-00:09 h.-

122 7 0
                                    

No paraba de pasarse la mano por la barba, gesto el cual estaba volviendo loca a la joven y dulce pelirroja. Dulce era también su blanca sonrisa, la cual volvía loco al joven loco por los gatos.

Según las normas de la sociedad y de cualquier persona cauta, se debía mirar a los ojos cuando se hablaba: por educación, respeto, etc... Pero lo que aquellos dos estaban haciendo era devorarse con la mirada. El marrón chocolate perdido en el azul del mar. Aquel claro azul mezclado en el oscuro marrón. Tan oscuro casi negro.

«Son preciosos...» —susurró el pianista aún perdido en la mirada de la pelirroja. Abrió mucho los ojos en cuanto se percató de lo que había dicho. No tenía nada que ver con lo que estaban hablando, pero no se pudo resistir a aquello. "¡Kyle, en qué estabas pensando!" —se gritó en su interior—

«¿Qué...? Me he...perdido...» —reconoció Tessa sonrojada, abriendo mucho los ojos. ¿Preciosos? ¿El qué?—

Haciendo una mueca y un extraño sonido, el mayor de los dos murmuró:

«¡Los gatos! ¡Los gatitos, miau, sí, los-s gatitos!» —logró improvisar, poniéndose en ridículo. Pero qué remedio, no podía ser tan directo cuando solo la había conocido apenas horas antes. Parecería un obsesionado...

«Ah, sí... » —en su interior, una pequeña parte se desilusionó, aunque la siguiente reacción de la chica fue llevarse una mano a la boca y empezar a reír. Aquella respuesta inesperada del músico no se la esperaba y por qué ocultar que aquello le había hecho gracia. Siempre que el chico hablaba de gatos en una entrevista se la hacía porque le parecía muy tierno y adorable. ¡A pocos chicos les gustaba hablar de gatos en público! ¡Y menos a un famoso! No podía parar de reír, quién le iba a decir a ella apenas una hora antes que iba a estar haciéndolo.

Esta vez, Kyle, contagiado por la sonrisa de la ahora risueña chica, empezó a reír también, sin dejar de contemplarla. El chico, como en más de una ocasión había dejado ver, tenía una particular forma de reírse: apenas sin mover el cuerpo, recto como un palo; por lo que no podía, ni quería, perderse un detalle de la pelirroja riéndose. Era guapa, muy guapa; y la belleza natural de aquel momento la hacían más bella aún. Sería una pena no poder ver dicha sonrisa con más frecuencia... Ya que en algún momento tendrían que irse.

«Bueno...» —Kyle respiró hondo para tranquilizarse de dicho ataque de risa, la chica hizo lo mismo. Dan les miraba de reojo, sonriendo. Sabía que a su amigo la pelirroja le había llamado la atención desde el primer momento. Si existía una chica con color de pelo poco común, Kyle se prendaba de éste; pero con la pelirroja no era solo su color de pelo, era toda la chica en su conjunto. «Es un alivio... Saber que estás bien, Tessie, de verdad... Si os llega a pasar algo más y no... No quiero ni imaginármelo»

Tessa, más tranquila pudo ver el rubor del chico a través de las ocultas mejillas del músico, sonrojándose ella aún más si cabía, asintiendo. ¿Era verdad lo que estaba pasando en aquél momento, o sólo era parte de su sueño, de su fantasía? No, aquel era su músico favorito y estaba hablándole sobre que la estaba protegiendo.

«Gracias, Kyle... Un gesto muy...atento por tu parte» —para qué negar que la joven de unos 20 años se moría de ganas de gritar de felicidad, allí, sin que le importara nada... Pero se contuvo, no podía de repente volverse una fan loca, le asustaría, a Dan y a él. Sin dejar de sonreír se tomó la libertad de posar su delgada mano sobre la muñeca repleta de pulseras del amante de los gatos. Un gesto de amistad, simplemente de fan a ídolo.

