XIV

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En sus sueños, Dante se encontraba en una oscura caverna frente a un foso insondable. Criaturas de niebla gris se arremolinaban alrededor de él susurrando jirones de humo, le tiraban de la ropa, intentando apartarle, pero él se sentía obligado a caminar hasta el borde mismo del abismo.

El foso, ancho y negro, carecía de fondo. Aun así, Dante tenía la impresión de que algo intentaba alzarse desde el abismo, algo enorme y malvado. El simple hecho de asomarse le produjo mareos.

- Veo que has conseguido las dagas... - reverberaba una voz divertida desde la lejana oscuridad - Antifates te subestimó, era demasiado estúpido, demasiado débil - la voz sonaba muy antigua, fría y grave, le envolvía como un pesado manto.

- ¿Quién se supone que eres? - preguntó Dante. Estaba harto de voces misteriosas que le hablaban en cavernas. Una siniestra risa recorrió todo el lugar, helando su sangre.

- Mocoso arrogante. Si supieses quien soy estarías aterrorizado. Hasta tu propio padre se ha doblegado ante mí - respondió la voz.

- ¿Y cómo vas a hacer eso, voz misteriosa? - preguntó el chico. Como respuesta una especie de fuerza empezó a atraerle hacia el foso.

- No te resistas chico, tengo grandes cosas pensadas para ti - Dante intentó alejarse del foso pero cada vez la fuerza era más poderosa. Intentando resistir cayó al suelo de rodillas, intentando aferrarse a cualquier cosa. Sin embargo, el suelo se convirtió en fango el cual hizo que se deslizase hasta que llegó al borde del foso - ¿De verdad crees que puedes resistirte? -

- Parece que aguanto - respondió Dante mientras se aferraba a una piedra con todas sus fuerzas.

- Criatura insignificante - dijo la voz, el tono siniestro había dado paso a una clara molestia. Dante no pudo aguantar más, las manos se le resbalaron y cayó por el foso, sumergiéndose en la más absoluta oscuridad mientras la misteriosa voz se reía.

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Despertó en el salón, la mayor parte de su cuerpo estaba en el suelo mientras que su pierna derecha seguía en el sofá donde había dormido. Todo su cuerpo temblaba por el sueño, aun podía sentir la escalofriante presencia rodeándole. Cerró los ojos nuevamente, intentando tranquilizar su propia respiración.

- ¿Qué haces en el suelo? - preguntó Helena. Dante volvió a abrir los ojos para encontrase con la chica en pijama, mirándole desde la puerta del salón.

- Nada... - murmuró este sentándose. Se quedó mirando el suelo, aun le temblaban las manos por lo que las escondió debajo de las sabanas, ahora mismo no le apetecía hablar y si Helena veía eso seguro que preguntaría - ¿Qué hora es? -

- Las ocho de la mañana.

Dante suspiró cansado y volvió a dejarse caer en el sofá - Deberíamos prepararnos... ¿Dónde está mi moto? -

- En Columbia - respondió Helena como si fuese lo más obvio del mundo.

- Genial... - murmuró él molesto. Podrían haber traído la moto, pensó - Bueno, da igual. De todas formas teníamos que volver allí -

- ¿Por qué? Ya recuperaste las dagas, ¿qué más quieres hacer allí?

- Tengo algo que hacer allí para Afrodita - respondió Dante. Helena quiso preguntar el qué, pero el tono su tono le hizo pensar que seguía enfadado por lo de anoche - Pero... ¿Cómo vamos a llegar allí? -

- Podemos coger un tren - propuso Helena.

- No tenemos dinero - contestó Dante.

- Yo os lo pago - dijo la madre de Helena, quien acababa de salir de la cocina, en la mano sostenía una mochila que le dio a Dante - Aquí lleváis un par de cosas que os serán útiles, comida, medicamentos y dinero... -

ARES #1 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora