate, vete lo más lejos posible de esta ciudad y olvida la isla.
-Escuche Señor, tengo que ir. Si no es usted ¿Quién podría llevarme?
-Por estos alrededores y en un radio de 200 Km. A la redonda, no creo que encuentres a nadie. Vete. –Diciendo esto el hombre se levantó y lo mismo que vino, se fue.
Ni siquiera me miró a la cara. Nada más irse el marinero se me acercó una chica, debía ser bastante más joven que yo.
- ¿Quieres ir a la isla? –me preguntó sin rodeos en perfecto castellano.
- S.Sí, -logré decir de forma entrecortada.
- Genial, necesitamos, un capitalista que nos financie el viaje, eso si, tenemos que
ir por la noche, por la mañana está todo muy vigilado y sería imposible.
Era una chica de unos 18 ó 19 años, rubita, aún tenía cara de niña, era delgada y llevaba un pantalón oscuro y una blusa de color verdoso.
- ¿Cómo te llamas? –le pregunté. Debía ir con cautela. La chica me hablaba muy
deprisa y parecía bastante excitada.
- ¡Ah! Perdona, lo siento es que te llevamos observando toda la mañana.
- "Eso es" –pensé- "de ahí la sensación de vigilancia"
La chica siguió hablando.
- Nosotros También queremos ir a la isla, tenemos quien nos lleve, pero no tenemos dinero. Me llano Anna.
- Joder, has dicho ¿"nosotros"? –pregunté incrédula.
- Si, somos seis, hace ya mucho que queremos, ¿cómo te diría? Queremos saber si
aquello que dicen es cierto. Somos un grupo de estudiantes de ciencias paranormales, es una oportunidad única de conocer la verdad. Estamos dispuestos a hacer lo que sea.
- Escucha Anna, -dije mirándola con convicción- si se algo de esa isla es que no debo ir de noche, quiero ir, pero....Hay que ser prudentes. Si queréis que os financie el viaje, está hecho, pero vamos de día.
La chica me miró unos instantes, a pesar de no ser grandes, tenía unos hermosos ojos
Verdes, después sonrió. Fue una sonrisa exageradamente amplia.
-¡Si! Si Si Siiiiiiii, -gritaba mientras saltaba. Me tendió una mano- ¡trato hecho!
En una hora en la puerta del "Danieli", reúno a los chicos y nos vemos allí.
Mientras corría en busca de la salida, me gritó:
-Te he oído hablar con ese tío, ¡Tu Italiano es perfecto!
-Me dejó inquieta mientras me rebullía nerviosa en mi asiento.
-Pero si he hablado todo el tiempo en castellano –me dije en voz baja.
La miré mientras se perdía por la puerta de la taberna. Mi vista divagó por el local y por primera vez noté la mirada del marinero clavada en mi.
Salí de la taberna, miré al horizonte. Esa mañana era fría. La bruma del mar había subido y la humedad se pegaba a mi piel. Llegué al lugar de encuentro con el tiempo muy ajustado, respiré hondo pensando que era lo que me encontraría en aquel lugar tan misterioso. Al momento, Anna salió con tres chicos y dos chicas más. Hicimos las oportunas presentaciones sin prestarle mucha atención a los nombres.
Comenzamos a andar hacia el puerto. En la bajada, se veían como las calles cada vez eran más estrechas, más oscuras y lúgubres. Las casas eran muy viejas y estaban deterioradas. Cada vez me gustaba menos. Tenía el presentimiento que algo iba a salir mal.
-Oye Anna, ¿a dónde vamos?- pregunté, algo intimidada por el lugar.
-No te preocupes, el marinero que nos va a llevar vive por aquí cerca. Tenemos que ir con cuidado porque nadie quiere acercarse a la isla. Dicen, que el que lo hace, tiene una maldición de por vida. Parece ser que este hombre la lleva puesta desde hace unos años -me dijo en tono divertido.
Llegamos a una casa que, como todas en Venecia tenía una puerta que daba al canal. En la puerta había una barcaza y un hombre en ella. Un hombre demasiado delgado de unos sesenta años. Era muy moreno con la piel curtida por el sol. Sostenía un cigarrillo en la boca aunque no lo tenía encendido.
-Este es- me dijo Anna al oído.
La chica se acerco al hombre mientras los demás esperábamos. En un momento nos dio la señal de que podíamos subir. Una vez dentro, Anna me miro algo contrariada.
-Amal, este es Aurelio y quiere el dinero por adelantado –dijo.
La miré con cara de asombro pero esta vez no doblegaría.
–No, cuando nos lleve tendrá la mitad del dinero y cuando nos recoja sanos y salvos tendrá la otra mitad. Si no es así no hay dinero.- dije para mi asombro.
El hombre refunfuñó dándose la vuelta y habló con Anna. –Dice que de acuerdo, que necesita el dinero y dice que le has caído bien.- dijo
-pues entonces en marcha- maticé con semblante serio.
Aurelio arrancó el motor de la barcaza y se puso en marcha. Pasamos por unos canales muy estrechos y ni siquiera había transeúntes. Nos metimos en una calle y al final se veía la amplitud del mar.
Bordeamos Venecia hasta que salimos a mar abierto y en cinco minutos llegamos a la famosa y temida isla.
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AMAL
AdventureAmal cariño, ya tienes el desayuno preparado- dijo ella en voz alta - ya voy abuela, ya casi estoy- llegué enseguida a la cocina - que bien huelen esas tostadas- le dije dándole un beso. Me quedé observándola. Era la mejor abuela del mundo y c...