Sola no estaba. Acatriel y Haniel estaban conmigo. Sin embargo, no era lo mismo. No los conocía totalmente como a mis amigos.
Aún con lágrimas en los ojos, miraba la daga reluciente que tenía enfrente. ¿No estaba oculta, entonces? Haniel se acercó a mí con paso lento. Sentí que avanzaba con miedo, pues dudaba a cada paso.
Pero, ¿Temía que le cuestionara en que mundo estábamos? O ¿El hecho de que el poder que salió de mí, podía hacerle daño? Finalmente, si se sentó en el suelo, donde me encontraba llorando.
—Yo... —Comenzó diciendo, pero la detuve.
— ¿Tu lo sabías? ¿Sabías que había pasado dormida más de 800 años? —Levanté mi cabeza para que viera el dolor que estaba sintiendo — ¿Cómo quieres que confíe en ti de ahora en adelante, si me ocultaste algo tan importante?
—Lily, yo... temía que quisieras ir a tu familia y que me abandonaras —Haniel había comenzado a sollozar, pero no le tomé importancia.
— ¿Qué te asegura que no lo haré ahora?
—Tus amigos, tu familia —Ella quiso tomar mis manos, pero se las arrebaté —No abandonarás la oportunidad de salvarlos.
—Ellos ya no existen —Le hablé despacio, y aun así pude sentir el desprecio en mi voz —Ellos ya no viven aquí. Ya no están en esta época.
Acatriel se mantenía alejado, observando la daga ancestral, por lo que no lo sume a la conversación que estaba teniendo con Haniel. Y fue lo mejor, no quería que nuestro problema acabara en otras bocas.
—Pero tú no abandonarías a la humanidad. Lo sé, porque...
—Somos la misma persona, lo sé —Volví a agachar la cabeza, soltando una pequeña risa irónica. Haniel me conocía bastante bien, después de miles de años y miles de reencarnaciones. Ella sabía mis facciones, mis emociones, mis capacidades y mis atributos. Sabía que uno de ellos, era velar por la felicidad de otros ante que la mía. No era egoísta. Era mi deber. Lo que antes recordaba de mis vidas pasadas, eran simples fragmentos de escenas. Pero ahora podía ver cada una ellas con claridad. Y recordaba claramente cuando Gabriel, mi primer papá, me añadía como quien salvaría el mundo en su profecía.
La salvadora.
Finalmente, ese título cobrara más sentido. Y era más allá del prado, más allá de los ángeles de cada una de las montañas.
—Lo siento, tenía que traerte de alguna manera —Al final miré atentamente como Haniel lloraba. Miré a una niña pequeña de 14 años, que había perdido a sus padres y tenía el peso del mundo en sus hombros. Solo pude decirle.
—Entonces ¿Fuiste tú? ¿Cómo?
—Agotando mis fuerzas, cree una ilusión —Suspiró pesadamente —Si seguía, podría haber muerto.
— ¡Perdón! —Sentí nuevamente las lágrimas recorrer mis mejillas y como mis ojos se apretaban. Me estremecí al sentir su tacto en mis manos. En unos segundos, el miedo me embargó recordando la luz que había salido de mi anteriormente —No me toques, no quiero hacerte daño.
Una tierna risita salió de entre toda esa pena.
—Despertaste tu verdadero poder, Lily —Se limpió sus mejillas y puso mis manos en su corazón —Aquel que Dios nos entregó.
Miré como de mis manos salía una tenue luz dorada, que se deslizaba hacia el cuerpo de Haniel. Aquel resplandor la envolvió. Al cabo de unos segundos, la chica que estaba en frente de mí, parecía más restaurada, más fuerte. Hasta más linda.
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Un Ángel Sagrado © (LIBRO 3)
FantasiLily despierta en prado totalmente nuevo, donde ya no existe el limbo, y las montañas estaban más cerca que nunca. Pero su sufrimiento va en torno a su soledad, todos fueron liberados, por lo menos eso calmaba su dolor, además sus alas se habían tra...