Encuentros y desencuentros

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Anne.

Desde el día que conocí a Orion, no nos despegamos más.

Nuestra relación se parecía a un viaje en carretera o al sonido de una llovizna constante, y al mismo tiempo era como un show de circo que te toma por sorpresa a cada minuto; todo, absolutamente todo era nuevo al estar con ella.

Supe, muy tarde, que eso pasa al estar con una artista.

Pasaron los meses y con ello recolecté miles de historias escritas en su honor, ella miles de fotografías artísticas de mi cuerpo desnudo recostado en distintos lugares de su casa.

Inventamos miles de maneras de conocernos y besarnos, ideamos un nuevo color de ojos que iban a tener los hijos que adoptariamos en nuestros viajes a los pueblitos de Italia, yo le decía que mientras tuviera sus ojos daría lo mismo el color.

Dejamos de ser extrañas demasiado rápido.

Yo me lancé de golpe y sin paracaídas; ella, por otro lado, se sentía más real, pero eso no implicó jamás que se mostrara por completo.

Pero siempre fui empática, desde pequeña; así que dediqué el tiempo que estuvimos juntos a conocerla, comprenderla, quererla y nada más. Nunca pude destruir los muros que ponía a cada paso que supuestamente dábamos juntas.

Por ese motivo; creo que siempre supe que ese día llegaría.

Era de noche, llegó a mi habitación con una actitud que comenzaba a repetirse cada vez más.  Distante, nerviosa; se mantuvo así durante toda la película que habíamos visto luego.

Supuse, —o quizás me mentí a mí misma—, que estaría en uno de sus lapsus en los que se desdoblaba de la realidad e iba donde ella solo sabía, no quería preguntarle, no quería saber.

Pero debía.

—¿Está todo bien? —mi voz salió como un susurro.

—¿Uhm? —respondió, ensimismada.

Suspiré. —¿Qué pasa?

Fue cuando todo comenzó a deshacerse.  De pronto unas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas perfectas y lizas.

Sus emociones, cuando se presentaban así de directas, sin adornos sino simplemente ruido, me hipnotizaban.

Era como verme a mí misma; pero distinto. Yo siempre fui emocional, era curioso que Orion, con la coraza enorme que tenía, tuviera esa facilidad para llorar frente a mí.

—Creo que no puedo seguir con esto, Anne. —levantó el arma, apuntó al centro y sentí el tiro directo en mi pecho, sin titubear.

La sensación de hundimiento que sentí de pronto fue horrorosa. Sin embargo, no hice preguntas.

Me dijo que le daba demasiado miedo no quererme como me lo merecía.

Yo sólo pude pensar en qué sólo yo sabía que merecía, y quería estar con ella. Pero no hice preguntas.

Me dijo que no quería hacerme daño.

Yo pensé en qué siempre me había mostrado sus caricias, que podia descansar su dolor en mí, que no me molestaba, que quería conocerla. Pero no hice preguntas.

Me dijo que no estaba preparada, que nuestras aspiraciones eran distintas.

Bla, bla, bla.

Pensé en contrarrestar cada uno de sus argumentos. Pero no lo hice, no hice preguntas.

No era consciente de en qué había fallado, de qué había pasado, cuál era mi error. Pero no necesité entenderlo, conocía Orion y por esto, creía saber que el error no había sido mío; había respetado su espacio, había acariciado con cuidado esos muros que no quería dejar que cruzara, la había dejado ser ella.

Anne Of The Present: One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora