15.Bright

97 16 1
                                    

28 de diciembre

Me desperté junto a Gulf. En algún momento de la noche, él se había dado la vuelta, pero había dejado una mano estirada hacia atrás, que ahora estaba apoyada sobre la mía. Un ribete de luz rodeó las cortinas de la habitación del hotel avisando la llegada de la mañana. Sentí su mano, sentí nuestra respiración. Me sentí afortunado, agradecido. El sonido del tráfico se alzaba desde la calle, mezclado con fragmentos de conversaciones. Contemplé su cuello, le observándolo con antelación para besárselo. Se movió. Me sorprendí.

En ningún momento nos habíamos quitado la ropa. Nos habíamos acurrucado, no buscando sexo sino consuelo. Habíamos navegado juntos hacia el sueño con más naturalidad de la que yo nunca habría imaginado.

Toc. Toc. Toc.

GOLPE. GOLPE. GOLPE.

La puerta. Tres golpes en la puerta.

La voz de un hombre.

—¿Gulf? ¿Estás listo?

Buscó con su mano la mía. Apretó.

—¡Un momento, papá! —gritó.

Las empleadas de la limpieza del Belvedere resultaron ser muy meticulosas a la hora de pasar la aspiradora, de modo que cuando me escondí debajo de la cama, no me atacaron ni ratas ni ácaros. Solo el miedo normal a un padre vengativo irrumpiendo en una habitación de hotel.

Más golpes. Gulf se dirigió a la puerta.

Me di cuenta demasiado tarde de que mis zapatos estaban desparramados alegremente en el suelo a medio metro de mí. Mientras el padre de Gulf entraba con paso torpe y pesado (era un hombre de tamaño considerable, con la forma aproximada de un autobús escolar), extendí el brazo de forma desesperada, pero Gulf me apartó la mano con una patada de sus pies descalzos. A continuación, mis zapatos llegaron uno detrás del otro, Gulf me los lanzó directamente a la cara.

Dejé escapar un grito involuntario de dolor, que él disimuló diciéndole a su padre a los gritos que ya estaba casi lista para salir.

Si él advirtió que él llevaba la ropa del día anterior, no dijo nada. En cambio, se fue acercando más y más a la cama. Antes de que pudiera moverme, el hombre dejó caer todo su peso sobre el colchón y me encontré cara a cara con la marca de su enorme trasero.

—¿Dónde está mamá? —preguntó Gulf. Cuando se agachó para recoger los zapatos, me lanzó una mirada severa que decía que me quedara quieto. Como si tuviera otra opción. Me encontraba inmovilizado en el suelo y la frente me sangraba tras el ataque de mi propio zapato.

—En el vestíbulo, esperando.

—¿Por qué no vas a esperar con ella? Bajo en un segundo.

En verdad, no estaba siguiendo este intercambio de palabras, solo rezaba para que terminara pronto. Luego el peso que tenía encima desapareció y el padre de Gulf volvió a tener los pies en el suelo. De repente, el espacio de debajo de la cama parecía del tamaño de un apartamento de dos habitaciones. Quise darme la vuelta, solo porque podía hacerlo.

Tan pronto como se marchó su padre, Gulf se metió conmigo debajo de la cama.

—Ha sido un despertar de lo más animado, ¿no crees? —preguntó. Luego me apartó el pelo para mirarme la frente—. Dios mío, estás herido. ¿Cómo ha ocurrido?

—Me di un golpe en la cabeza —respondí—. Es un riesgo laboral que debes asumir si tu trabajo consiste en pasar la noche con exnovios.

—¿Y es un trabajo bien remunerado?

El cuaderno de desafíos de Bright y WinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora