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Después de unas cuantas semanas, comencé a decirme a mí mismo que algo iba a salir mal ya que el sentimiento de felicidad era demasiado bueno para ser verdad. Esto no le sucedía a los solitarios como yo, no merecía un hombre como Hyunjin y no merecía este tipo de felicidad. Aunque me hubiera gustado averiguar lo que nos iba a pasar juntos con el tiempo.

Me senté sobre las rocas cerca del muelle donde me encontraba pintando el océano y las aves marinas con mi mente centrada en Blondie. Se había negado a que lo llevara al trabajo por la mañana y me dijo que era importante que llegara temprano a la playa para ver el amanecer. Tenía razón, por supuesto, y aunque yo prefería verlo llegar de forma segura a la escuela, él había hecho ese camino hasta allí muchas veces antes de que yo hubiera aparecido en su vida. Sabía que lo cuidaba demasiado y tal vez empezaría a resentirse si no le daba un poco de independencia.

Así que hice lo correcto y mientras dibujaba, soñaba despierto sobre llevarle a cenar esa noche con el dinero que había conseguido con la pintura de los dos preciados chihuahuas de una rica dama. El amanecer era impresionante y estaban a punto de dar las diez ahora; Hyunjin estaría metido de lleno en sus clases.

Mi teléfono móvil sonó en mi bolsillo e hice malabares con el pincel, enfadándome por la interrupción. No reconocí el número de la llamada y estuve tentado de no responder, pero llegué a la conclusión de que podría ser un potencial cliente que estaba en la ciudad y se había enterado de mi talento.

—¿Hola?

—Hola, ¿Con Lee Felix?— era una voz de mujer, un zumbido resonaba al fondo.

—Sí.

—Sr. Lee, soy una enfermera de la sala de emergencias del hospital Kamgbuk.

Todos mis pensamientos se disolvieron. La bilis arañó su camino hasta mi garganta. Era por él, tenía que ser por él. —¿Qué ha pasado?— mi voz se quebró mientras hablaba.

—Se trata de Hyunjin, su pareja. Siento mucho tener que decirle esto a través del teléfono, pero fue atropellado por un coche frente a su edificio de apartamentos esta mañana.

Apreté los puños, los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Por qué dejaste que se fuera solo? Oh, por Dios, debería haber insistido. —¿Está muerto?— las palabras salieron sin ser consciente de lo que decía.

—No. Pero está herido de gravedad, va a ser trasladado a la UCI después de que lo estabilicen. Les diré que esperen hasta que usted llegue.

Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Me las arreglé para agradecérselo a la enfermera antes de colgar y luego vomité violentamente, vaciando el estómago sobre todo el precioso dibujo de la salida del sol sobre el océano. 

[...]

Hyunjin estaba pálido y tendido en la cama de un hospital rodeado de máquinas zumbando. Su cabeza estaba envuelta con vendas que cubrían ambos lados del cuello, las muñecas y los brazos. Un pie de suero se elevaba al lado de su cama para administrarle medicamentos por vía intravenosa y respiraba gracias a una máquina que le insuflaba oxígeno a través de un tubo por la garganta.

Me quedé mirando sus perlados dientes expuestos alrededor del tubo, en las abrasiones de las mejillas como si hubiera sido arrastrado por el asfalto y me eché a llorar.

Una enfermera me hizo pasar a una habitación vacía con folletos de donación de órganos y una jarra de café de pie en una placa calefactora. Me explicó que la madre de Hyunjin era su pariente más próximo y como ella estaba de camino, no me podía decir mucho acerca de su condición hasta que ella llegara y sin embargo agregó que un tal señor Seo Changbin le había pedido que me llamara.

𝗕𝗟𝗜𝗡𝗗|lixjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora