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Llegué al motel. Cerré la puerta con pestillo y corrí las cortinas. Me senté a hojear el libro que me dio Nicole, decía cosas que apenas entendía. Por otro lado cada vez me obsesionaba más esta historia. En principio solo me llamó la atención aquel casual encuentro, ¿o no tan casual? con aquel chico. De pronto me encontraba metida en una alucinante historia de sectas o entidades secretas. ¡Uff! no sabía que pensar. El libro llamó  poderosamente mi atención, algunos pasajes hablaban de hechos que aunque no conocía, no me resultaban del todo extraños. Estaba tan sumida en sus letras, que apenas me enteré cuando llamaron a la puerta. Sobresaltada me incorporé como un muelle, durante un rato eterno, me quedé allí, de pie como una boba, esperando de nuevo sentir los pequeños golpes en la puerta de madera. Una vez el toc toc sonó claro, de nuevo me lleve un susto de muerte y con mucha precaución, casi de puntillas me acerqué a la puerta y miré por la mirilla. Era Alain. Al instante me relajé y con una alegría que incluso yo mismo acogí con sorpresa me apresuré a abrir la cerradura. El atravesó rápidamente el umbral de la puerta y me apresuré a cerrar el pestillo. Alain, resueltamente, como si lo hubiera hecho toda la vida se abalanzó sobre mí, atrapando con sus manos mi cintura. Sus labios buscaron los míos, su mano cogió mi cabeza, mientras la apretaba suavemente hacia él, su boca entreabierta saboreaba la mía. Su otra mano acarició mi mejilla y durante un rato que no puedo determinar estuvimos bebiendo el uno del otro.

 Cuando por un breve instante dejo de besarme me quedé embelesada, mis labios humedecidos, mi boca entreabierta, mi cuerpo encendido de deseo.

Sus manos se deslizaron por debajo de mi tenue camiseta, desabrocharon el sujetador con determinación y sus dedos recorrieron mi espalda.

 Mis pechos, estremecidos por el deseo, se aplastaron contra su poderoso torso, cuando me atrajo hacia él.

Apenas podía reaccionar, me saco la camiseta con una sola mano, después con igual maestría se libró de mi sujetador.

Entonces, mientras me besaba el cuello, una de sus manos se apoderó de mis senos, su contacto quemaba mi piel.

 ¡Dios! Me estremecía entre sus brazos.

  Me empujó suavemente sobre la cama. Y sus labios sin prisa, trazaba mapas de deseo, primero sobre mis hombros, luego sobre mi cuello, a veces me susurraba al oído, palabras que apenas entendía, en ese endiablado idioma del amor que es el francés, y cuyas palabras conseguían enervarme cada vez más.

Sentí sus manos en el botón del pantalón, sentí sus dedos deslizarse entre mis piernas.

¡No podía más! Me besaba como nadie lo había hecho nunca. Yo ni siquiera podía responder a sus caricias. El parecía un Dios del sexo y yo una esclava sumisa. Sentí como sus dedos me acariciaban sin entrar en mí, como mi ropa interior se manchaba por la humedad del deseo.

        -¡Dios! –Volví a repetir, pero no era eso lo que escuché salir de mis labios, mis ojos estaban cerrados, guardando la intensidad de ese momento, no dejando escapar ni uno de esos instantes de placer. Mi boca entreabierta dejaba escapar gemidos que hasta ahora había sostenido, pero que ya era imposible parar.

     -Entonces beso mi vientre, hasta alcanzar el inicio de mi sexo, jugó con su lengua en mis inglés, separó mis piernas con determinación y sentí el contacto de su lengua rozar mi sexo, mientras que con sus dedos se aferraba a mi trasero.

     Entonces, sin poder remediarlo un espasmo recorrió mi cuerpo y cogí su cabeza apretándola con fuerza entre mis piernas, esa no era yo, o tal vez si, mi lado salvaje, jamás nadie lo había sacado hasta entonces. Apreté los ojos sin poder contener un orgasmo, tan intenso que cuando terminó, mi cuerpo quedo inerte en la cama. Sin aliento.

     Alain me miró a los ojos con una intensidad devastadora, me dio la vuelta y acarició mi espalda con sus besos. De nuevo sentí palpitar el deseo en mi interior.

     ¡Dios mío! No era posible, sentía de nuevo arder en mí un calor abrasador mientras Alain se situaba en mi espalda. Noté como su miembro buscaba lo que yo tanto ansiaba. Sentí el contacto como brasa de fuego de placer en mi húmedo sexo, y entró en mi... despacio, entonces sin poderlo evitar, volví a gemir. Alain aceleró el ritmo mientras yo, sin poder evitarlo volvía a contraerme y dejaba escapar de nuevo gemidos de placer. Mi cuerpo inmerso en el deseo, sin poder controlar ese ímpetu que me penetraba con un ritmo devastador,  estallaba de nuevo en mil pedacitos de incontrolada lujuria.

-Me desperté a su lado. Miré el reloj, eran las 03.00. A mi lado estaba el. Alain. Era alto. Tenía el pelo rizado y corto. Su piel, era más morena que la mía y empezaba a salir la barba, era muy atractivo. Recordé sus ojos color miel y esa mirada intensa y sigilosa.

 -¡Dios mío! –pensé mirando su cuerpo, y yo pensé que conocía bien como era el sexo.

Su nariz ¡Ah! Su nariz era recta, perfecta. Tenía unos labios más bien finos pero muy suaves.

Su incipiente barba lo hacía parecer más interesante y a la vez muy atractivo. Tenía un cuerpo atlético. Cada vez que me abrazaba, sentía su fuerza.

-Me gusta que me mires cuando duermo- dijo con los ojos cerrados aun. Sonreí y volví a besarlo.

Hicimos el amor, otra vez.

Me di una ducha y me vestí rápidamente. Cuando salí del baño Alain ya estaba vestido. Miraba por una rendija de la ventana con semblante muy serio.

-Te han seguido. Hay que salir de aquí.

Cogí mi mochila y el libro que me dio Nicole.

-¡Vámonos! –le dije mirando la miel de sus ojos

Bajamos al vestíbulo del hotel y pague la estancia. Le pregunté al recepcionista si tenían salida por detrás y nos dijo como salir y llegar al aparcamiento sin  que nos vieran pero la salida daba a la calle principal.

-Salgo yo y los entretengo, a continuación ve al garaje, busca un lugar tranquilo, lejos de aquí, mi objetivo es protegerte.

-Pero...

-¡No te preocupes! –Me interrumpió-  te encontraré, no lo dudes.

Diciendo esto salió por la puerta principal. Oculta tras la ventana pude ver como se acercaba al coche oscuro que nos vigilaba al otro lado de la acera. Al pasar junto a la ventanilla la golpeó haciendo añicos el cristal delantero, en el lado del conductor. Introdujo medio cuerpo dentro del coche, agarró al piloto por la pechera y lo sacó fuera de un tirón. La reacción fue inmediata, se abrieron las puertas de atrás y varios sujetos se abalanzaron sobre Alain.

Contuve un grito ahogado, pero sabía que tenía que huir. Me armé de valor y corrí  hacia las puertas giratorias.

-¡Dios mío! –grité asustada. Varios hombres entraban en ese momento.

El primero clavó su mirada en mí. Frené en seco, retrocedí algunos pasos, y... 

AMALWhere stories live. Discover now