IX

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IX

Raven, con un chándal Adidas afelpado y azul del mismo color del elástico que le sujeta el mechón de pelo, corre casi rebotando sobre sus Nike claras.

—Entonces, ¿no me preguntas cómo fue?
Clarke, con un chándal oscuro de cintura baja con la inscripción «Danza» y con una banda rosa en el pelo, mira a su amiga.

—¿Cómo fue?
—No, si me lo preguntas así no te lo cuento.
—Entonces no me lo cuentes.
Siguen corriendo en silencio, manteniendo el ritmo. Raven no consigue aguantarse.

—Está bien, ya que te interesa tanto, te lo digo de todos modos. Me divertí como una loca. No sabes adónde me llevó.

—No, no lo sé.
—¡Venga, no seas antipática!
—No comparto ciertas amistades, eso es todo.
—Eh, pero si he salido con él sólo una vez, ¿qué pasa?
—Puede, ¡basta con que sea la última!
Raven permanece por un momento en silencio. Un chico con un chándal impecable las adelanta. Se las queda mirando. A continuación, a pesar de que está exhausto, controla un cronómetro que tiene en la mano y para darse aires acelera el paso, desapareciendo por un sendero.

—Bueno, en fin, me llevó a comer a un sitio chulísimo. Está cerca de la calle Cola di Rienzo, creo que es la calle Crescenzio, una bocacalle de ésas. Se llama La Pirámide.

Clarke no parece particularmente interesada. Raven sigue contando, algo jadeante.

—Lo más divertido es esto: en cada mesa hay un teléfono.
—Hasta ahora no me parece demasiado interesante.
—¡Vamos, qué plasta que eres! Los teléfonos tienen un número que va del 0 al 20…

—¿Y tú cómo lo sabes?
—Está escrito en el menú.
—¡Ah, porque se come también! ¡Pensaba que te había llevado a Telefónica!
—Oye, si quieres que te lo cuente cierra ese pico de amargada.
—¿Qué? —Clarke la mira fingiendo estupor—. ¿Amargada yo? Pero ¡si soy la más cortejada del Falconieri! ¿Has visto cómo me miraba el que acaba de pasar? ¿Qué crees, que se le iban los ojos detrás de ti?

—¡Claro!
—Pero si es imposible que ni siquiera se haya dado cuenta de que éramos dos…
—Aquí lo único imposible es que yo siga corriendo de esta manera. ¿No podríamos sentarnos en ese banco y charlar normalmente?

—Ni hablar. Yo corro. Tengo que perder al menos dos kilos. Si quieres venir conmigo, bien, si no, enciendo el Sony. Por cierto, llevo dentro el último CD de U2.

—¿Sony? ¿Desde cuándo lo tienes?
—¡Desde ayer!
Clarke se levanta la sudadera enseñándole el walkman MP3 de Sony, sujeto a la cintura. Raven no da crédito a sus ojos.

—¡Caramba! Con CD y radio. ¿Dónde lo has comprado? Aquí en Italia no se encuentra.

—Me lo ha traído mi tía que ayer volvió de Bangkok.
—Estupendo.
—Como ves, he pensado en ti.
Clarke le enseña a Raven  dos auriculares.

—Si hubieses pensado en mí de verdad le tenías que haber dicho que trajera dos.

—¡Hablas siempre por hablar! Yo le pedí dos. Pero mi tía se quedó sin dinero y trajo uno sólo. ¡Qué más te da! Éste tiene dos auriculares y nosotras corremos siempre juntas.

Raven le sonríe a su amiga.

—Tienes razón.
Clarke la mira seria.

—¡Lo sé! Pero bueno, ¿acabas o no esa historia del teléfono que se come?
Clarke y Raven se miran y después se echan a reír. Dos chicos se cruzan con ellas. Al verlas tan alegres las saludan esperanzados. Su osadía no se ve recompensada. Raven retoma su relato.

A Tres Metros Sobre el Cosmo (Clexa) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora