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Nunca había estado tan nervioso antes de una cita. Todavía, ni siquiera sabía el nombre de Blondie y estaba muy inquieto por la forma en que se había ofrecido a mí, por lo que había considerado la opción de no presentarme. La cita iba a ser eterna, cena, copas, ¿dormiría conmigo? El protocolo para una cita no era decir que sí, que iba a hacerlo antes incluso de que empezara la noche. Ciertamente el protocolo no decía que deberías empezar a sentirte mal por querer follartelo.

Soy un idiota, ¿de acuerdo?

¿Lo he mencionado al inicio de esta historia? ¿Qué es lo que quieres? ¿Un príncipe azul? ¿Existen? Me gusta chupar, follar, azotar, lamer y un montón de cosas entre medio que tu madre no las aprobaría. Me gusta despertarme con la cama deshecha y las sábanas manchadas, pero el chico debe haber hecho lo correcto y haberse largado antes de despertarme para así no tener que ver su cara sin afeitar y el olor de su aliento cervecero al día siguiente.

Esta noche me gustaría ser responsable de llevar mi cita a casa si quisiera ir, aunque sería mejor ir a su casa y largarme mientras dormía. Aún así estaba nervioso y ansioso, ya que había hecho que me sintiera como un bastardo con sólo aceptar mi invitación. Había hecho que me parara a pensar sobre ello y sintiera una frialdad inmensa, provocándome que no me gustara nada. Entonces ¿por qué iba yo? Bueno, al final iba a tener sexo, ¿no?

Incluso si fuera la follada más difícil de mi vida.

Así, culpable y nervioso, seguí mi camino deteniéndome en un puesto de flores a unos cien metros de su apartamento y compré un ramo de rosas rojas. Analízalo como te apetezca y así me ahorras el tener que hacerlo, y que conste que nunca le he comprado a un chico flores, consoladores y bolas anales sí, pero flores nunca.

Me acerqué al apartamento llevando mi mejor camisa, mis mejores pantalones, perfumado con colonia, champú para el pelo y llevando flores como si estuviera desesperado por hacer mucho más que tener sexo con Blondie una sola noche.

¿Qué diría mi madre?

Changbin me miró de reojo mientras entraba en el vestíbulo. -Mira lo que trajo el gato a casa.

Entonces ha aceptado.

Me henchí de orgullo. —Por favor, llámelo y dígale que estoy aquí.

El conserje hizo un gesto sarcástico.
—Por supuesto.

Esperé, con el ceño fruncido mientras cogía el teléfono y le decía a Blondie que había llegado. Pasé unos minutos paseándome nervioso con las flores antes de que mi cita apareciera vestido con una camisa negra y unos pantalones del mismo color, solo con su bastón. Su dorado cabello estaba peinado pulcramente y en su sitio. Por primera vez, no llevaba gafas de sol y con el corazón palpitante de curiosidad, me acerqué a él acercándole las flores a su cara y de inmediato me sentí como un imbécil cuando se quedó mirando en blanco con los ojos fijos sin ver hacia el final del vestíbulo.

De todos modos aproveché la oportunidad para echar un buen vistazo a sus ojos. No eran tan horribles como esperaba. Ni por asomo lo eran, tenía unos ojos sensacionales de un intenso azul cielo con un brillo dorado que irradiaba alrededor del iris. Bueno, era ligeramente bizco, pero no me importaba en absoluto ese detalle. El chico era guapísimo y yo sabía lo afortunado que era.

Sonreí y me aclaré la garganta.
—Hola, Blondie.

Su mirada fija en mi hombro derecho y levantó una ceja burlona con el apodo. —¿Es tu colonia o has traído flores?

—Ambas.— le dije. Bajé el ramo y se lo puse en su mano derecha.

Cerró los dedos alrededor del ramo, atrayendo las rosas a la nariz e inhalando. —¿Rojas?

𝗕𝗟𝗜𝗡𝗗|lixjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora