III

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III

Dos años antes. Zona Fleming.

Una tarde cualquiera, si no fuera por su Vespa recién estrenada, en rodaje, todavía sin trucar. Lexa la está probando. Al pasar por delante del café Fleming oye que la llaman.

—¡Hola, Lexa!

Annalisa, una guapa rubia que ha conocido en el Piper, le sale al encuentro.

Lexa se para.

—¿Qué haces por aquí?

—Nada, he ido a estudiar con un amigo y ahora voy hacia casa.

Apenas un segundo. Alguien a sus espaldas le quita el gorro.

—Te doy diez segundos para que te vayas de aquí.

Un cierto Poppy, un tipo grueso más grande que ella, se planta delante. Lleva su gorro entre las manos. Aquel gorro está de moda. En Villa Flamina lo tienen todos. De colores, hecho a mano. Aquel se lo había regalado su madre.

—¿Me has oído? Vete.

Annalisa mira a su alrededor y, al comprender, se aleja. Lexa baja de la Vespa. El grupo de amigos la rodea. Se pasan el gorro unos a otros, riéndose, hasta que acaba en manos de Poppy.

—¡Devuélvemelo!

—¿Habéis oído a la desviada? Es una chica valiente. ¡Devuélvemelo! —lo imita provocando las carcajadas del grupo—. Y si no qué haces, ¿eh? ¿Te vas a poner a llorar? Venga, ¿te pondrás a llorar? Venga.

Poppy se acerca con los brazos colgando, echando la cabeza hacia atrás.

—Venga, llora.

Lexa lo mira. La rabia la ciega. Hace ademán de golpearlo pero apenas mueve el brazo lo sujetan por detrás. Poppy pasa el gorro al vuelo a uno que está allí cerca y le da un puñetazo sobre el ojo derecho partiéndole la ceja. A continuación, el bastardo que la tiene sujeto por detrás lo empuja hacia delante, hacia el cierre metálico del café Fleming que, vista la situación, ha cerrado antes de lo previsto. El cuerpo de Lexa cae contra el cierre con un fuerte golpe. Casi de inmediato descargan sobre su espalda un sinfín de puñetazos; luego alguien le da la vuelta. Se encuentra, aturdida, de espaldas contra el cierre. Prueba a cubrirse sin conseguirlo. Poppy le mete las manos detrás del cuello y, aferrándose a las barras del cierre metálico, lo inmoviliza. Empieza a darle cabezazos. Lexa intenta protegerse como puede pero aquellas manos lo tienen inmovilizada, no consigue quitárselo de encima. Siente cómo empieza a salirle sangre de la nariz y oye una voz de mujer que grita:

—¡Basta, basta, dejadla estar ya o la mataréis!

«Debe de ser Annalisa» , piensa. Lexa prueba a dar una patada pero no logra mover las piernas. Oye sólo el ruido de los golpes. Casi han dejado de hacerle daño. Luego llegan unos adultos, algunos transeúntes, la propietaria del bar.

—¡Marchaos, fuera de aquí!

Alejan a aquellos matones a empujones, tirando de sus camisetas, de sus cazadoras, quitándoselos de encima. Lexa se agacha lentamente, apoya la espalda contra el cierre metálico, acaba sentada sobre un escalón. Su Vespa está ahí delante, en el suelo, como ella. Tal vez el cofre lateral se hay a abollado. ¡Qué lástima! Siempre procuraba tener cuidado cuando salía por la puerta.

—¿Estás mal, muchacha?

Una atractiva señora se acerca a su cara. Lexa niega con la cabeza. El gorro de su madre está tirado en el suelo. Annalisa se ha marchado con los otros.

«Pero yo sigo teniendo tu gorro, mamá» .

—Ten, bebe. —Alguien llega con un vaso de agua—. Traga lentamente. Qué desgraciados, qué gentuza, pero yo sé quién ha sido, son siempre los mismos. Esos vagos que se pasan el día aquí, en el bar.

A Tres Metros Sobre el Cosmo (Clexa) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora