IV

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En un automóvil iban Lillian, Eliza, Lena y Alex, y volando inmediatamente sobre ellas iban Lea, Ruby, Kara y Sam. Ninguna quería decir nada ya que eso podría disparar más la tensión que había de por sí ya en el automóvil. Pero aquella tensión y la presencia de sus hijas no evitó que Lillian y Eliza se tomaran de las manos, cosa que notaron las más jóvenes pero realmente no querían llevar la conversación a ese lugar.

Cuando llegaron a la casa del matrimonio Danvers- Arias, regalo de bodas de Lena, todas bajaron del automóvil y se encontraron con las mujeres que no habían dejado de custodiar su viaje desde las alturas.

–¿Desean algo de beber?–. Sam como buena anfitriona caminó directamente a la cocina, aunque se detuvo en el umbral de esta a la espera de los pedidos.

–Whisky–. Dijeron al unisonó Lena, Alex y Lillian, esta ultima recibió una mirada dura de parte de su pareja, cosa que la hizo sonreír.

Ante la atenta mirada de las presentes, Lillian se acercó a Eliza y le dijo algo al oído que hizo que las mejillas de la rubia se enrojecieran, de igual manera lo hicieron las mejillas de Ruby, Lea y Kara, aunque esta última fue por rabia y asco.

–Lillian, te recuerdo que en esta habitación estamos tres personas con superaudición y dos de ella son niñas–. Kara estaba que echaba humo, y Lillian por su parte tenía una sonrisa juguetona y de soberbia en sus labios, la cual desapareció tan rápido como Eliza la volteó a ver.

–Lo sentimos, chicas –se dirigió hacia Ruby y Lea–, sé que soy tu madre, Kara; pero lo que escuchaste no es algo que no hayas hecho con Lena, y de eso tengo pruebas, y más de una persona con traumas que son testigos–. La Luthor más joven no sabía donde ocultar su rostro, ya que una cosa era que Alex y Sam se burlaran de ellas; pero que lo hiciera su suegra y ¿madrastra?, era definitivamente algo fuera de los límites.

Sam había escuchado atentamente todo la conversación, incluso lo que Lillian le había dicho a Eliza, por lo tanto se demoró lo más posible en la cocina sólo para dejar que las mayores se hundieran en tensión o explotaran en gritos, siendo al final un poco de ambos.

–Aquí está su whisky –le dio los vasos a Lena, Lillian y Alex–, algo de vino para usted, suegra –Eliza le respondió con una sonrisa–, refresco para ustedes –Ruby y Lea en respuesta besaron las mejillas de Sam, cosa que la hizo sonreír–, y para nosotras –se acercó a Kara–, vino de Argo–. Cada una ya tenía su respectiva bebida en las manos, así que se sentaron, cada una con su correspondiente pareja. Lea y Ruby se sentaron juntas, aun en contra del deseo de la Luthor que quería estar con sus madres.

Luego de que cada una le dio, al menos, un trago a su respectiva bebida, Sam decidió romper el silencio.

–¿Están bien con continuar la historia y luego almorzar?–. Alex y Lena la vieron como si un tercer ojo de hubiese salido en la cara, por otro lado Kara ya estaba fantaseando con la comida, al igual que Ruby y Lea.

–No creo que sea prudente que nos quedemos mucho tiempo aquí, Sam –Eliza vio la incomodidad macada en el rostro de sus hijas, y en el de Lena–, contaremos una parte de la historia, y luego nosotras tres –señaló a Lillian, Lea y a sí misma–, no iremos de regreso al D.E.O, y luego de dos horas pueden buscarnos para continuar–. Lillian tomó la mano de Eliza en señal de que estaba de acuerdo con lo que decidiera.

Luego de varios segundos de silencio, Alex tomó aire y comenzó a hablar.

–No quiero a Lillian aquí, y eso es una hecho –suspiró audiblemente y evitó la mirada de su madre–; pero sé que si ella se va lo harás también, mamá. Así que no me queda de otra que aceptarla en mi casa –vio a Lea y esta en ningún momento le bajó la mirada, como lo haría cualquier otra persona, y Alex pudo verse reflejada en el carácter de la joven y de igual manera a Lena–. Eres familia, tenemos la misma sangre y la misma madre, así que eres bienvenida–. Lea sonrió ampliamente ya que en ese momento pudo ver a su Alex en los ojos de esta.

Sin motivo ni razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora