11.-

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11.-DESCONOCIDO

         Salí corriendo hacia las escaleras, no miré atrás. Corría frenéticamente subía los escalones de dos en dos, de tres en tres, hasta que me quedé sin peldaños. Estaba en la segunda planta. No había más. A través del pasillo realicé una delirante búsqueda, intentaba abrir todas las puertas.

             -¡Joder! –Dije en voz alta- en las películas siempre hay una puerta abierta.

             Terminé de recorrer el pasillo, estaba desesperada.

             -¡Dios mío! ¡Dios mío! Murmuraba lo más bajito posible. Con todo el cuidado que pude volví a la escalera, pero inmediatamente retrocedí, habían llegado, oía sus pasos amortiguados por la roja alfombra que recorría el piso.

             Tenía unas ganas terribles de llorar, pero no conseguía derramar ni una sola lágrima, imagino que para compensar esto empecé a temblar, los dientes, era imposible pararlos, parecían unas castañuelas de juguete a la que le habían dado demasiada cuerda. Estaba perdida.

             Cerré los ojos y noté como me cogían desde atrás, me tapaban la boca y me alzaban en el aire. Cuando los abrí estaba dentro de una habitación, junto a mí, había un chico, en la penumbra no pude distinguir sus facciones. Tenía un dedo en la boca y un leve siseo salía de sus labios pidiéndome silencio. Me hizo un gesto con las manos que me resultó familiar. Asentí con la cabeza. A un par de metros estaba la puerta, se acercó a ella con cuidado de no hacer ruido y puso la cabeza en la madera a modo de escucha. Una vez más, me miró tranquilizándome con las manos. Estuvimos un buen rato así, el escuchando, yo de pie, con el cuerpo aún tembloroso. No sé el tiempo que pasamos de esta manera, debió ser bastante.

              Por fin, se alejó de la puerta y fue hacia la ventana, con cautela miró a través de las cortinas. Llevaba un pantalón vaquero y una camisa rosada de cuadritos blancos. Me indicó por señas que me sentara en la cama. Cogió una silla sentándose a un metro de mí.

     -        ¡Joder! Exclame cuando por fin pude verlo bien. Era el chico del restaurante. Con el que tropecé al salir.

             -non parlare, solo sentiré capito?  Excusa... -dijo y volvió a repetirlo.

             -No hable, -me dijo-  escucha. ¿Lo entiendes?

             Su idioma era pésimo, era una especie de Italo-Español, pero se podía entender, así que asentí con la cabeza.

             -Estoy aquí para ayudarte. No temas. Si ahora entraran en esta habitación, a mí probablemente me matarían. Pero a ti no te harían nada. Te necesitan viva.

             -Vamos a salir, tengo el coche en el garaje del hotel al igual que tu es un lancia ypsilon de color gris. Si todo sale bien y podemos llegar hasta los coches ¡Sígueme!

             -De momento quédate aquí, voy a comprobar que todo está bien.    

            A continuación el chico salió de la habitación cerrando la puerta.

            -¡Sepa Dios a que orden o secta o lo que sea, pertenece este! Dije en voz baja.

            -"bueno, al menos me ha salvado la vida pensé"

            Volvió en 5 minutos. Abrió la puerta y sin entrar me hizo señas para que saliera.

            Bajamos las escaleras, salimos a la calle. No pude apreciar señales de lucha, ni siquiera estaban los restos de cristales de la ventanilla del coche. Apresuramos el paso y entramos en el parking. Corrí hacia el G Force abriéndolo sobre la marcha, tiré la mochila en el asiento del conductor, cerré la puerta y suspiré hondo.

             Ya estaba el ypsilon delante de mí, arranqué el motor y lo seguí, salimos del garaje, en muy poco tiempo estábamos circulando por la nacional, el chico cogió un desvío y conducimos alrededor de 60 Km. Por esa carretera. Durante el trayecto se me ocurrieron mil cosas diferentes. Estaba muy preocupada por Alain. Finalmente Se apartó por una especie de sendero que llevaba al interior de  un bosque, paró el coche y se bajó.

     Ni siquiera me hablo, lo primero que hizo fue sacar un aparatito del bolsillo el cual empezó a pasar por toda la superficie de mi vehículo. Al llegar a la zona trasera, en la rueda derecha empezó a pitar desaforadamente. El chico introdujo una mano por debajo del metal por encima de la rueda y tanteó durante un rato. Sacó un dispositivo pequeño que emitía una luz azulada apagada. No contento, siguió buscado aquello que fuera de nuevo. Al llegar a la parte de atrás del coche, el cacharro ese volvió a pitar. Introdujo de nuevo la mano en la parte de atrás del vehículo y volvió a sacar otro pequeño transmisor, este tenía tenue luz roja, no parpadeaba, estaba constante.

             -Son transmisores.-dijo el chico.

             -¿Pero por que han puesto dos? –pregunté arrugando la frente

             Un amago de sonrisa nació en la boca del joven.

             -Son dos tipos de aparatos diferentes. Parece ser que hay más de una organización detrás de ti, pero no perdamos tiempo. A partir de este momento soy tu. Coge lo que te haga falta y dame las llaves de tu coche.

             Fui a protestar, pero al fin y al cabo ya me había resignado, no podía escapar de esta situación. Cogí lo necesario, al abrir la guantera del coche entre otras cosas, me di cuenta que allí, estaba la cajita con la llave que me dio El inspector Pinaud. Ahogué una exclamación y metí el estuche en mi mochila, junto a la pistola y el resto del dinero.

             El chico me entregó las llaves de su coche. Me indicó un pequeño sendero.

             -Sigue por ahí, llegarás a una pequeña carretera, continua por ella. Te llevará a la autovía. Continua hasta agotar el depósito, no pares. Ahora nuestra prioridad es despistarlos.

              Diciendo esto, el chico subió al que hasta ahora había sido mi vehículo, llevaba los dispositivos de seguimiento en la mano, vi como los soltaba en el asiento delantero del copiloto, arrancó el coche y bajando la ventanilla me habló.

             -¡No tenemos tiempo! ¡Sal de aquí! ¡Huye!

             -Y... y Alain –Pregunté con preocupación.

             - ¿Alain? – ¡No te fíes de él! ¡No te fíes de nadie!

Arranqué el coche entre  por el sendero y tal y como me dijo el chico del restaurante llegué a la autovía. Mi cabeza iba a mil por hora.

                              .... A Amagarbi, por su confianza en mi, Gracias compañera.

AMALWhere stories live. Discover now