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iii. SOSTENIDA POR MANOS HELADAS
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EN LA CABALGATA HASTA EL BIFROST, me niego a darle mayores explicaciones a Loki sobre mi inusual comportamiento. Estoy de mal humor e intentar hablar sobre lo sucedido solo empeorará todo. Lo único que le dije con claridad fue un "gracias" por mi arco y mis flechas, las cuales había tomado minutos antes de la armería. Un gesto caballeroso y poco común viniendo de él. No digo que el Dios de las Travesuras no sea un caballero, lo es, y mucho, pero de todas formas me resultó extraño porque siempre acompaña esas acciones con un pedido o una sonrisa que presagia alguna maldad aproximándose.
Presiento que todos notan mi ceño fruncido y la forma ruidosa en la que estoy caminando, y saben que no es normal en mí. Suelo enojarme de esta manera iracunda con tanta frecuencia como la de un eclipse. Siempre intento verle el lado positivo a todo y el enojarse me parece totalmente inútil. No consigues nada con eso, solo debes relajarte y pensar en cosas lindas. O al menos eso es lo me estoy diciendo a mí misma para no teletransportarme por error de regreso al Palacio Dorado y gritarle a mi madre hasta quedarme sin voz. Debo concentrarme en lo único que importa ahora, llegar a Jotunheim, luchar un poco con los Gigantes de Hielo para desquitarme, averiguar por qué entraron a la bóveda y llegar a Asgard como héroes. Aunque todo en mi interior me obligue a preocuparme un poco por Thor o responderle a Loki sus tantas preguntas silenciosas, no puedo hacerlo. No me hallo anímicamente bien para conseguirlo sin soltar un grito en el medio o ponerme a llorar desconsoladamente (doy dos opciones, pero probablemente se trate de esta última).
Las palabras que me había dicho mi madre no dejan de revolotear en mi cabeza, buscando que no las olvide por un buen tiempo. No voy a hacerlo. En especial, el odioso apodo que me genera un asfixiante nudo en la garganta: princesa obediente. El enojo se niega a soltarme de tal manera que no me incomoda, ni le presto atención al hecho de que me hallo cabalgando abrazada a la cintura de Loki. Para ponerlos en contexto, cada vez que nos toca andar a caballo juntos, comienzo a toser como si estuviera convaleciente para ocultar mi nerviosismo. Sé que él lo nota y por eso mismo, es el mismo Dios de las Travesuras quien inicia la conversación.