Pero para él no significó sólo eso, para fue algo más. Un roce, una única caricia fue lo que sola y únicamente salió de la chica, y a él se le cortó la respiración en un segundo. "¿De verdad, Kyle?" —se repetía a sí mismo— "Solo es una chica... ¡No, no es solo una chica!" —sonrió, ampliamente, y agarró la mano de ésta, pequeña entre sus dedos de pianista— «No las des, ¿vale? No os íbamos a dejar ahí...»

Aprovechando sus manos agarradas, la chica, más animada, tiró de él, para salir de allí. No quería hacer nada malo, simplemente llevarlo a la cocina, como buena anfitriona. Después de lo que habían hecho por ellas, y justo después de un concierto... Estarían agotados, y por qué ponerlo en duda, tendrían hambre. ¡Eran hombres! Soltando una risita tiró de él, sabiendo que el cantante de su grupo favorito seguía hablando, o medio haciéndolo, con su mejor amiga, la ya más repuesta Kalae.

Kyle se dejó llevar, cual niño guiado por su madre en mitad de un parque. Estaba volviéndose loco... ¿Qué estaba haciendo aquella chica con él?

--------------------------

Y sí, los que estaban en la planta inferior eran ajenos a lo que allí arriba, en el cuarto de la rubia chica, estaba pasando. O mejor dicho, de lo que iba a pasar.

«Elizabeth, por favor, ábreme, escúchame, por lo que más quieras» —su voz ya apenas era un susurro, mezclado por la desesperación y la angustia— «Solo quiero estar contigo, eres lo único que hace que mi...descontrol se aplaque... Eres la única persona que quiero más que a nada en este mundo... No me queda nadie, solo tú»

La chica, aún tras la puerta, oyó las palabras de su otra mitad, como si fueran puñales clavándose en ella. Le quería más que a nada en el mundo, pero... ¿Y lo que le había dicho? ¿Hasta qué punto era verdad?

«Ethan, lo siento...» —Y yendo hacia su cama, se tumbó sobre ésta, aún con la habitación a oscuras. Las lágrimas, incoloras y saladas llenaron las sábanas, ya desechas por su forma de aferrarse a ellas.

Y el chico no aguantó más, entró, sabiendo que ella estaba mal. No podía dejarla así, le dolía tanto verla mal... Y además por en parte su culpa... Llegando a la cama por un lateral, recogió con suavidad y cuidado el cabello dorado y suave de la chica, apartándoselo del rostro, aquel rostro que lo volvía loco.

«Si te pasara algo... Por mi culpa... Jamás me lo perdonaría. No eres una persona como otra cualquiera, Elizabeth Brisbane. Eres mi otra mitad, la otra parte de mi vida. Sería como hacerme daño a mí mismo, sin importame lo que tú pienses o sientes... Y no puedo, no puedo. Te amo por encima de todo, así que por favor, Beth, perdóname».

Aquellas eran unas de las palabras más increíbles y perfectas que nadie le había dicho nunca. El que supiera que salían verdaderamente de su corazón en lugar de ser falsas, era lo que hizo que el suyo propio diera un vuelco, sabiendo que le perdonaría. Le amaba con toda su vida, ccon mucha fuerza, más que nada ni nadie, ¿cómo no perdonarlo?

En un par de segundos, con rapidez, la chica de ojos de agua mar, ahora húmedos por las lágrimas que los bañaban, se encontraron con el oscuro iris de los de Ethan, a quién rodeó con los brazos, posando sus labios sobre los de él. Sólo querían ser uno, se correspondían, se amaban con locura, ¿unas palabras iban a dividirlos en dos? No, porque unidos eran más fuertes que nunca, más fuertes que nada. De lo único que fueron conscientes fue de unas risas ahogadas que venían desde abajo, y del calor que sus cuerpos, entrelazados sobre la cómoda cama. En aquellos momentos, en aquella habitación, en aquel rincón solo había varias cosas claras: pasión, deseo, y amor...

«La obsesión toma el control»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora