Cartas

548 72 243
                                    

Roy.

—¡Papá! —escuché un alarido estruendoso de quién reconocí como Helia y mi corazón dejó de latir por completo.

Nisiquiera dudé en sacarme los guantes o las botas llenas de barro producto de la jardinería que llevaba haciendo toda la mañana, pensar en que a mi hija le podía estar pasando algo era el único pensamiento que inundaba mi cabeza.

Subí la escalera de dos en dos. —¡¿Helia?! ¿Estás bi...? No me jodas.

Sus ojos verdes me miraron con perplejidad desde el suelo. —Estás lleno de barro.

Fruncí el seño. —Pensé que te estaban degollando, ¿cómo carajo gritas así? ¿quiéres que me de un paro cardíaco?

—No exageres. —soltó una de sus carcajadas, calcadas a las de su mamá.

Suspiré comenzando a sacarme los guantes y los zapatos, sintiendo como mi corazón volvía a su ritmo habitual de a poco. —Espera.

Me sonrió con inocencia, sin pensar ni por un segundo que me pudiera molestar que estuviera en mi habitación.

Hurgando entre mis cosas.

Qué descarada, sin duda era mi hija.

—¿Sí?

—¿Por qué diablos estás en mi cuarto?

Pestañeó con duda por unos momentos, sus pestañas larguísimas chocando en sus mejillas de muñeca. —Ah, eso.  Es que estábamos aburridas y ya registré todo el cuarto de Selene.

—¿Disculpa?

—Ay, pá. —dejó de centrar su atención en mí y volvió a mirar los papeles en sus manos. Mis papeles—. Como si tú no lo hubieras hecho.

Fruncí el seño, ofendido. —Yo no...—alzó una ceja y yo no pude seguir debatiendo, podía inventarle cosas a Sel pero Helia era tan astuta que no valía la pena. –A ver, pequeña dictadora, el papá soy yo.

—Pero yo soy la que te encontró el bote de los porros. 

Oh.

No pude debatir nada. —Bien jugado.

Sonrió engreída. —Aprendí del mejor.

—Bueno... —me senté a su lado, doblando mis rodillas en posición india—. ¿encontraste algo más interesante que mis porr...digo, mi medicina?

Soltó otra risita y yo no pude evitar pensar en lo grande que estaba, ya había cumplido catorce. —Encontré unas cartas dirigidas a tía Aline, tan tiernas que creo que jamás podre verte de la misma manera. Otras a la abue, y otra a...

El nerviosismo se acunó en mi pecho al instante, pensé que había guardado esa carta en el cajón con llave de la cochera.

—Te pusiste pálido.

Volví a la realidad. —Para nada.  —traté de notarme lo más tranquilo que pude y tomé con cuidado el papel arrugado y descuidado por el paso del tiempo—. Es solo que...no sé, esto me demuestra lo viejo que estoy.

—Y lo cursi que eras. —puso una mueca de asco y volvió a tomar el papel—. Todo este tiempo pensando que seguía tus pasos y resulta que eres un romántico empedernido más.

—Yo pienso que es tierno. —escuché una voz proveniente de mi closet y pestañeé con sorpresa, la polizona salió de las penumbras y me miró con una sonrisa—. Oh, hola tío Roy, estaba probandome su ropa.

—Per...

—Ya me quedé con esta camisa, así que no me la pida. —me señaló y tomó la carta con sus manos—. No sabía que había tenido algo con ella.

—Respétenme, no soy su amigo, soy un adulto. —señalé ofendido por el nivel de insolencia—. Además fue hace...hace una eternidad, ya ni recuerdo que escribí.

—Ay, tío, no te pongas como mamá.  —expresó Veens—. Y lo de no recordar...bueno, eso tiene solución.

—No la vas a leer de ninguna manera.

Sonrió con malicia. —Claro que lo haré.

Me pidieron que expresara mis sentimientos como si fuera un maldito caballero de la edad media, y aunque me negué y estoy apunto de vomitar al hacer esto, quiero salir de aquí en algún momento.

Así que acá voy.

—Oh. —señaló la morena, soltando una carcajada—. Es igual a ti, prima.

Recuerdo el primer momento en que esta vida llena de casualidad nos cruzó, cómo supe al instante que eras de las personas que te calan hondo, porque te obligan a centrar toda la atención en su existencia. Porque saben el valor que tienen, y si no lo hacen, tú mismo indudablemente quieres que lo sepan.

Yo estaba vagando en otro lugar, insistiendo en un sitio donde no me querían, y tú estabas sanando heridas por haber estado en la misma situación.

Entonces te busqué, o por algún motivo nos buscamos, no lo sé. De lo único que tengo certeza es que fue la primera vez en mucho tiempo que me sentí a salvo expresando mi interés porque las cosas cambiaran, sacándome la fachada de indiferencia que siempre llevaba al hombro, para dejarle un lugar a tu cabeza.

Tú también lo hiciste, porque así eras. Como una cabaña acogedora con una chimenea caliente en medio del bosque frío.

Al entender lo mucho que teníamos en común, al sentir que a tu lado podía encontrar alguien con quién ser realmente yo; me tiré al suelo de cara y sin casco, directo al gran mundo de los que jamás van a olvidarte.

Te conocí, me conociste.

Nos desvelabamos hablando de lo lejanas que eran esas estrellas que románticamente definías con metáforas de luciérnagas del cielo. Yo me burlaba de ti, pero no podía evitar pensar en lo especial que eres.

Odiaba la noche, pero contigo todo era un poco mejor.

Siempre que hacías cosas fuera de lo común, siempre que eras tan valiente como para ser tú misma, yo caía aun más.

Pero entonces me vi de pechito en el barro, sabiendo que ser correspondido no es mi fuerte, sabiendo que jamas soy la primera opción.

Sabiendo que tú jamás ibas a amarme como yo te amaba a ti.

Entonces traté de buscar otras personas, otros rostros que representaran lo que tú, otros labios que me dejaran sin aire.

Pero con nadie podía ser realmente yo.

Entonces dejé de serlo contigo también, volví a poner mi muralla de indiferencia, aunque todo lo que quería era pedirte que me quisieras como lo quieres a él, que me eligieras como lo elegías a él, que me miraras como lo miras a él.

Y es que recuerdo absolutamente todo.

Carajo, claro que nos recuerdo.

Y eso me quema como la mierda cada día.

Porque tengo que dejarte ir.

Porque jamás verás en mí lo que ves en él.

—Woah, tío Roy, si que eras bueno. —terminó por decir Veens, sacándome de mi ensoñación—. ¿Es sobre tía Venus?

Helia negó por mí, posando sus ojos verdes en los míos. —No, no lo es.

Dejo esto y me retiro lentamente.

Besitos. XX.

—Dani.

Anne Of The Present: One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora