02. Tsunayoshi Sawada

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La vida es cruel y sobre todo la mía, desde que tengo memoria se que he sido un cielo, uno con las llamas más puras que existen, por lo que me he tenido que esconder, esconder mis llamas, para que nadie intente armonizar conmigo sin mi permiso o a la fuerza.

Esconder mi fuerza me mata lentamente, lo bueno es que mis padres me protegen y de vez en cuando mi abuelo me visita y con él sí que puedo despegar mis llamas para abarcar lo que estas quieran.

Cuando las veo así, tan libres, tan vivas, hace que me alegre de solo verlas y no quiera volver a esconderlas, pero se que eso es peligroso, y más si no tengo ningún elemento que me proteja o evite que pueda armonizar con otro elemento del mismo tipo y es que nunca ha aparecido ningún cielo que haya podido armonizar con varias personas del mismo elemento.

Camino suspirando pesadamente hasta dirigirme al instituto, de vuelta a la rutina. El chupete que estaba en mi cama esta mañana va a traerme más problemas de los que ya tengo, pero aun así lo he traído guardado en mi mochila, no se que pueda pasar y si ha aparecido en mi cama será por algo.

Paso por la puerta de la gran institución a la que las personas llaman instituto, veo al presidente del comité disciplinario, Hibari Kyoya, y le saludo como todas las mañanas mientras que el asiente con su siempre cara vieja, es en serio como siga así no llegara a los veinte sin parecer un viejo. Él solo me dice herbívoro, no entiendo para nada ese tipo de clasificación, pero supongo que me llame herbívoro y no omnívoro no debe ser malo, ¿no?

A lo lejos pude ver como Mochida y su grupo me miraban sonrientes, a lo que yo solo puedo suspirar, si están contentos malo y si están cabreados, peor; uno ya no sabe como acertar con ellos, es más, me atrevería a jurar que deben tener algo suelto en eso a lo que ellos llaman cerebro.

Me cambié los zapatos y me dirigí a mi clase, podía notar como ese grupo que pone en duda a la evolución humana me seguía de cerca, intentando que no los notase, necesitarían mil años para que no me diese cuenta de que me siguen y más si ni siquiera saben como esconder su presencia. A su vez sentía a mi hyper intuición saltar como loca, algo que no me gusta, pero no se relaciona con esos, parece que viene de clase; ¿será que tengo algún examen sorpresa? No creo, y aun así no soy tan tonto, ¿Nezu-sensei estará de malas hoy? Bueno eso no es novedad, así que no creo que sea eso, ¿y si ya han descubierto que tengo...

No me dio tiempo a seguir pensando porque supe al instante el porque del aviso de mi intuición, alguno de los chistosos de mis compañeros se les ocurrió la brillante idea de colocar un cubo de agua arriba de la puerta para mojar al primero que pasase por ella. Veo a los responsables y algún que otro compañero riéndose, de verdad que no le encuentro la gracia.

Decidí dirigirme a la enfermería y saltarme la clase, no es que sea invierno ni nada pero estamos empezando la primavera y por la mañana aun se siente esos últimos vestigios del frio invernal y no quiero pasarme una semana enfermo en casa.

Caminé hasta allí, en donde me seque y me puse el uniforme de educación física, al menos ese no se ha mojado, la enfermera aun así me dio un poco de té y me recomendó que descansara un rato.

Cuando volvía a clase me encontré con la persona más temida de todo el instituto, e incluso la ciudad.

-Por no respetar las normas de vestimenta, kamikorosu- dijo mientras preparaba sus tonfas para golpear directamente en la parte inferior derecha de mis costillas. Pude esquivar el golpe pero eso no le hizo gracia.

-Espera Hibari-san, mis compañeros me gastaron una broma y acabe empapado y solo tenía el uniforme de educación física, mira vengo de la enfermería- dije calmado mientras esquivaba todos sus golpes y le extendía el justificante que había hecho la enfermera para el profesor de primera hora.

UN NUOVO CIELO PER GLI ARCOBALENIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora