★⸻【🎕 ᴍɪᴇʟ ᴅᴇ ʟᴀᴠᴀɴᴅᴀ 🎕】⸻ ★ 🎕 ᴄᴏʟᴏᴍʙɪᴀ x ᴘᴀʀᴀɢᴜᴀʏ🎕

ʟᴀ ᴛᴏʀᴛᴜʀᴀ

★⸻【🎕】⸻ ★

"Eres un homosexual ¡UNA ABERRACIÓN!"

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"Seguro te iras al infierno"

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"Personas como tú deberían morir"

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"Pea ha'e 108"

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" 108..."

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Paraguay se levantó de manera brusca, asustado, respirando agitado y sudando frio; otra vez resonaban esas crueles palabras como un eco en su cabeza. Temblaba sentado en su posición, mirando sus manos y sintiendo como las amargas lágrimas desbordaban por sus ojos color miel.

De nuevo tuvo esa pesadilla.

Era una mala jugada de su inconsciente: Siempre soñando al inicio con un hermoso campo de flores; muchas flores que le gustaban como las encantadoras pasionarias, pasando hacía la lavanda y, progresivamente, al aumentar su paso, encontrándose con muchos claveles rojos, siguiendo un camino de dalias blancas hasta llegar a una pequeña protuberancia de tierra, donde resplandecía una de esas maravillosas orquídeas.

Conocía esa orquídea desde lejos, era la flor nacional de quien más amaba en ese momento de su vida. Siempre, como una cinta pregrabada de una película, se acercaba encantado a tocar los pétalos lilas de la cattleya, inesperadamente callendo en un profundo vacío negro; en aquella pesadilla, era inebitable sentirse asustado cuando todo se volvía negro, con la bella flor en manos, empezaba la tortura que su cerebro le hacía pasar.

Su sufrimiento iniciaba amarrado a una silla, usando esas ropas coloniales que tanto odió; el sueño era tan vívido que podía sentir el hierro rasguñando sus tobillos hasta sacarle hilos de sangre, removiendose incómodo por el dolor, tratando de zafarse. En frente de él, se encontraba España.

Imponente, con un aura de enojo extremo. Se levantaba furioso de su asiento con un látigo en mano, acercándose peligrosamente hasta mirarlo frente a frente. Esos ojos cobrizos mostraban fuego, ira total que terminó siendo suelta en un latigazo que lo azotó en todo el cuello.

Intentaba gritar, pero simplemente su voz no salía. En la pesadilla, sentía como la sangre se derramaba por el fino corte cerca de su clavícula, escuchando palabras despectivas que salían con impetú por la boca de su colonizador.

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"No sois más que un marica"

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"Un puto afeminado"

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"Una aberración"

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De manera veloz, el escenario cambió a un lugar que conocía y recordaba con latiente dolor. Sintiendo cómo el pánico subía como adrenalina por sus venas, simplemente lloraba suplicando misericordia. Quería gritar, pero no había ni un rastro de su voz.