II

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La escena que se desarrollaba dentro de la oficina de Alex era tan bizarra como preocupante, claro está, para las personas que la vieran desde afuera y no tuviesen nada que ver con Eliza Danvers ni con Lillian Luthor.

Alex se encontraba desmayada sobre los brazos de su hija, puesto que su esposa se encontraba utilizando toda su fuerza para evitar que Kara le saltara encima a Lillian, quien tenía una enorme y genuina sonrisa que no había abandonado sus labios desde que escuchó la declaración de Alexandria, al tiempo que se ocultaba tras Eliza, quien tenía una orgullosa pero leve sonrisa en sus labios.

Lena no podía salir de su asombro, ya que de todos los escenarios posibles, el que la joven fuera hija de su madre y su suegra, no estaba ni cerca de pasarse por su mente. J'onn era el único que estaba tranquilo, puesto que había leído la mente de Eliza apenas vio a Lillian, y no fue adrede, ya que los pensamiento de la mayor de las Danvers eran tan fuertes que no podía ignorarlos.

–Kara, detente–. Eliza intentó hacer que su hija la escuchara; pero esta en respuesta sólo dio un paso más cerca de ella, arrastrando a Sam en el proceso. Haciendo que todos, los conscientes, se asustaran.

–¡La voy a matar!–. Los ojos de Kara se tornaron rojos, señal inequívoca de que su visión laser se había activado.

–¡No lo harás!–. Alexandria que había estado en segundo plano se puso frente a su hermana y cubrió sus ojos con sus manos, recibiendo en ellas todo el poder de Kara.

Todos estaban horrorizados ya que sabía lo letal y peligroso que era el laser de Kara en su mayor expresión.

–Lo siento, hermana–. En un movimiento, que sólo los alienígenas pudieron ver, Alexandria dejó a Kara inconsciente.

Las humanas estaban sorprendidas por la fuerza de la joven, ya que si realmente era hija de Lillian y Eliza era imposible que tuviese tanta fuerza para dejar a una kriptoniana pura inconsciente con un solo golpe.

–¿Podemos ir a una habitación donde Kara pueda ser contenida y Alex despertada?–. Lea no levantó la mirada, ya que sabía lo que encontraría en los ojos de los presentes, y lo menos que quería era ver miedo o rencor, en los ojos de sus madres, su hermana, cuñada o sobrina.

Sin esperar a que nadie dijese nada salió hacía la bahía medica, ya que allí era el lugar donde podían hacer realidad sus peticiones, o al menos así era en su tiempo.


–¿Ella es realmente mi hija, J'onn?–. Eliza no dudaba del parecido que tenía la joven a Lillian y los rasgos que compartía con ella; pero sus poderes eran algo que ninguna de la dos poseía.

–Sí, en su cabeza hay un sinfín de recuerdos y ninguno fue implantado–. La respuesta de J'onn alivió las dudas de Eliza; pero hizo rabiar a Lillian.

–¿Entraste en la mente de mi hija?–. Sí, puede que sólo la conociera de minutos; pero podía notar parte de ella en la joven, y no dejaría que nadie violentara su privacidad.

–¿No has pasado ni una hora con ella y ya la defiendes de esa manera? –Lena realmente estaba herida, más que molesta, ya que no podía creer que su madre defendiera con tal arraigo a una completa desconocida que decía ser su hija, y la de Eliza, cuando a ella sólo la criticaba–. ¡Dejó inconsciente a Kara¡ ¿Y te preocupa su privacidad mental?–. Los gritos de la joven golpearon con fuerza a Lillian.

–Lena no es momento para esto–. Eliza sabía que lo que la joven dijo había lastimado a Lillian más de lo que dejaría ver.

–Eliza tiene razón, lo mejor es ir a la bahía médica –Sam intervino para evitar que Lena lapidara a su madre–, allí Alex se recuperará y podremos contener a Kara correctamente para que podamos hablar–. Sin decir nada más, con su cuñada en los brazos, caminó fuera de la oficina siendo seguida por su hija quien tenía a Alex aún en brazos.

Sin motivo ni razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora