¿La tercera o la quinta?

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Venus.

Odio los malditos cumpleaños.

Y no hablo de la hipocresía que se siente en el aire cuando personas que jamás se acuerdan de ti promulgan a los aires su supuesto afecto justamente ese día.

Tampoco a los ideales progres que promulgan las personas que quieren parecer más interesantes diciendo 'Ay, odio mi cumpleaños' pero luego llega el día y si no los saludas lloran como bebés.

No, lo mío es por otra cosa.

Es por todo lo que perdí en comparación a lo que significaba ese día antes.

Es por mi hermano.

Por los cumpleaños que celebrábamos juntos al haber nacido el mismo día.

Por los desayunos en la cama, por cómo justo a las 12 en punto el venía a invadir mi habitación y escribíamos todo lo bueno y malo que nos había pasado en ese entonces, para luego dejarlo consumirse en las llamas. Por como nuestros padres separaban nuestro jardín en dos para que no pelearamos, y como podías distinguir en las decoraciones lo diferente de nuestras personalidades y edades.

—Feliz año menos lejos de tu sueño. —expresaba él, haciendo alusión a mis ganas de morir.

—Feliz año menos lejos de tu sueño. —repetía yo, golpeando su brazo y refiriéndome a sus ganas de ser doctor.

Entonces soplabamos la vela juntos y nuestra familia aplaudía con felicidad. Porque había algo que celebrar, porque estábamos juntos.

Pero ya no lo estábamos.

Y aunque los primeros años papá trató de esforzarse, inventando nuevas tradiciones o tratando de traer las viejas, terminó por rendirse luego de mis constantes negativas. Y es que todo era parecido a lo que vivía con Joseph, todo me recordaba a él.

Me hubiera gustado volver el tiempo atrás, corresponder sus atenciones, decirle 'gracias papá'.

Quizás estaría menos sola.

Unos rayos de luz inundan mi rostro, trato de abrir los ojos pero una punzada en la cabeza hace que los cierre de golpe. Cuando, por fin y luego de diez mil vueltas por la cama mis ojos se encuentran abiertos, bostezo mirando fijamente un punto cualquiera, en un estado de meditación que dura prácticamente unos cuatro segundos porque el tono de mi teléfono comienza a sonar.

Nunca pensé que podría llegar a odiar como suena una canción de Chloé Silva.

Hundo el rostro entre mis manos y me estiro para tomar el objeto sobre mi mesa de luz. —¿Qué?

—¿Acabas de despertar? —pregunta papá al otro lado de la línea, el ruido de la calle de fondo.

—Sí. —es toda mi respuesta.

—Ah. —contesta, no sé en qué momento dejamos de poseer la facultad de la naturalidad de una conversación normal—. Tuve que salir temprano hoy por las reuniones del centro. Y eh...dejé pizza en el horno, como es tu favorita y hoy...

Lo corté en seco. —Ya.

Suspiró y entonces el silencio nos inundó, el puro y doloroso silencio. —Si quieres puedo salir temprano hoy y vamos a visitar a tu mamá.

—No, gracias. —volví a interrumpirlo, me sentí mal al instante por la crudeza en mi voz, entonces tosí y traté de hablar con más amabilidad —. Es que tengo mucho que estudiar.

—Claro, entiendo. —por el tono de su voz supe que realmente lo hacía—. ¿No irás a la escuela hoy?

—Prefiero que no.

Anne Of The Present: One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora