12.- Grata sorpresa

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- Max!!!!! –Bea no podía creerse que él estuviese allí- ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo has venido?

- Buenas noches, preciosa. Álex me invitó a pasar el fin de semana aquí y no pude resistirme. He llegado hace apenas media hora. La verdad es que estaba deseando llegar y verte. Espero que no te moleste que esté aquí. –Le dijo el chico sentándose a su lado.

- ¿Molestarme? Todo lo contrario, estoy encantada de que hayas venido. Y muchas gracias por la rosa, es preciosa. –Bea se acercó al muchacho y depositó un suave beso en su mejilla.

Ante el breve contacto, ambos sintieron un cosquilleo recorrerles el cuerpo. Bea se ruborizó y bajó la vista al suelo.

- ¿Cómo has estado esta semana? –le preguntó el chico.

- Pues, para ser sincera, la semana se me ha hecho bastante larga. ¿Y la tuya, qué tal ha ido?

- Ha sido eterna. –le dijo Max con dulzura. Desde que Álex me invitó el fin de semana pasado, no he podido dejar de pensar en que sólo quería que llegase el viernes para poder estar aquí.

- Personalmente, me alegro mucho de que te invitase. –Bea miró a Max algo avergonzada por su revelación, pero la mirada ilusionada del chico hizo que al instante se alegrase de haber dicho aquello.

Una sensación de júbilo había inundado a Bea al ver allí al muchacho y, darse cuenta de ello, le hizo cuestionarse si realmente aquel chico estaba empezando a gustarle de verdad. La chica creía que era demasiado pronto para que su corazón estuviese curado, pero al mismo tiempo debía reconocer que estar cerca de Max despertaba en ella un bienestar que ya casi había olvidado sentir.

- ¿Quieres bailar, preciosa? –le preguntó el chico sacándola de su ensimismamiento.

- Me encantaría –le contestó Bea.
Max la cogió de la mano y la llevó hasta donde el resto de jóvenes estaban bailando, hasta situarse cerca de Álex y Carmen. Bea miró a su amiga y ambas sonrieron abiertamente. Por su parte, Max guiñó un ojo a su amigo agradeciéndole la oportunidad que le había brindado de estar con aquella chica que en tan poco tiempo le había calado muy hondo.

Ambas parejas bailaron durante un buen rato hasta que decidieron ir a sentarse al lugar dónde Bea y Max se habían reencontrado.

- Mañana tenía pensado visitar la ciudad con Max. ¿Queréis uniros a nosotros, chicas? –dijo Álex dirigiéndose directamente a Carmen.

Las muchachas se miraron un segundo y sin pensarlo dos veces asintieron, encantadas con la idea de pasar el sábado con ellos.

Los cuatro estuvieron hablando y riendo sin parar durante un largo espacio de tiempo. Los chicos explicaban anécdotas de cuando eran pequeños y veraneaban en la misma ciudad, recordando lo unidos que estaban cuando eran apenas unos niños, a pesar de que vivían en ciudades distintas y de que únicamente se veían en los periodos vacacionales. Aun así, los chicos habían mantenido su amistad hasta la actualidad, y ambos estaban felices por ello. Los dos jóvenes eran personas muy responsables y leales a su amistad.

Álex, aunque estaba sintiéndose genial y no le apetecía separarse de sus amigos, se vio en la obligación de ir a atender a sus otros invitados de la fiesta y le pidió a Carmen que lo acompañase, dejando a Max y a Bea de nuevo solos.

- Bea, ¿puedo preguntarte algo y pedirte que seas totalmente sincera en tu respuesta?

- Por supuesto Max. Si en algún momento me sintiese incomoda por alguna pregunta tuya, rehusaría contestarla, pero jamás te engañaría. Ni a ti, ni a nadie. No es mi forma de ser. Venga…adelante, ¿qué quieres saber?

Entre fresa y regalizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora