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Me alejé de Hyunjin durante unos días. No esperaba que él quisiera verme teniendo en cuenta el motivo por el que le había decepcionado y sin embargo, al mismo tiempo, todavía estaba seguro de que se hubiera dejado follar sólo para deshacerse de mí. Eso no iba a ser nada fácil conmigo, ya que estaba acostumbrado a perseguir, halagar y mi ego se remontaba y crecía hasta proporciones gigantescas. Me acordé de lo que Hyunjin había dicho sobre mi pintura en la fachada del restaurante de Minho. Ninguna de mis citas tendía a adularme a no ser que fuera mi cara, mi cuerpo o mi destreza en la cama. Si venían a mi casa, echaban un vistazo a mis lienzos tanto terminados como sin acabar y terminaban con desconcierto o desinterés antes de que se pusieran de rodillas y buscaran lo que deseaban.

Mientras que Hyunjin había recordado una imagen que había visto hacía años, sobreviviendo a la pérdida y viendo las estrellas en el techo de su dormitorio. Nunca sería capaz de ver más de mi trabajo, pero él sería capaz de compartir mis altos y bajos y visualizando mi arte en su cabeza. Un hombre verdaderamente especial que merecía algo mejor que lo que actualmente tenía.

Compré otro ramo de rosas, esta vez de color amarillo con fragantes y delicados capullos aterciopelados, anudado en cintas de celofán. Lo llevé con orgullo por la calle hasta el edificio de apartamentos donde vivía para una confrontación y consternación general del Changbin. —Él no está.— dijo, mirando las flores.

—Entonces dígame a dónde ha ido.— me mantuve firme.

Changbin suspiró. —De acuerdo, está, pero me ha dicho que no le dejara subir.

Me acerqué a la mesa y lo encaré sobre la mesa. — Sería mejor si acaba diciéndome el número de su apartamento.— le dije.

Él me miró fijamente. —Ocho.

Eso fue fácil. Levanté una mano sobre mi cabeza saludándolo y corrí hacia las escaleras, subiéndolas de dos en dos y llegando sin aliento a la parte de arriba. De pie frente a su puerta, me alisé el pelo suelto, aclaré la garganta y tosí nerviosamente, al momento golpeé la puerta con firmeza.

Pasados unos segundos sonó una cadena de seguridad y la puerta se abrió.

Hyunjin miró por encima del hombro. —¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Cómo sabías que era yo?

—Tú eres el único que podía llegar hasta aquí sin hacer ruido y encima puedo oler las flores.

—Aquí tienes.— le puse el ramo en la mano derecha.

—Gracias. ¿Es esto una disculpa por no haberme follado?

Fruncí el ceño. —¿Por qué me lo pones tan difícil?

—Si no lo hiciera, perderías interés, ¿verdad?

Lo miré. —¿Y eso es lo que quieres?

Hyunjin se encogió de hombros. Inclinó la cabeza y movió los pies.

—¿Cuál es tu problema?

Él levantó la cabeza. —¿Qué?

—Ya me has oído. Tal vez quiero tratarte bien. Y eso significa no follarte hasta dejarte sin sentido en la primera cita.

—Mentira.— Hyunjin dio media vuelta y regresó a su apartamento. Lo seguí, frustrado.

Cerré la puerta detrás de mí y miré alrededor. Como era de esperar, todo era escaso, prístino y ordenado e hizo que me avergonzara. Tendido en una cama acolchada cerca de la ventana estaba el magullado y lastimado perro, Kkami. Levantó la cabeza de sus patas y me miró con ojos solemnes mientras pasaba.

𝗕𝗟𝗜𝗡𝗗|lixjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora