30 de diciembre
Regresamos a casa de mi madre después de salir de la comisaría. La adrenalina que sentíamos era increíble: dábamos brincos y sentíamos que flotábamos como si la emoción de ser liberado hubiera convertido el mundo en una gigantesca cama elástica.
En cuanto cruzamos la puerta, Frank y Drake intentaron saquear la nevera, pero no quedaron satisfechos con lo que encontraron.
—¿Flan de fideos? —preguntó Frank.
—Sí, lo hizo mi madre —les conté—. Siempre lo guardo para el final.
Mientras Mild iba al baño y Mew comprobaba sus e-mails en el teléfono, Gulf entró a mi habitación. Sin ninguna intención libidinosa, simplemente para verla.
—No ha cambiado mucho —señaló mientras observaba las frases que había colgado en las paredes.
—Pequeños cambios —respondí—. Hay frases nuevas en la pared. Algunos libros nuevos en las estanterías. Algunos de los lápices han perdido la goma de borrar. Y las sábanas se cambian todas las semanas.
—Así que, aunque parezca que nada ha cambiado...
—... las cosas cambian continuamente, sobre todo en los detalles. Así va la vida, supongo. Gulf asintió.
—Es curioso que digamos eso: que así va la vida.
—«Así viene la vida» suena bastante extraño.
—Pero a veces puedes ver venir el futuro, ¿no? Digamos que a veces incluso ves venir a un bebé.
Examiné su rostro en busca de algún indicio de sarcasmo o maldad. Y tristeza, también busqué tristeza, o remordimiento. Pero lo único que encontré fue diversión.
Me senté en la cama y me apoyé la cabeza en las manos. Luego me di cuenta de que estaba siendo demasiado dramático y alcé la vista hacia él.
—La verdad es que no entiendo nada de todo esto —confesé.
Él me contempló.
—Me encantaría ayudarte —afirmó—. Pero no puedo.
Ahí estábamos. En algún momento durante la versión casi infantil de noviazgo que habíamos vivido, yo había actuado como si pudiera llegar a quererlo, cuando en realidad solo me gustaba de manera moderada.
—¿Podemos intentar ser maduros el uno con el otro a partir de ahora? —le propuse.
—¿Quieres decir si podemos compartir nuestros fracasos e intentar sacar alguna lección de ellos? —preguntó Gulf mientras reía.
—Sí, eso estaría bien —confirmé.
Sentí que necesitábamos sellar nuestro nuevo pacto. Besarnos quedaba descartado, y abrazarnos parecía un poco exagerado, así que le extendí la mano. Él me la estrechó. Y luego fuimos a reunirnos con el resto de nuestros amigos.
Me preguntaba qué estaría haciendo Win, cómo se sentiría. Sí, todo era confuso, pero no se trataba de una confusión negativa. Quería verlo otra vez, de una forma en la que nunca había deseado verlo antes.
Sabía que el cuaderno se encontraba en mis manos. Solo quería escribirle las palabras apropiadas.
Mi madre llamó para ver cómo andaba todo. En el spa no había acceso a internet y no solía poner la tele cuando no estaba en casa. Así que no tuve que explicarle nada. Le dije que habían venido unos amigos y que nos estábamos portando bien.
Era imposible no darse cuenta de que mi padre consultaba las noticias en el teléfono cada cinco minutos. Seguramente ya habría visto el titular y las fotos en la página web del Post. Solo que no reconoció a su propio hijo.
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El cuaderno de desafíos de Bright y Win
FanfictionPor un momento, imagina que eres un joven de 16 años, elegante y con un punto snob: La Navidad está a la vuelta de la esquina; en Nueva York todo está preparado para las fiestas, aunque prefieres refugiarte en tu librería preferida y perderte entre...