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 Las dos corrimos hacia el muro, palpando y golpeando suavemente, en un mismo lugar coincidió aquel sonido, hueco, sonaba a hueco. Había algo detrás de esa pared. 

De pronto se escucharon unos disparos.

-Amal vamos, hay que romperla- me dijo Anna

Cogimos una barra de acero del suelo y la emprendimos a golpes con el tabique hasta que conseguimos hacerle un agujero.

Nos ayudamos  de las manos desnudas para terminar de soltar  los ladrillos hasta que conseguimos abrir un hueco con la suficiente anchura para poder pasar nosotras. En ese momento la puerta se abrió de golpe. Gritamos y al girarnos en nuestro rostro había miedo, pero también rabia y  la barra en la mano  bien agarrada para darle un golpe al que fuera. Allí estaba Alain.

Mi rostro abrigó el asombro, solté el trozo de metal y corrí hacia él. Lo abracé con fuerza

Alain, casi como si no me conociera, me apartó de su lado –vamos, tenemos que seguir avanzando, la Orden no tardará en llegar- dijo fríamente. Su mirada se desvió hacia Anna.

Mi cara en ese momento lo decía todo. –Alain ¿me has utilizado para llegar hasta aquí?- dije compungida

-No es el momento Amal- dijo con semblante serio.

-comprendo- dije con resignación,

Respiré hondo y armándome de valor cogi las riendas de la situación.

-bien, llegaremos hasta la puerta, en cuanto sepa como destruir la puerta lo haré y nunca más nadie pasará por esto. Me da igual que sea milenario o lo que sea que tenga y cuando termine todo, no quiero saber nada de vosotros ni quiero que os acerquéis a mí. Ahora podemos seguir.

Avanzamos a través de la pared. Aquel lugar era el pabellón que aparecía en el plano que me enseñó Anna en la recepción. Avanzamos como 200 metros y el pasillo giraba hacia la derecha.

Al final de éste había una puerta redonda de metal, como las puertas de un búnquer antiguo. Alain y yo, no cruzamos palabra alguna en todo el trayecto.  Aquella especie de escotilla acorazada no tenía ninguna cerradura.

     -Dame la llave Amal –Dijo Alain.

     -¡No! –Me sorprendía a mis misma diciendo.

     De pronto me encontré en el suelo, con la parte izquierda de la cara dolorida, Alain me había abofeteado con tal fuerza que me lanzó al firme del piso. Mi cara era un cuadro de picasso.

     Anna se quedó al igual que yo, petrificada, pero enseguida reaccionó.

     -¡Que diablos estas haciendo! –Le gritó-

     -¡Cállate! –vociferó Alain. –Amal, no te lo voy a repetir, extendido la mano hacia mi.

     -¡Dios Santo! –dijo de nuevo Anna. Avanzó hacia el chico y lo cogió del brazo.

     -¡Alain, mírame, soy Anna!

     Alain empujó con fuerza a la chica que golpeó la pared y rebotó cayendo al suelo.

     Luego puso toda su atención en mi, con una mano me cogió el cuello y me alzó obligándome a levantarme, me apretaba con tanta fuerza que pensé que sus dedos se hundirían en mi piel como si fuera mantequilla. Lo miré a los ojos y no parecían suyos. Su mirada había desaparecido. En ese instante no me reconocía. Mi cara oscilaba entre un color rojo y amoratado, mis ojos prácticamente querían salirse de sus órbitas, mi boca se abría y cerraba buscando con ansia el aire que no llegaba a mis pulmones, mis manos se aferraban como garras al brazo de Alain intentando que soltara su presa. No podía más, sentía como me doblegaba, mi mente empezó a divagar y mi visión se nublaba en parte por las lágrimas en parte por la falta de oxígeno.

       De pronto aquella garra aflojó su presa. Cuando el aire entró de nuevo en mis pulmones sentí renacer de nuevo. Cuando me recuperé Anna estaba de pie, con la barra de hierro en la mano y temblando de pies a cabeza, Alain estaba tirado en el suelo, todo lo largo que era de su cabeza manaba a borbotones oscura sangre.

-¿qué es lo que ha pasado?- dijo Anna mientras yo intentaba levantarme del suelo.

-No lo sé, pero no era él, parecía poseído- dije tocándome el cuello.

-¿estás bien?- me preguntó ella mientras se acercaba a mi

- No, pero hay que seguir- retrocedí al instante al ver que se acercaba para tocarme.

¿qué hacemos con Alain?- me preguntó

-déjalo, cuando vuelva en sí que me busque si quiere- dije tajante

-Amal, tengo que explicarte......

-No, no quiero saberlo. Vamos, tenemos que avanzar y terminar con esto de una vez- dije

Me descolgué la mochila y rebusqué por ella. Al tacto sentí a Ruby. La cogí y me la metí en el pantalón como hacen en las películas. Seguí mirando y encontré la llave que me dio el Inspector Pinaud.

Me dirigí hacia la puerta y observé la cerradura. Mi llave no encajaba en ella. Coloqué mi mano en la puerta para conectar con Amalia.

En un instante, estaba con ella. Sentía su dolor y su miedo. Tenía una llave igual a la mia y tiró de ella hacia atrás y giró el extremo redondo. Introdujo la llave y volvió a girar ese mismo extremo hacia el lado contrario. De pronto Amalia se volvió hacia mi y me dijo

-ten cuidado, no te fies de nadie. Nada es lo que parece- y se desvaneció.

De pronto abrí los ojos y me encontraba tumbada en el suelo junto Alain.

Las palabras de Amalia retumbaban en mi cabeza, ya las había oído. El inspector Pinaud me dijo lo mismo.

Cogí la llave e hice lo mismo que Amalia en mi visión. La puerta se abrió al instante. Entramos por ella y había una habitación. En ella había estanterías a ambos lados de la estancia y estaban llenas de conservas. Si que era un búnquer.

-no me extraña que esto esté en este lugar. El edificio ha soportado varias guerras y aquí había gente importante. Lo que no entiendo es el acceso que tiene. – dijo Anna algo sorprendida.

-da igual Anna que esto esté aquí, tenemos que encontrar la siguiente puerta.-

Estuvimos mirando por toda la estancia. Cada rincón de esa fea habitación no tenía nada. Al pronto Anna y yo nos volvimos hacia la puerta y vimos una sombra.

Mi primera acción fue sacar la pistola que tenía en mi espalda.

-¡Sal de ahí, estoy armada! – grité

De pronto una silueta se fue acercando hacia nosotras. La tenue luz de las linternas no daba para mucho.

-Amal, no dispares- dijo el chico

Intenté fijarme más. Me sonaba la silueta de él y cuando lo tuve más cerca pude reconocerlo, era el joven que me ayudó en el hotel

-¿tú? ¿qué haces aquí?- pregunté

-Dije que iba a ayudarte y eso estoy haciendo- me respondió - ¿quién es ella? ¿y el chico que está fuera?

- Ella me está ayudando- dije muy seria –y el chico, lo mismo. Creo que ha sido poseído, este lugar da escalofríos y pasan cosas muy raras.

-¿y tú quién eres?- pregunto Anna

-Soy Marco Manzotti- dijo él

-¿Manzotti?- repetí

-Sí Amal, como has oído. Amelia era mi abuela.

AMALWhere stories live. Discover now