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xix. LA MENTIRA QUE MÁS AMO
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—ENTONCES, UNA PELÍCULA ES COMO UNA OBRA DE TEATRO.
—¡Exacto! Solo que está grabada y la puedes ver cuando quieras.
Detengo a un Chitauri que intenta sobrepasar el muro de muebles que Makena y yo creamos para proteger a los civiles tomándolo del pescuezo y lanzándolo por una de las ventanas rotas. Desconozco la cantidad de tiempo que ha transcurrido desde lo acontecido con Loki, lo único que mis sentidos registran son los alienígenas a los que nos enfrentamos, los humanos que salvamos, los edificios que vamos despejando de enemigos y las explicaciones de mi amiga sobre las películas midgardianas.
—¡Y yo insisto... —su lanza atraviesa el aire como si se tratara de una jabalina y apuñala a tres Chitauri—... en que deberían realizar una película de Freddy Mercury, de Queen! ¡De algo relacionado!
—¿No puedes hacerla tú? ¡Terug!
Dos de mis flechas vuelan por el aire siguiendo el camino que les indican mis manos y se clavan en el pecho de un Chitauri medianamente grande. Sonrío satisfecha con mi nuevo truco, que aprendí hace apenas unos minutos por pura equivocación. Había querido ayudar a Makena, la señalé mientras llamaba a mi flecha y un segundo después esta se hallaba incrustada en la pierna del alienígena.
—¿Si pudiera hacerla te crees que estaría trabajando de superheroína?
Me río mientras uso mi arco para ahorcar al último Chitauri. Estoy subida a su espalda usando todas mis fuerzas, pero se resiste sacudiéndose de un lado para el otro. Makena viene a ayudarme y le clava uno de sus cuchillos en el pecho. El alienígena cae frente a nosotras y observo con asco mis manos, manchadas de cálida sangre negra. Las limpio con mi capa y recojo mis flechas colocándolas una vez más en su carcaj.
