2.Win

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21 de diciembre

Adoro la Navidad.

Adoro todo lo que la rodea: las luces, la alegría, las grandes reuniones familiares, las galletas, las montañas de regalos apilados alrededor del árbol, el mensaje de paz a la gente de buena voluntad. Sé que técnicamente es paz a los hombres de buena voluntad, pero, en mi mente, elimino a los hombres porque suena segregacionista/elitista/sexista, y todos los términos acabados en -ista que sean negativos. La paz no debería brindarse solo a los hombres. Sino también a las mujeres y a los niños, y a todos los animales, incluso a aquellos que son asquerosos, como las ratas del Metro. Hasta la extendería no solo a los seres vivos, sino también a los seres queridos que ya partieron, y si los incluimos, también deberíamos incluir a los muertos vivientes, a aquellas criaturas supuestamente míticas como los vampiros, y si ellos también entran, también deberían entrar los elfos, las hadas y los gnomos. Demonios, y ya que estamos siendo tan generosos en nuestro gran abrazo grupal, por qué no incorporar también a aquellos objetos supuestamente inanimados como los muñecos y los animales de peluche (una mención especial para mi sirenita Ariel, que preside mi cama sobre el desgastado almohadón hippie: ¡te quiero, chica!). Estoy segura de que Papá Noel estaría de acuerdo. Paz a toda la gente de buena voluntad.

Me gusta tanto la Navidad que, este año, organicé mi propio grupo de cantores de villancicos. El hecho de vivir entre el ambiente bohemio burgués del East Village no significa que me considere demasiado sofisticado como para cantar villancicos. Al contrario, me parece tan importante cantar villancicos en Navidad que, cuando los miembros de mi propia familia decidieron disolver nuestro grupo este año porque todos estaban «de viaje» o «muy ocupados» o «viviendo su vida» o «convencidos de que a estas alturas ya te habría dejado de gustar, Win», solucioné la cuestión a la vieja usanza. Elaboré un cartel y lo pegué en las cafeterías cercanas.

¡Atención!

¡Cantantes de villancicos en secreto!

¿Os gustaría cantar alguna canción navideña?

¿En serio? A mí también. Hablemos*.

Saludos, Win.

*Si eres un baboso evita apuntarte; mi abuelo conoce a

todo el vecindario y tendrás que enfrentarte

al rechazo generalizado

si tu respuesta no es totalmente sincera**.

Gracias otra vez, sinceramente, Win.

**Lamento ser tan cínico, pero esto es Nueva York.

Con ese cartel reuní este año a mi troupe de cantores de villancicos navideños. Además de mí, están Melvin (el chico que arregla ordenadores), Roberta (profesora de coro de instituto jubilada), Shee'nah (travesti, coreógrafa y camarera a tiempo parcial) y su novio Antwon (subdirector de Home Depot), la iracunda Aryn (una estudiante de cine de la Universidad de Nueva York, vegana y miembro de un movimiento feminista punk) y Mark (mi primo, porque le debe un favor a mi abuelo y ese es el que mi abuelo le pidió en retribución). Los cantores me llaman Win Tercer Verso porque soy el único que recuerda más allá del segundo verso de cualquier canción de Navidad. Además de Aryn (a quien le da igual), también soy el único que no tiene edad para beber legalmente, de modo que con la cantidad de chocolate caliente mezclado con licor de menta que mi alegre troupe de cantores hace circular en el termo de Roberta, no es ninguna sorpresa que yo sea el único que recuerda más allá del segundo verso.

El cuaderno de desafíos de Bright y WinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora