28.- Celos

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- Y fue entonces cuando me di cuenta de mi error. —Finalizó la joven que evitó mantener el contacto visual con Max, quien había estado escuchando pacientemente sus explicaciones sin interrumpirla.

Un silencio inundó la habitación haciendo que Bea temiera que el muchacho se hubiese molestado.

A diferencia de la chica, Max no había apartado sus ojos de ella. No había perdido detalle de sus expresiones faciales y era perfectamente consciente del esfuerzo que la muchacha estaba haciendo al sincerarse con él.

- Siento mucho haberme distanciado de ti. —Le dijo la chica, percibiendo de alguna forma que sus palabras podrían haber incomodado al joven.

- Yo también lo siento, Bea, pero debo confesarte que me alegro mucho de que hayas cambiado de opinión. —Le contestó el muchacho con franqueza.

- ¿Estás enfadado? —Le preguntó Bea.

- Sí, lo estoy. — Contestó el joven haciendo con esas palabras, sin quererlo, que la chica se sintiera culpable.

- Lo entiendo perfectamente, Max. ¿Podrás perdonarme?

- No estoy enfadado contigo, Bea. Lo estoy conmigo mismo por haber forzado de alguna forma el distanciamiento entre nosotros. El hecho de que tu hubieses elegido a otra persona como pareja, no implica necesariamente que no podamos seguir teniendo contacto como amigos. Ese es el motivo de mi enfado. Sin quererlo te puse en una situación comprometida. Lo siento mucho.

- ¿Cómo dices? —Preguntó la joven sorprendida— ¿De verdad estás diciéndome lo que acabo de escuchar?

La muchacha hizo ademán de incorporarse, pero un acentuado mareo la hizo frenar en su intención y volvió a reclinarse.

- ¿Bea, estás bien? —Exclamó Max saltando literalmente de su cama al verla palidecer— No te muevas, tranquila, estoy aquí.

- Estoy bien, no te preocupes. Ha sido sólo la consecuencia del movimiento rápido. —Le respondió la chica cerrando los ojos.

El joven se sentó a un lado de la cama de Bea y la acarició suavemente en la mejilla. Ante aquel inesperado contacto, Bea sintió un ya recurrente hormigueo en todo su cuerpo, lo que no hizo más que reafirmar su convencimiento de que, ahora sí, había tomado la decisión acertada. La muchacha puso su mano sobre la de Max y poco a poco fue abriendo los ojos para encontrarse con la mirada dulce del joven.

- Descansa, preciosa. —Le dijo el chico con dulzura.

- No podré hacerlo si se que estás ahí sentado sin poder dormir. Ven, acuéstate a mi lado. —Le respondió Bea retirando un poco las sábanas para que el chico pudiera acomodarse.

- A pesar de que no hay nada que me gustase más en estos momentos, no puedo. No quiero lastimarte. —Le respondió Max con firmeza.

- Entonces, regresa a tu cama, por favor, no te quedes ahí sentado. —Le dijo la joven con algo de desilusión en su voz.

- Sólo lo haré con una condición.

- ¿Cuál?

- Que me dejes sentir de nuevo el sabor de tus labios. —Contestó el joven mientras se inclinaba hacia la chica haciendo que su boca se posara sobre la de ella fundiéndose en un tierno beso.

--.--

El zumbido del teléfono de Max despertó al muchacho que apenas había podido dormir.

- Buenos días, Nil —Dijo nada más pulsar la tecla de aceptación de la llamada.

- Hola Max, ¿cómo está Bea?

- Está descansando. Ha pasado bien la noche, dentro de lo que cabe.

Entre fresa y regalizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora