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Sin comprender del todo las palabras de la pelirroja, que se encontraba bastante alterada, Dan asintió, poco convencido. ¡Aquella chica se desangraría! Y era lo que menos deseaba en esos momentos... Tenía que ponerla a salvo...

«¡Eh, Tess! —una voz masculina, cercana y conocida, la llamo desde la puerta... Cuando la pelirroja se percató y vio al chico su expresión cambió. Al fin alguien que conocía bien sus vidas, un amigo, una cara amiga. Ethan, el novio de Beth—. «¿Estáis bie...?» —no llegó a terminar la frase ya que conforme se acercaba pudo ver inconsciente el pequeño cuerpo de su amiga, el pelo de la cual cubría casi el rostro de ésta—. «¡KALAE!» —gritó acercándose a la chica, sin soltar a su novia y mirando a Dan con desprecio, sin conocer ningún detalle aún de la situación, con alteración— «¡Tú, suéltala ahora mismo!»

«Ethan, ¡para, EH!» —Eli tiró de él para que no encarara al cantante, que le miraba, para qué negarlo, asustado. Dan no sabía quién podría ser aquel joven hombre, pero ta sabía que tenía carácter y que sería difícil de controlar—. «Es Dan, Ethan, Dan Smith... Eh, EH... Shh...» —abrazó al chico de mirada oscura y largos cabellos, los cuales caían por su frente, alborotados, para tranquilizarlo al momento. Los abrazos de la chica de cabellera dorada siempre conseguían evitar (o retrasar) aquello que siempre o casi siempre salía a la luz cuando el genio del hombre de mirada lobuna se desataba.

Daniel, sin saber qué decir volvió su mirada a la pequeña y delicada chica, que empezaba a abrir los ojos lentamente. Los irises completamente azules del cantante pudieron ser vistos hasta por la pelirroja, que se encontraba a una mínima distancia, contemplando la escena. Podían ser vistos ya que estaban completamente abiertos, por la mezcla de sorpresa y tranquilidad. Estaba a salvo y respiraba profundamente...

«Hmm...» —sus ojos volvieron a cerrarse, pero la respiración de la joven de mirada lupina ya era perceptible, lo cual le tranquilizó aún más. Tanto al famoso cantante como a Tess, Kyle y a...

Ethan y Elizabeth seguían abrazados, no debían soltarse. Aquella era su promesa.

Si él perdía el control, estarían perdidos. Y tendrían que huir, como na última vez...

Su estancia en aquella ciudad estadounidense fue lo mejor y lo peor que les pudo pasar. Se conocieron, lo mejor de la vida de ambos; pero les pillaron, descubrieron su secreto. Ninguno de los dos olvidaría ese maldito día de septiembre, trágico día en el cual ella casi muere. En el que él casi es asesinado. Maldito Brisbane, todo por culpa del padre de la chica.

¿Cómo podía ser Eli tan increíblemente buena y su padre tan cabrón...?

Ambos querían olvidar, tenían que olvidar. Por eso su abrazo no terminó pese a los suspiros de tranquilidad de sus compañeros, de sus amigos.

«¡Eli! ¡Está bien!» —exclamó en voz alta la pelirroja, sabiendo que no debía acercarse a la pareja. En el tiempo que llevaba conociéndolos se había percatado de que cuando se encerraban en aquella burbuja, lo mejor era...no explotarla, por lo que no se acercó— «¡Kalae está consciente!» —la rubia juró que había una leve sonrisa en el rostro de Tess, pese a que no la vió. Solo miraba los oscuros ojos de Ethan, que mordiéndose el labio, respiraba con dificultad—

«Ethan, tranquilo... Estoy contigo, te quiero...» —esas últimas palabras rompieron la coraza que había formado su tensión y la besó. No le importaba que les mirasen. Su amiga estaba bien, viva, por lo que ¿por qué comerse más la cabeza?—.

«Y yo a ti, Eli... Más que mi propia vida»

«La obsesión toma el control»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora