16.- Despedida

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El domingo había llegado a su fin. Para los cuatro chicos había sido tan hermoso como especial, pero, muy a su pesar, era el momento de separarse.

Las dos parejas se habían dirigido a la casa de Álex. Allí Max cargó en la maleta lateral de su motocicleta el poco equipaje que había traído y se despidió de su amigo y de Carmen quienes abrazaron al muchacho agradeciéndole su visita y prometiéndole que en breve se volverían a ver.

De igual forma, Álex se despidió de Bea y Carmen le aseguró a la muchacha que al día siguiente le explicaría todos los detalles de lo sucedido aquélla tarde en la muralla cuando se había quedado a solas con Álex, no sin pedirle en voz baja que ella hiciese lo propio.

- Claro Carmen, mañana hablamos. –Le contestó Bea en un tono apagado, debido sin duda a la proximidad del momento en que debería decirle adiós al chico que se encontraba a su lado, cogiéndola por la cintura y besando su cabello suavemente.

Ambos empezaron a caminar para dirigirse hacia la motocicleta del chico, que se encontraba estacionada delante de la casa. Una vez llegaron a ésta, se giraron para despedirse por última vez de la pareja que, cogidos de la mano en el porche de la vivienda, se encontraban mirando con tristeza como se alejaban.

Max ayudó a subir a Bea a la moto y le dijo dulcemente: - Abrázame fuerte, preciosa. Quiero sentirte cerca de nuevo antes de que me vaya.

Bea no dudó en hacer lo que el muchacho le pidió, teniendo la seguridad de que, pasaría un largo tiempo antes de poder volver a estar con él de aquel modo.

El trayecto hasta la casa de Bea lo hicieron en silencio. Ambos estaban absortos en sus pensamientos. Max, aunque feliz por haber conseguido de Bea la oportunidad tan deseada, lamentaba tener que despedirse de ella tan pronto, sin haber tenido apenas tiempo de afianzar las bases de la relación que pretendía mantener con la muchacha. La chica, por su parte, tenía pensamientos similares a los de Max, si bien no había podido eliminar aún en su mente la sombra de Frank.

Cuando estuvieron delante de la casa de Bea, los dos jóvenes se bajaron de la motocicleta. La chica, tras sacarse su casco, se lo extendió a Max que también se había quitado el suyo y lo había dejado encima del asiento.

El muchacho lo cogió y acto seguido atrapó a Bea por su cintura acercándola a él en un estrecho abrazo.

- No quiero marcharme —le dijo el chico tristemente con su boca pegada al oído de la joven.

- No quiero que te vayas —le contestó ella intensificando el contacto entre ambos, como si con aquel gesto pudiese evitar su marcha.

La pareja permaneció unida en su abrazo durante un buen rato que a ambos se les hizo insuficiente, hasta que el muchacho le dijo: - Voy a echarte mucho de menos.

Bea se separó de él levemente para mirarle a los ojos y volver a acercarse para besarlo apasionadamente.

Después de varios minutos de mimos y arrumacos, el chico se separó un instante de Bea para sacar de uno de los bolsillos de su pantalón una pequeña cajita de terciopelo rojo y extendérsela a la chica. – Esto es para ti. Es sólo un detalle, pero espero que te guste. La joven abrió la caja y pudo admirar una fina cadena plateada con un pequeño colgante en forma de rosa con una rubelita en su centro.

- ¡Es precioso Max! ¡Me encanta! —Le dijo la muchacha emocionada.

- He pensado que, como no voy a estar cerca para poder regalarte personalmente rosas naturales, como mínimo podrás tener esta que no se marchitará jamás.

La chica se acercó y lo besó apasionadamente de nuevo. 

Tras varios minutos más de intentos fallidos de separarse, la pareja se despidió y la muchacha entró en su casa, encontrándose en el salón a Sara que estaba sentada en una butaca, leyendo.

Entre fresa y regalizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora