XI

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Ya había pasado poco más de dos semanas de la conversación de Lena y Lillian, en ese tiempo se encargaron de conocer más a Lea y Liana, aunque Lea estaba más interesada en comenzar con la construcción de la capsula Génesis, aunque también estaba disfrutando el tiempo con sus hermanas, su cuñada y su sobrina, y, sobre todo, pasar tiempo con sus madres, quienes solo se deshacían en halagos y orgullo por cada cosa que ella y Liana hacían.

—Debemos hablar, Lillian. –Dijo Eliza sentándose junto a Lillian, quien estaba revisando unas traducciones del kriptoniano para entender mejor el funcionamiento de la capsula Génesis, aunque los dejó de lado apenas Eliza le dijo aquello.

—Vamos a tener dos hijas más, así que creo que no es el mejor momento para terminar nuestra relación –Lillian lo dijo todo con voz monótona, sin aparentes emociones y vio sus uñas con desinterés–. Aunque creo que la custodia compartida puede funcionarnos muy bien, solamente hay que, bueno, primero tener a las niñas, y ya luego ver como resolvemos las visitas y la manutención.

—Lillian, ¿de qué estás hablando?

—De lo que haremos con nuestras hijas nonatas cuando ya no estemos juntas –dijo aquello con un tono de obviedad al tiempo que giraba los ojos y se levantaba.

—Lillian –Eliza se levantó, tomó la cara de la más alta y la atrajo a un beso algo descuidado pero lleno de afecto–. No estoy terminando nuestra relación, Rao sabe lo complicado que ha sido estar en este punto, así que saca esos pensamientos de tu hermosa cabeza, pues estás atada a mí, cariño.

—¿Estás segura? Entendería bien si no quieres seguir conmigo, Eliza.

—Lillian, sí, estoy tan segura que te quería dar esto –sacó del bolsillo de su pantalón un anillo de compromiso–; pero como tú tienes dudas, entonces lo devolveré.

Eliza se intentó guardar nuevamente el anillo; pero Lillian fue más rápida y la abrazó, la tomó por las muñecas y la obligó a colocar sus brazos en su espalda.

—Me darás mi anillo –le dio un pequeño beso en la mejilla– nos casaremos –besó su otra mejilla– ese día haremos la inseminación en la capsula Génesis –besó su nariz y la vio a los ojos con lágrimas en los suyos–, y luego cuando las niñas tengan edad suficiente para quedarse con sus hermanas –ahora beso su cuello– nos iremos de luna de miel y lo pasaremos de maravilla –ahora besó las labios de Eliza, y el simple beso se convirtió en uno más apasionado, aunque se separaron solo para que Eliza le colocara el anillo a Lillian–. Te amo, Eliza Danvers.

—Y yo a ti, Lillian Luthor, ahora, creo que merezco una compensación por haber creído que te dejaría.

—Sí, te la mereces –comenzó a caminar hasta su habitación con la mano de Eliza en la suya.

Ya en su habitación ambas se dejaron llevar por sus sensaciones, la finalidad de su encuentro era demostrarle a la otra el amor que sentían y cuanto amaban a la otra, y con eso como su única bandera se dejaron llevar, se guiaron y se dejaron guiar, tomaron y recibieron todo el amor que flotaba en la habitación. Los besos, las caricias, los gemidos y los "te amo" estaban tan presentes que era una yuxtaposición de todos ellos, he iban como la mejor melodía, tan rápida y fuerte como el heavy metal o tan suave y apreciativo como un vals.

—Te amo –Lillian dijo casi sin aliento mientras acariciaba una de las mejillas de Eliza.

—Nunca me cansaré de escucharte decir eso, Lillian.

Se besaron suavemente y Eliza se recostó en el pecho de su prometida y con una sonrisa en los labios se dejó ir al mundo de los sueños con la certeza de que al despertar Lillian estaría allí.

Sin motivo ni razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora