4.Win

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23 de diciembre

Nunca había ido solo al cine. Por lo general, cuando veo una película es con mi abuelo, o mi hermano y mis padres, o un montón de primos. Lo mejor es cuando vamos todos juntos, como un ejército de zombis emparentados con afición por las palomitas de maíz, y nos reímos de la misma manera, lanzamos los mismos gritos de asombro y compartimos una Coca-Cola gigantesca con la misma pajita, ya que tampoco somos demasiado melindrosos con nuestros gérmenes colectivos.

Pretendía que Toptap y Mike me acompañaran al pase de las 10 a. m. de La abuela fue arrollada por un reno. Pensé que era responsabilidad suya llevarme, pues ellos habían comenzado todo esto. Los desperté sin demora a las 8 a. m. para darles la noticia y el tiempo suficiente para que eligieran qué camiseta con mensaje irónico llevar y se arreglaran el pelo de esa forma alborotada que dice no-me-importa-pero-en-realidad-me importa-mucho antes de marcharnos.

Solo Toptap me arrojó su almohada cuando intenté levantarlo. No se movió de la cama.

—¡Lárgate de aquí, Win! —gruñó—. ¡Ve solo al cine!

Mike se dio la vuelta y miró el reloj que estaba junto a la cama de mi hermano.

Ay, papacito, ¿pero qué hora es? ¿Las ocho? Merde, merde, merde, y durante las vacaciones de Navidad, ¿no se supone que hay que dormir hasta el mediodía? Ay, papacito... ¡VUELVE A LA CAMA! —Mike rodó boca abajo y se colocó la almohada sobre la cabeza para comenzar de inmediato, supuse, a soñar en spanglish.

Yo también estaba muy cansado, ya que me había despertado a las cuatro de la mañana para hacerle un regalo especial a mi amigo misterioso y malhumorado. No me habría molestado dormir una siesta en el suelo junto a Toptap, como cuando éramos pequeños, pero sospechaba que, si sugería algo semejante durante esta mañana en particular, con esta compañía en particular, Toptap repetiría su cantinela de siempre.

—¿Me has oído, Win? ¡LÁRGATE DE AQUÍ!

Lo dijo de verdad. No me lo estaba imaginando.

—Pero no me dejan ir solo al cine —le recordé. Al menos esa era la regla cuando tenía ocho años. Mis padres nunca aclararon si la regla había desaparecido con los años.

—Por supuesto que te dejan ir solo al cine. Y aunque no fuera así, estoy al mando mientras mamá y papá no están, por lo que, en este mismo instante, te doy permiso. Y cuanto antes abandones mi dormitorio, antes se extenderá tu hora de llegada de las once a medianoche.

—Mi hora de llegada es a las diez de la noche y no me dejan salir solo después de esa hora.

—¿Sabes qué? Ya no hay toque de queda y puedes salir hasta la hora que quieras, con quien quieras, o estar solo, me da igual, solo asegúrate de llevar el teléfono encendido para poder llamarte y asegurarme de que estés vivo. Y no dudes en emborracharte en serio y enrollarte con chicos y...

LA LA LA LA LA —exclamé, tapándome las orejas con las manos para no escuchar las obscenidades de Toptap. Me di la vuelta para salir de su habitación, pero me incliné hacia él y le pregunté—: ¿Qué haremos para la cena del día anterior a Nochebuena? Estaba pensando que podíamos asar unas castañas y...

—¡LÁRGATE! —gritaron Toptap y Mike.

Era probable que tuviera que despedirme de la cena del día anterior a Nochebuena. Cuando éramos pequeños, los festejos de Navidad comenzaban una semana antes, y Toptap y yo siempre nos saludábamos durante el desayuno con un: «¡Buenos días! ¡Y feliz día anterior al día anterior al día anterior al día anterior a Navidad!». Y así hasta el día propiamente dicho.

El cuaderno de desafíos de Bright y WinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora