27 de diciembre
—¿De dónde conoces a Win? —me preguntó Plowden.
—No estoy muy seguro de conocerlo —respondí—. Pero no sé por qué me esperaba otra cosa.
—Lo que tú digas, amigo —comentó Luke meneando la cabeza—. ¿Quieres algo del bar? Aryn es sexy, tiene veintiún años y le paga la bebida a todo el mundo.
—Creo que esta noche soy abstemio —comenté.
—Creo que aquí ni siquiera sirven el café sin un poco de alcohol. Lo llevas claro, colega. Como Win, al parecer. Plowden apoyó su cuerpo desfallecido en el banco más cercano.
—¿Vas a besarme? —murmuró Win.
—No lo creo —susurró él.
Alcé los ojos al cielo pensando que la palabra perdida y sus derivados definían esta situación con extrema precisión. Un chico perdidamente borracho. Una esperanza perdida. Una noche perdida.
En esa situación, la reacción de un sinvergüenza habría sido marcharse cuanto antes. Pero alguien como yo, cuyas aspiraciones eran completamente opuestas a las de un sinvergüenza, era incapaz de reunir el mal gusto necesario para hacerlo. De modo que, en su lugar, me encontré quitándole el zapato a Win y colocándole la segunda bota de su tía.
—¡Ha vuelto! —masculló.
—Vamos —murmuré suavemente, intentando disimular el peso demoledor de mi decepción. Pero no estaba en condiciones de oírlo.
—Bueno —balbuceó, pero no se movió.
—Tengo que llevarte a casa.
Comenzó a temblar. Finalmente, me di cuenta de que estaba meneando la cabeza.
—A casa no. No puedo ir a casa. Mi abuelo me matará.
—Bueno, como no deseo en absoluto contribuir a tu asesinato —comenté—, te llevaré a casa de tu tía.
—Esa es una idea muy, muy, muy buena.
Había que reconocerles algo a los amigos de Win: estaban preocupados por él y querían
asegurarse de que estaríamos bien. En cambio, Luke estaba demasiado ocupado intentando robarle un beso de cumpleaños a la cumpleañera como para advertir nuestra partida.
—Drosophila —señalé al recordar el término.
—¿Qué?
—¿Por qué los chicos siempre se sienten atraídos por tipos con la capacidad de atención de la drosophila?
—¿Qué?
—Las moscas de la fruta. Tipos con la capacidad de atención de las moscas de la fruta.
—¿Porque son atractivos?
—Este —le expliqué— no es buen momento para ser sincero.
Pero sí era buen momento para que llamáramos a un taxi. Algunos vieron la forma en que Win estaba inclinado (algo así como una señal de tráfico después de recibir el golpe de un coche) y pasaron de largo. Finalmente, un hombre decente se detuvo y nos recogió. En la radio, sonaba una canción de música country.
—Calle Veintidós Este, al lado de Gramercy Park —indiqué.
Creí que Win se quedaría dormido a mi lado, pero lo que sucedió en realidad fue muchísimo peor.
—Lo siento —se disculpó. Y fue como si se hubiera abierto un grifo y un solo sentimiento saliera a borbotones—. Lo siento muchísimo. Dios mío, no sabes cuánto lo siento. No quise dejarlo caer, Bright. Y no quise... lo que quiero decir es que lo siento mucho. No creí que aparecerías. Yo solo estaba allí. Y, Dios, lo siento de veras. Lo siento mucho, mucho. Si quieres bajarte del taxi ahora mismo, lo entenderé perfectamente. Yo pagaré todo el viaje, sin duda. Todo. Lo siento. Me crees, ¿verdad? Hablo en serio. Lo siento MUCHÍSIMO.
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El cuaderno de desafíos de Bright y Win
FanfictionPor un momento, imagina que eres un joven de 16 años, elegante y con un punto snob: La Navidad está a la vuelta de la esquina; en Nueva York todo está preparado para las fiestas, aunque prefieres refugiarte en tu librería preferida y perderte entre...