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La puerta de la casa se abrió antes de que a ninguno de los dos le diera tiempo a armar más ruido.

«¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?!» —un grito femenino proveniente de una joven chica se ahogó en la noche y Dan corrió hacia dicha apertura sabiendo quién había respondido y tapó su boca con la mano, no queriendo llamar la atención. El rubio cabello de la chica se entremezcló con la muñeca del cantante. Elizabeth intentó dar un grito, otro, pero ahogó éste cuando vio al joven de los dos, a Kyle, apoyado sensualmente (y bromeando) en el marco de la puerta.

«Tranquila, ¿eh...Eli?» —exclamó por lo bajo Dan, quién dudó de su nombre, ya que a su cabeza solo se le venía el de "Laura". "Obsesionado, Daniel" —se dijo a sí mismo— Lo estaba, sí. Su obsesión por Twin Peaks en algunos casos podía ser tremenda, como en ese mismo instante. Soltó a la chica, separándose con levedad y notando las cosquillas que el suave pelo le hacían en la mano con la cual le había tapado la boca.

Abriendo los ojos como platos, y sonrojándose muchísimo, Eli respondió:

«¡Sois... Sois vosotros!» —exclamó incrédula, sin creerse que dos de los miembros de su banda favorita de toda la historia estuvieran allí— «Pa... Pasad, vamos, no os... Quedéis ahí, eh...» —la pobre, entre los nervios por todo lo sucedido ese día y que ahora ellos estuvieran allí no sabía como comportarse. La segura Elizabeth no sabía qué hacer, lo que daba a ver el gran efecto que los dos chicos, sobre todo el cantante, ejercían sobre ella.

Daniel no se retiró del lado de la chica, la cual les indicó que siguieran por un oscuro pasillo, sin encender la luz. Ninguno de los dos miembros del grupo sabía por qué tenían que ir a oscuras, pero no preguntaron. Demasiadas cosas habían pasado ya esa noche.

«Dan... ¿A dónde...nos lleva?» —preguntó Kyle en el oído de su amigo— Pregúntale, venga...


«Eh... Laura, perdón, Eli...» —Dan se llevó una mano al tupé, sonrojándose lo que no estaba escrito. ¿En serio le había llamado Laura? "Tierra trágame" —repitió unas mil veces en su mente en apenas tres segundos, queriendo desparecer por la vergüenza—
La rubia, con su ágil y fina forma de andar, se giró, soltando una risita.

«¿Sí, Dan?» —respondió de inmediato, fijándose en los hoyuelos que habían aparecido en el rostro del cantante, bastante notables. Era algo que lo hacía más adorable y vulnerable aún si cabía. Más que un adulto de 28 años parecía un bonito niño de 7. Era lo que le hacía perfecto. Eli sabía que lo era. Era su ídolo, su cantante favorito. Sabía todo lo que podía saber de él, incluido que era un loco fanático de Twin Peaks, por lo que sabía por qué la había llamado Laura.


Ella misma sabía que se parecía a la actriz que interpretaba a Laura y no pudo negar que se había intentado arreglar para llamar la atención del cantante en el concierto. Con una sonrisa lo confirmó, ¡lo había conseguido!

«¿A...dónde vamos, y por qué...a oscuras?» —Dan, intentando no ponerse más nervioso, empezó a jugar con la cremallera de su sudadera. Kyle no podía dejar de tocarse la barba.

«A dónde están los demás, y no... Y cuánto la gente menos sepa a dónde nos... escondemos... Mejor.»

¿Esconderse? ¿De verdad acababa de decir aquello? La situación era cada vez más misteriosa, tanto por sus palabras y por la oscuridad de aquella casa. Oscuridad que no le permitió ver al pequeño perro que en ella había y cuando pisó algo blando (y blanco) escuchó un chillido animal, haciendo tropezar al cantante y caer hacia delante, apoyándose en la rubia.

«Fuck!» —se quejó más avergonzado aún, con las manos sobre los hombros de la chica. Kyle no podía parar de reírse, tendiendo la mano a su mejor amigo, para intentar ayudarle. Elizabeth, abrió mucho los ojos ante el sonido agudo que provenía de su mascota, un perrito llamado Shiro, y al sentir las amplias manos del cantante sobre sus hombros desnudos, solo con una camiseta de finos tirantes. La otra que llevaba en el concierto se había llenado de la sangre de la herida de su amiga Kalae, por lo que en cuanto pudo rápidamente se la cambió—.

Iba a añadir un quejido, una exclamación de sorpresa, pero se quedó sin palabras en cuando la luz más interior de la casa se encendió y pudo ver a Ethan, su chico. Su otra mitad. Boquiabierto y con un rostro tornándose enfadado. Buscó su mirada, pero estaban en los hombros de la chica.

«Qué. Estáis. Haciendo. Aquí.» —murmuró el chico, a la vez que sus manos empezaban a desformarse, a tomar forma de garra...

«La obsesión toma el control»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora