34.- ¡Por fin 18!

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- Aún no me explico porque nunca había querido acompañaros a este paraíso. —Les decía Bea a sus amigas, completamente relajada mientras todas estaban apoyadas en el borde de la piscina termal.

- Déjame que te refresque la memoria, Bea. —Le dijo Sara. —Nunca habías venido con nosotras porque salías con un imbécil que te tenía sorbido el seso.

- A eso se le llama hablar con claridad, Sara. —Apuntó María riendo.

- Supongo que tienes razón, hermanita, pero te aseguro que voy a intentar que algo así no se vuelva a repetir. —Le respondió Bea a su hermana.

- Vas por el buen camino, Bea. Por lo que conozco de Max, puedo decirte que es todo lo opuesto a Frank. Me alegro de que al final os estéis conociendo, porque si de algo estoy segura, es de que ese chico se muere por tus huesos. —Le dijo María a su amiga.

Bea no pudo evitar ruborizarse y cuando Carla se dio cuenta de la incomodidad de su amiga, salió en su rescate.

- Chicas, debemos salir ya del agua o no llegaremos a tiempo a nuestro masaje. —Les dijo la chica a sus compañeras.

- Bea, como es tu cumpleaños, te dejamos escoger. Te aconsejo que vayas con Lucas, tiene unas manos mágicas. —Le dijo Júlia con una sonrisa en su cara.

- Bien, en ese caso, está decidido, Lucas adjudicado a la cumpleañera. —apuntó Carla,

- Eh chicas, que aún no me he pronunciado. —Les dijo Bea haciendo un mohín.

- Confía en nosotras, Bea. Ya verás como luego nos lo agradeces. —Le respondió Sara a su hermana.

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La ceremonia de inauguración de la nueva plaza Arquitecto Medina acababa de finalizar. Eduardo y Valeria habían aceptado la invitación a comer que el alcalde les había hecho y en ese momento estaban despidiéndose de sus tres hijos.

- ¿De verdad que no queréis quedaros a comer con nosotros? —Les preguntó por enésima vez Valeria.

- No mamá. Aún tenemos muchas cosas que comprobar para la fiesta de esta tarde y queremos llegar lo antes posible. —Le respondió Maribel a su progenitora acercándose para darle un abrazo.

- Está bien, en ese caso, id con cuidado. —Contestó Valeria.

Los tres jóvenes volvieron a felicitar a su padre, que estaba pletórico. —Gracias por haberos quedado a la ceremonia. Sé que habríais preferido estar en Almería, pero de verdad que agradezco mucho vuestra presencia aquí hoy.

- No digas tonterías, papá. No le ponen tu nombre a una plaza todos los días.  ¿Cómo íbamos a perdérnoslo? —Le dijo Nil abrazando a su padre.

- Bueno, no os entretengo más, que sé que tenéis prisa, pero antes de que os vayáis, vamos a inmortalizar este momento, ¿de acuerdo?

La familia al completo se situó a ambos costados de la placa con el nombre de la plaza y el fotógrafo del Diario que cubría el evento les fotografió agradeciendo que posasen para él.

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Carmen no dejaba de correr de un lado al otro de la sala, ante los divertidos ojos de Álex.

- ¿Quieres calmarte, por favor? Los amigos de Max y Nil están a punto de llegar y si te ven así van a pensar que pasa algo.

- Es que pasa algo, Álex. Los chicos del cáterin aún no han dado señales de vida. Además, la conexión a internet no deja de fallar y sin ella no hay sorpresa.

- Tranquila, cariño. Es sólo porque se ha reiniciado el sistema, pero en cuanto esté de nuevo en funcionamiento, no habrá más cortes.

- Espero que tengas razón, Álex. Sé que a Bea le hará mucha ilusión que Ana pueda compartir este momento con ella, aunque sea en la distancia.

Álex se acercó a su chica y la abrazó desde atrás. – Todo va a salir bien, Carmen. Va a ser una fiesta perfecta y, no porque el cáterin llegue más o menos temprano o porque la conexión a internet sea más o menos estable, sino porque Bea va a estar acompañada de sus amigos y de personas que la aprecian y la quieren, así que, aunque todo lo demás sea un fiasco, ella estará encantada.

La chica se giró para mirar a los ojos de aquel muchacho que, con sólo unas palabras había hecho desaparecer los nervios en ella. Se acercó a sus labios y lo besó con dulzura.

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Después de salir del spa, Bea no pudo más que darles la razón a sus amigas acerca de las cualidades de Lucas.

- ¿Ves cómo debes hacernos caso, Bea? Ya te dijimos que íbamos a asegurarnos de que tuvieses un día perfecto y creo que vamos a conseguirlo. —Le dijo María a la joven mientras se dirigían a uno de los restaurantes que las chicas frecuentaban habitualmente.

- Es una lástima que los muchachos no hayan podido venir pronto, pero aparte de eso, todo está siendo genial.  —Apuntó Bea.

- Tranquila, así tienes más tiempo para prepararte para la cena. —Le respondió Júlia.

Una vez llegaron al restaurante, el maître las condujo hasta la mesa que María había reservado y les presentó al camarero que las atendería durante la comida.

Cuando les hubieron tomado nota de sus pedidos y les habían servido las bebidas, las chicas volvieron a su conversación.

- Me encanta este lugar. La comida es fantástica y el personal es siempre atento y servicial. Por eso venimos siempre que podemos. Espero que a ti también te guste, Bea. —Apuntó Júlia.

- Sí, también me gusta muchísimo, pero ahora hacía tiempo que no venía por aquí. A Frank no le atraía para nada este sitio. —le respondió la joven.

Como si aquellas palabras hubiesen servido de invocación, la ex pareja de Bea entró a la sala donde ellas se encontraban acompañado de dos chicos.

Al verlas, el muchacho se tensó, pero a pesar de ello, se dirigió hasta la mesa de las chicas para saludar a Bea.

- Hola Bea, ¿cómo estás? —Le preguntó el joven.

- Bien, gracias. Espero que tu también. —Le respondió la muchacha con sequedad.

- Bueno, digamos que he tenido mejores momentos, pero eso ya lo sabes. —Le dijo Frank con enfado en la voz.

Cuando Sara oyó aquello, no pudo evitar intervenir. -Si has venido a discutir, ya puedes largarte, Frank. Estamos de celebración y no necesitamos que nadie nos amargue la fiesta.

- No estoy hablando contigo Sara, así que métete en tus asuntos.

- Frank, ya está bien. Haz el favor de marcharte. Como te ha dicho Sara, estamos de celebración, y tú no estás invitado, así que, por favor, vete con tus amigos, que te están esperando. —Le dijo Bea a su exnovio.

El joven se inclinó hacia la muchacha como si fuese a decirle algo que no quería que nadie más oyera y, cuando estuvo a su altura la miró fijamente y le dijo en voz baja: - No sabes cómo me pones cuando sacas ese genio.

Bea no pudo evitar indignarse con la actitud del que había sido su pareja y se levantó de inmediato. El muchacho la miraba con ojos lascivos, tan cegado de lujuria, que ni siquiera apreció que la joven cogió uno de los vasos llenos de agua que estaba sobre la mesa y lo derramó sobre la cabeza del chico.

- Eres un imbécil, Frank. Lárgate de aquí y no vuelvas a acercarte a mí. —Le espetó Bea.

Las chicas no pudieron evitar reírse a carcajadas cuando observaron la cara de estupefacción de Frank, que salió disparado del salón ante la mirada incrédula de sus acompañantes que lo siguieron cuando pasó por delante de ellos.

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- Buenas tardes, Nil. —Le dijo Sara a su chico al aceptar la llamada telefónica.

- ¿Nil? ¿No cariño, ni amor, ni ninguna otra de esas palabras que tanto me gustan? —Le preguntó el joven con un falso tono de preocupación en su voz.

La muchacha no pudo más que soltar una carcajada antes de explicarse. —Voy en el coche con Bea y está puesto el altavoz.

- ¡Hola cumpleañera! Gritó Nil a través del teléfono. —¿Qué tal está yendo tu primer día como adulta responsable?

- Hola Nil. Pues no puedo quejarme, las chicas me han mimado mucho.

- Me alegro de oír eso, Bea y espero que se lo hayas dicho a mi hermano, porque se ha pasado todo el día lamentándose de no haber podido estar contigo hasta ahora. De hecho, por eso te llamaba, Sara. —Añadió el joven dirigiéndose de nuevo a su chica—. Estamos en el hotel y quería pedirte que pasaras a recogernos para ir al restaurante y así vamos los cuatro en el mismo coche. ¿Te parece bien? —Preguntó Nil.

Sara pensó que su pareja era un buen actor. Tanto que un ápice de preocupación la asaltó, si bien desechó rápidamente el fugaz pensamiento.

- Sí, por su puesto, estamos cerca, así que os recogemos en un cuarto de hora.

- Genial, preciosa. Sólo una cosa más. Maribel ha hecho traer unas muestras de tejidos para los sillones de la sala que me gustaría que vieseis. Ya que vais a venir a buscarnos, ¿os importa subir para que os las pueda enseñar?

- Claro, no hay problema. Nos vemos en nada.

- Perfecto cariño, os esperamos en la suite, entonces. ¡Adiós, cuñadita! —Volvió a gritar el joven dirigiéndose esta vez a Bea.

Las chicas no pudieron evitar reírse ante las palabras del muchacho.

- Desde luego, con Nil no vas a aburrirte jamás. —Le dijo Bea a su hermana.

Las muchachas volvieron a reírse y se dirigieron hacia el hotel donde las esperaban sus parejas. Cuando llegaron subieron en el ascensor y llamaron a la puerta que fue abierta en tiempo récord por Max, que se lanzó literalmente a los labios de Bea, ignorando por completo a Sara.

- Muchas felicidades, Bea. Estás preciosa. —Le dijo el chico en cuanto separaron sus labios, pero sin apartarse de ella.

- Muchas gracias, Max. —Le contestó Bea. Tú tampoco estás nada mal. —Le respondió la muchacha.

- No, eso es porque mi chica, a la que he echado mucho de menos estos días, cumple años hoy, así que la ocasión lo merece. —Respondió Max sonriendo y guiñándole un ojo a Bea.

- Pareja, esto es enternecedor, pero yo también quiero besar a mi chico. ¿Podéis seguir con vuestros arrumacos dentro, por favor? — Les dijo Sara haciendo un mohín.

Max no pudo evitar una carcajada antes de disculparse por el arrebato al ver a Bea.
- Lo siento Sara. Es que no he podido evitarlo. —Le dijo el joven algo avergonzado. —Nil y Maribel están abajo, en el salón “Cristal”. Mi hermana ha traído unas cuantas muestras, pero en la tienda les faltaba la que más le gustaba a Maribel. Afortunadamente, mi diseñadora favorita sabía que en ese salón hay unos sillones tapizados con la tela de la que no tenían la muestra y, ya conocéis a Maribel y lo que le entusiasma su trabajo, así que no ha podido esperar y literalmente ha arrastrado a Nil a verla. Yo les he dicho que me quedaba a esperaros y que ahora os acompañaba para que también pudieseis dar vuestra opinión. ¿Queréis ver las muestras que tenemos aquí antes de bajar o las vemos luego todos juntos?

- Yo ya he esperado mucho por mi chico, así que voto por verlas más tarde. —Apuntó Sara.

Bea, que entendía perfectamente la impaciencia de su hermana por encontrarse con Nil, se inclinó también por bajar a ver el tapizado de los sillones.

- Bien, en ese caso, dejadme coger la llave de la suite y nos vamos ya. —Les dijo el chico mientras se giraba para retirar del dispositivo situado en la pared la tarjeta electrónica que servía de llave y conexión en la estancia.

Mientras se dirigían a los ascensores, Max no soltó ni un momento a Bea, a la que sostenía por la cintura.

- ¿En qué planta se encuentra el salón, Max? —Preguntó Sara con impaciencia una vez entraron al ascensor con la intención de clicar el botón correspondiente.

- En la primera planta. Es donde están todas las salas de reuniones y eventos. —Respondió el joven.

La muchacha se apresuró a marcar el piso correspondiente y miró a través del espejo como Max no dejaba de hacer arrumacos a su hermana, haciendo que se sintiera algo incomoda.

Una vez las puertas del ascensor se abrieron, tras anunciarse a través del altavoz de este que habían llegado a su destino, Sara se apresuró a salir del habitáculo, seguida por Max y Bea. La muchacha se apartó un poco hacia su derecha para que Max pudiese pasar con su chica, ya que era este quien mejor conocía la ubicación exacta del salón.  Después de recorrer algunos pasillos, los tres llegaron hasta una gran puerta de madera maciza, que Max se apresuró a abrir, haciendo que, en ese instante, una masa de personas a las que Bea conocía perfectamente gritase al unísono:
¡FELICIDADES!

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Bueno, bueno. Creo que Frank ha entendido por las malas que Bea ya lo ha superado 😂😂

¿Estais de acuerdo?

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Entre fresa y regalizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora