IV

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IV

Una muchacha que vive por allí cerca enciende una radio portátil.

—¡Ciento nueve!

Schello, borracho ya, salta sobre la marquesina y, bailando en sus Clark de piel, sudadas y sin lazos, hace un intento de break. No funciona.

—¡Yuhuu! —Palmotea con fuerza—. Ciento diez.

—Atención, a continuación daremos la lista de los más sudados. En primer lugar está Murphy. Vistosas manchas bajo los sobacos y sobre la espalda, parece una fuente. Ciento once.

Lexa, Hook y Murphy hacen un esfuerzo increíble. Los tres se alzan de nuevo, extenuados, congestionados y jadeantes.

—En nuestro Hit de sudados, Hook ocupa el segundo lugar. Como podéis apreciar, la espléndida camiseta Ralph Lauren ha cambiado de color. Yo diría que ahora es de un verde más bien descolorido, o quizá sea mejor describirlo como verde sudor.

Schello, agitando los puños junto al pecho, sigue con la cabeza el ritmo de la nueva canción que el disc-jockey ha presentado en la radio como el éxito del año: Sere nere. Hace una pirueta y continúa:

—¡Ciento doce! Y, naturalmente, la última es Lexa… Casi perfecta, el pelo ligeramente despeinado…

Schello se inclina para mirarla mejor, luego se incorpora de golpe, llevándose las manos a la cara.

—¡Increíble, he visto una gota pero os puedo asegurar que era sólo una! ¡Ciento trece!

Lexa desciende, siente que le escuecen los ojos. Algunas gotas de sudor le resbalan por las sienes y se rompen entre las pestañas, derramándose como un molesto colirio. Cierra los ojos, siente los hombros doloridos, los brazos hinchados, las venas latiendo, empuja hacia delante y, lentamente, asciende de nuevo. «¡Sííí!» . Step mira en derredor. Murphy también lo está consiguiendo. Extiende completamente los brazos, alcanzándola. Sólo falta Hook.

Leca y Murphy miran a su amigo-enemigo subir temblando y resoplando, centímetro a centímetro, un instante tras otro, mientras los gritos arrecian abajo.

—¡Hook, Hook, Hook…!

Hook, como paralizado, se detiene repentinamente; tembloroso, sacude la cabeza.

—Ya no puedo más.

Permanece inmóvil por un momento, y ése es su último pensamiento. Se desploma de golpe, con el tiempo justo de doblar la cabeza. Cae con todo su peso sobre el suelo de mármol.

—¡Ciento catorce!

Lexa y Murphy bajan veloces, frenando sólo al final de la flexión, luego vuelven a subir deprisa, como si hubieran encontrado nuevas fuerzas, nuevas energías. Ser el único en llegar a la meta. O el primero o nada.

—¡Ciento quince!

Vuelven a bajar.

El ritmo aumenta. Como si fuera consciente de ello, Schello se calla.

—¡Ciento dieciséis!

Uno tras otro, se limita a pronunciar sólo los números. Rápido. Esperando a que estén arriba para dar el sucesivo.

—¡Ciento diecisiete!

Y de nuevo abajo.

—¡Ciento dieciocho!

Lexa aumenta todavía, resoplando.

—¡Ciento diecinueve!

Baja y, de nuevo, sube, sin detenerse. Murphy la sigue, esforzándose, gimiendo, enrojeciendo más y más.

A Tres Metros Sobre el Cosmo (Clexa) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora