-23:57 h.-

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No sabían cuanto tiempo había pasado hasta que llegó aquel taxi,
conducido por un hombre de mediana edad que resultó ser simpático y tranquilo... Lo cual tranquilizaba también su conducción. Dan probó meterle prisa de todas las maneras posibles, sin saber hacerlo, ya que se le daba mal mentir. Hasta llegó a decir que su mujer estaba de parto, cosa ante la que Kyle, sentado enfrente no pudo evitar reprimir una sonora carcajada, casi retorciéndose de la risa. Ni Dan tenía mujer ni mucho menos un hijo, pero gracias al Ángel, o a Dios, el conductor, llamado John, respondió ante aquello y aceleró, y bien que lo hizo. Llegaron a la dirección que anteriormente la pelirroja les había dado, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. ¿Llegar así por la cara? ¿A casa de unas desconocidas? Pero no lo eran, pese a que las habían conocido hace unas horas, ni siquiera más de tres, sabían que podían confiar en ellas, y no las podían dejar así. Solas, y con todo lo que habían soportado esa misma noche que aún estaban viviendo.

Dan pagó al hombre, quién sonrió y le deseó un buen parto a "su mujer". Kyle, riendo aún, tiró del brazo de su mejor amigo, acercándose a la casa. De camino iban cuando el móvil del mayor sonó, haciendo que ambos se sobresaltaran. Con urgencia el cantante sacó su móvil del bolsillo, comprobando así que quién llamaba era nada más y nada menos que su compañero y amigo Woody, apodo que él le puso...

«¡Hey, Woody!» —contestó llevándose una mano a la nuca, levemente incómodo. ¿Cómo le iba a decir a su amigo lo que había ocurrido y por qué? Y además, no podía inventarse una escusa, ya que para Dan, mentir era difícil, casi imposible.

«¿Dónde estáis? ¿Está Kyle contigo o...?» —El amante de los gatos sonrió levemente al sentir su nombre, arrebatándole a Dan el teléfono de sus manos, y llevándoselo a su oreja—

«Woooooody» —murmuró Kyle con su reconocible voz al teléfono. Woody se dio cuenta de inmediato— «No te preocupes, es que... ¡Una rueda! Íbamos en un taxi, ya que no nos quedó otra opción, y... ¡Pum! Maldita sea, la rueda se fastidió...» —murmuró el menor de los dos, intentando sonar lo más creíble posible. Le molestaba tener que mentir a su amigo y compañero, pero decirle a lo que iban... No todavía, se extrañarían— «Por lo que al final, tío, aquí en una gasolinera estamos, esperando...eh...otro taxi...»

Dan podía oír a Woody al otro lado del teléfono, y haciendo una mueca se alejó de Kyle, acercándose a una ventana de la oscura casa. Dicha casa era la típica de las películas, la famosa forma de casa inglesa. Las ventanas con forma de rectángulo vertical y un pequeño jardín delantero. Desde aquella posición el cantante de dulce voz y característico peinado no podía ver nada, solo una habitación, oscura. Se giró con una característica mueca que siempre le hacía a su mejor amigo cuando dudaba de algo, pero este acababa de colgar, mirando el móvil ajeno. Dan volvió a dirigir la vista al interior, retirándose con levedad del radio de la ventana y pensando en dónde podrían estar o si... les habían mentido, para deshacerse de ellos. ¿Serían capaces? No lo creía. Estaba tan absorto en sus pensamientos que...

Solo sintió un peso repentino sobre su espalda y de repente su cuerpo, y aquel peso reconocido ya al oírle, estaban en el suelo. Uno encima del otro. Para ser más exactos, el joven, gracias a su efusividad, fue el causante de dicha caída.

«Ough, uf, ay, ¡KYLE!» —Dan tenía que reconocer que no era la primera vez que se había caído con su mejor amigo encima, tanto cuando bebían de más o simplemente por tonterías, y no le pesaba. No le molestaba el peso de su delgaducho amigo Kyle, pero esta vez...
Esta vez estaba distraído, su mente y su cuerpo idos, desorientados... por algo—

«Shit!» —exclamó Kyle sonoramente, sin apartarse de encima del mayor de ambos— «Esto, si te soy sincero... No estaba planeado» —cuando soltó una risita, Dan, girando la cabeza, lo fulminó con la mirada, frunciendo el ceño. Aún no se había movido cuando Dan refunfuñó por lo bajo, cosas que no molestaban, en absoluto— «Nooooo te enfades, Daniel. Que yo te quiero» —Kyle intentó poner un tono meloso, con lo que sólo consiguió que le saliera una extraña y aguda voz. Dan soltó una carcajada, guardando silencio de inmediato al sentir los brazos de su amigo rodeándole. ¿Qué...estaba...haciendo?—

«¡No te asustes, pelo cepillo! ¡Solo tiro de ti para que muevas el culo del suelo!» —bromeó el chico de la barba, soltando a Dan una vez de pie.

Parte de lo que el joven había dicho era cierto, quería levantar a su amigo del frío suelo, pero... Otra cosa que era verdad era que le quería. Como hermano, como amigo...

Un amor que no sabía hasta dónde podía llegar, y si tenía límites...

No podía ser verdad lo que tantas y tantas fans se imaginaban; ellos solo eran Dan y Kyle, Kyle y Dan.

Nada de "Dyle".

Solo amigos. Mejores amigos.

"¿Seguro, Simmons?" —exclamó una voz interior dentro de Kyle. Una voz repleta de dudas, de una chica pelirroja con mirada agua del mar, y de un chico de azules ojos que...le volvía loco, en más de un sentido: amistoso, musical y fraternal. ¿Nada más?

«La obsesión toma el control»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora