14.Win

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28 de diciembre

fantasioso, a: adj. y s. 1. Que se deja llevar por la fantasía o la imaginación.

De acuerdo a la Sra. Basil E., fantasioso era el adjetivo con el que Gruñón (digo Bright) se identificaba más. Ciertamente explicaba por qué había respondido a la llamada del cuaderno rojo y continuado el juego, durante un tiempo, hasta que descubrió que el verdadero Win, en contraposición a la imaginada por él, lo volvería menos fantasioso y más hosco (3. huraño, áspero).

Qué desperdicio.

Pero a pesar de que yo haya estropeado la aplicación de este término a mi conexión con Gruñón (¡quiero decir, BRIGHT!), la palabra me gustó de todos modos al enterarme de que su equivalente en inglés era fanciful, una palabra acuñada alrededor de 1627. Me imaginaba con toda claridad a la Sra. Mary Poppencock volviendo a su morada de piedra con tejado de paja situada en Thamesburyshire, en la antigua y querida Inglaterra, y diciéndole a su esposo: «Mi buen señor Bruce, ¿no sería maravilloso tener un tejado que no gotease cuando llueve en nuestros verdes condados?». Y Sir Bruce Poppencock habría respondido: «Opino, mujer, que hoy tienes unas ideas de lo más fantasiosas». A lo cual la Sra. P. respondía: «¡Mira qué bien, Master P. acaba de inventar una palabra! ¿En qué año estamos? ¡Creo que alrededor de 1627! Grabemos el año (que creemos que es) en una piedra para que nadie lo olvide. ¡Fantasioso! Querido, eres un genio. Estoy tan contenta de que mi padre me haya obligado a casarme contigo y te haya permitido dejarme preñada todos los años».

Volví a colocar el diccionario en el estante junto a una edición de tapa dura de Poetas contemporáneos mientras la Sra. Basil E., a quien le encantaban los libros de consulta, regresaba a la biblioteca con una bandeja plateada y una taza que olía muy fuerte a café.

—Win, ¿qué hemos aprendido? —me preguntó mientras me servía una taza.

—Que beber demasiados sorbos de las bebidas ajenas puede traer consecuencias desastrosas.

—Eso es obvio —comentó de manera imperativa—. ¿Pero lo más importante?

—No mezclar bebidas. Si vas a beber licor de menta, es mejor limitarse a eso.

—Gracias.

Sus tranquilas observaciones eran lo que yo más apreciaba del pequeño grado de separación entre un padre o un abuelo y una tía abuela. Esta última podía reaccionar de manera sensata, pragmática, a la situación, sin la absoluta e innecesaria histeria en la que habrían caído los dos primeros.

—¿Qué le has dicho al abuelo? —pregunté.

—Que viniste anoche a cenar conmigo, pero te pedí que te quedaras a dormir para quitar la nieve de la acera por la mañana. Lo cual es del todo cierto, a pesar de que te durmieras durante la cena.

—¿Nieve? —Aparté las pesadas cortinas de brocado y miré por la ventana de delante.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NIEVE!!!!!!!!!!

Había olvidado la promesa de nieve de la noche anterior. Y, maldita sea, me había quedado dormido, víctima de la bebida y de las esperanzas... frustradas. Y todo por mi culpa.

Por la mañana, la calle y las elegantes casas de Gramercy estaban cubiertas por un manto de nieve, por lo menos de cinco centímetros: no era mucho pero bastaba para hacer un buen muñeco.

De forma gloriosa, la nieve parecía recién caída, y la calle era un manto blanco con copetes de algodón apilados sobre los coches y las rejas de la acera. La nieve aún habría de perder su brillo ante las múltiples pisadas, el reguero amarillo de los perros y las cicatrices del humo de los motores.

El cuaderno de desafíos de Bright y WinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora