XVII

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Maratón 2/3

- Dante... ¿Eres tú? – preguntó el chico.

Automáticamente este se puso en alerta, por el hecho de que un desconocido supiese su nombre - ¿Te conozco? – preguntó con voz calmada, mientras sus manos iban instintivamente a sus dagas, pero las había dejado en la habitación.

- ¿No sabes quién soy? – preguntó el rubio extrañado – Perdona, a lo mejor me he equivocado.... Es solo que te pareces mucho a una persona que conocía... Pero es imposible, Dante murió... –

El brillo azul de los ojos del chico pareció apagarse después de decir esas palabras – Siento oír eso – 

- No pasa nada... Es mi culpa, por creer que un muerto puede seguir vivo – dijo el rubio con tono triste. El pitido de la lavadora del chico sorprendió a ambos, este se levantó y rápidamente recogió todo - Lo siento por esta situación tan incómoda – dijo el chico a modo de disculpa antes de irse.

Dante vio como se iba con una extraña sensación, parecida a la melancolía – Alguien que conocía... - murmuró. Esperó a que su lavadora acabase, pensando en la extraña situación que acababa de vivir y en el raro sentimiento que se había instalado en su pecho. Una vez acabó volvió a la habitación con la ropa ya limpia. Entró en silencio y dejó el cesto encima de la mesa – Helena... - 

Esta levantó inmediatamente la vista al escuchar el tono del chico - ¿Qué ha pasado? – preguntó olvidándose del libro y de su enfado - ¿Estás bien? -

- No lo sé... - respondió Dante mientras se sentaba en el borde de la cama con la mirada fija en su propio reflejo en el espejo de la habitación – Me he cruzado con un chico... -

Helena se sentó al lado y cogió sus manos, las cuales no paraban de temblar. La verdad es que no sabía si era por la hiperactividad o porque de verdad Dante estaba nervioso - ¿Qué chico? – preguntó con suavidad.

- No estoy del todo seguro... Pero me reconoció, sabía mi nombre... Dijo que me parecía a alguien que conocía hace tiempo, pero que esa persona murió – respondió Dante – Y creo que le conocía... -

- ¿Alguien de tu pasado? – preguntó con suavidad.

- No lo sé... - reconoció Dante bajando la mirada al suelo. El temblor ya se había extendido de sus manos a todo su cuerpo.

- Hey, tranquilo – dijo Helena abrazándole como podía. Dante cerró los ojos, intentando tranquilizarse, pero no podía, su corazón iba a doscientos por hora, sentía que le iba a estallar y le estaba empezando a costar respirar – Dante, tranquilo, mírame – siguió diciendo ella pero él ya no la escuchaba.

- No puedo... No puedo respirar – dijo como pudo.

Helena le empujó hacia atrás con suavidad y se puso encima suya, cogiendo su rostro y obligándole a mirarla – Dante cariño, escúchame. Tranquilízate, ¿vale? Ya hemos pasado por esto. Venga, respira conmigo, inspira y espira –

Dante hizo lo que la chica le dijo, inspirando y espirando, siguiendo a Helena. Estuvieron así durante varios minutos hasta que Dante se empezó a relajar. Entonces, él cogió a la chica por la cintura, aferrándose a ella y abrazándola con cariño – Gracias... Lo siento – dijo con la voz entrecortada mientras enterraba su rostro en el hombro de la chica.

Helena empezó a pasar su mano por el pelo del chico – Tranquilo, no pasa nada – dijo ella con voz cariñosa. Dante apretó aun más el abrazo, mientras la extraña sensación empezaba a desvanecerse - ¿Estás más tranquilo? –

- Sí... Gracias – respondió soltando a la chica.

- Hacía tiempo que no tenías un ataque... - murmuró Helena. Dante se dejó caer en la cama mientras miraba al techo, aunque la extraña sensación en su pecho había casi desaparecido no podía borrar de su mente varias imágenes y sobre todo, el tatuaje. No sabía por qué pero se le hacía familiar. Miró su brazo pero por supuesto en el suyo no había ni rastro de un tatuaje – Dante... Duerme tú primero –

ARES #1 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora