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Luego de lo que le pareció un tiempo prudente, Alex regresó a la sala para invitar a Lillian y a su madre al comedor, donde ya estaban todas sentadas alrededor de comida que Kara y Sam fueron a comprar con su supervelocidad, bastante conveniente tener dos kriptonianos puros en una situación así. Por su seguridad entró con los ojos cubiertos ya que lo último que deseaba era ver a Lillian y su madre besarse.

–Señoras, pueden pasar al comedor–. Lillian no pudo evitar reír al ver como Alex estaba con sus ojos cubiertos por sus manos, como un niño que no quiere ver demostraciones de afecto entre sus padres ya que le parecen desagradables.

–En un segundo vamos, Alexandra, aún tengo besos que darle a tu madre–. La respuesta de Lillian causó que Alex destapara sus ojos y casi corriera hasta donde ellas, tomara a su madre por la muñeca y la arrastra a la cocina.

–Hacen eso luego, todas queremos comer y ustedes tienen una hija que come casi como Kara –hasta la misma Alex se sorprendió al reconocer a Lea como la hija de Lillian y su madre–, vamos–. No agregó nada más y se sentó junto a Sam, quien besó su mejilla en forma de compensación.

La comida trascurrió en un pesado e incomodo silencio hasta que Ruby decidió romperlo con un pregunta que no sólo estaba en su cabeza.

–Mamá –por el tono era obvio que le hablaba a Sam–, ¿por qué confiaste tan rápido en la tía Lea, cuando es una desconocida?–. Todas querían una respuesta para esa pregunta; pero ninguna se atrevía a preguntarle a Sam, ya que la castaña podía simplemente mandarlas a volar e ignorarlas.

–Me pregunté cómo querría que me trataran si un día llego a un lugar desconocido –es era la respuesta más simple; pero no era totalmente verdad–, luego que dijo que era hija de Lillian y Eliza, supe que nadie confiaría en ella y pude ver lo triste que estaba –respiró hondo–. Y, por supuesto, me puse a pensar en lo diferente que hubiesen sido las reacciones si Lea fuese dicho que era hija de Kara y Lena, o de Alex y mía, todas la condenaron por ser hija de Lillian, por ninguna otra razón, ya que en ningún momento la dio –las hijas de la pareja mayor bajaron la cabeza, ya que era muy cierto lo que estaba diciendo Sam–. Por eso confié en ella, porque necesitaba tener una tabla salvavidas para defenderse el tsunami que se le vendría encima–. Lea se levantó y abrazó con bastante fuerza a Sam.

–Por eso eres mi cuñada favorita –dos gemidos de desaprobación se escucharon tras la declaración de Lea–, ustedes no cuentan, ambas son mis hermanas así que ninguna puede ser mi cuñara favorita–. Un sonido de aprobación fue ahora el protagonista, hasta que varias carcajadas llenaron el aire.

Así siguieron hasta que todas terminaron con sus platos, Lillian y Eliza se ofrecieron a lavarlos ya que querían un poco de privacidad; pero Lea les frustró el plan al quedarse con ellas allí en la cocina, pues no quería estar lejos de sus madres por mucho tiempo.

–¿Por qué viniste al pasado? –comenzó a preguntar Lillian–, eso cambiará tu futuro ¿verdad?–. Eliza se sentó junto a la joven y esperó su respuesta, que estaba tardando en llegar.

–Vine para cambiar mi futuro; pero no puedo decirles nada hasta que todo cambie y ustedes me conciban lo que debería pasar –sacó algunas cuentas con sus dedos–, en unos dos meses –la fecha no era muy exacta–, pero ahora deben hacerlo antes de la próxima semana–. Aquello les cayó con un jarrón de agua fría a Lillian y Eliza, pues ambas si planeaban tener a Lea; pero aún no estaban completamente probados los ajustes que hicieron a un incubadora para que fuese similar a las cámaras de nacimiento kriptonianas.

–No tenemos los materiales para concebirte en una semana, Lea, aparte dijiste que aún faltan dos meses, más o menos–. Eliza tocó suavemente el brazo de su hija para darle seguridad.

Sin motivo ni razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora