VII
Un perro lobo corre veloz por la playa con un palo en la boca. Agrupa las patas y enseguida las lanza de nuevo, casi rozando la arena, levantando salpicaduras de ella. Llega hasta Lexa. Se deja quitar el palo de la boca babeando un poco. Luego se acuclilla, con la cabeza doblada entre las patas anteriores, unidas, extendidas junto al suelo. Lexa finge tirar el palo a la derecha. El perro da un salto, pero luego se da cuenta que no serviría de nada. Lexa finge de nuevo.
Al final lanza el palo lejos, en el agua. El perro parte. Se arroja al mar de inmediato. Con la cabeza levantada avanza entre alguna que otra ola pequeña y una leve corriente. El trozo de madera flota un poco más allá. Lexa se sienta a mirar. Es un día precioso. Todavía no hay nadie. Repentinamente, un fuerte ruido.
Una gran luz. El perro desaparece. El agua también, el mar, las montañas lejanas, las colinas a la derecha, la arena.
—¿Qué puñetas pasa?
Lexa se da la vuelta en la cama, tapándose la cara con el almohadón.
—¿A qué coño viene esta invasión?
Bellamy, después de haber levantado la persiana, abre la ventana.
—¡Madre mía, menuda peste! Será mejor que abramos un poco. Ten, te he traído unos sándwiches.
Bellamy le tira la bolsa verde de Euclide sobre la cama. Lexa se incorpora y se estira un poco.
—¿Quién te ha abierto? ¿Maria?
—Sí, está haciendo el café.
—Pero ¿qué hora es?
—Las diez.
Lexa se levanta de la cama.
—Maldita sea, ¿no podías dejarme dormir un poco más?
Lexa se dirige al baño. Se sienta en el váter. En la otra habitación, Bellamy abre Il Corriere dello Sport y alza un poco la voz.
—Me tienes que acompañar a recoger la moto al garaje de Sergio. Me ha llamado para decirme que ya está lista. Oh, ¿has visto que el Lazio ha confirmado a Stam, el defensa del Manchester? Es genial, Jaap.
Bellamy se pone a leer un artículo, luego al oír que Lexa no da muestras de acabar:
—Eh, pero ¿qué pasa? ¿Te has bebido un río?
Lexa tira de la cadena. Vuelve a la habitación, coge el paquete de Euclide.
—Sólo te justifica haberme traído esto.
Acto seguido, se dirige a la cocina, seguida de Bellamy. La cafetera aún humeante está posada sobre un platito de madera. Cerca hay un cacito con leche caliente y, en el habitual brik azul claro, algo más de leche fría, del tipo entera.
Maria, la mujer de la limpieza, es una señora menuda de unos cincuenta años. Sale del cuarto contiguo, donde apenas ha acabado de planchar.
—¿Ve a éste, Maria? —Lexa indica a Bellamy—. Haga lo que haga o diga lo que diga, no debe entrar en esta casa antes de las once. —Maria la mira un poco preocupada.
—Le he dicho que usted quería dormir. Pero ¿sabe lo que me ha contestado? Que si no le abría tiraba abajo la puerta.
Lexa mira a Bellamy.
—¿Le has dicho eso a Maria?
—Bueno, la verdad…
Bellamy sonríe. Lexa finge que se enfada.
—¿Le has dicho eso? ¿Amenazas a Maria…? —Lexa golpea el torso robusto de Bellamy con su codo—. Te comportas como un nazi en mi casa y ahora pagarás por ello. —Coge el jarro de leche hirviendo y se lo acerca a la cara.
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A Tres Metros Sobre el Cosmo (Clexa) [PAUSADA]
Fiksi PenggemarAdaptación #chicaxchica de la novela 3MSC (Clexa). En Roma, como en cualquier otra ciudad del mundo, los adolescentes quieren volar, buscan caminar «tres metros sobre el cielo». Las chicas como Clarke se esmeran en sus estudios, hablan del último gr...